CAPÍTULO 9 (INCONDICIONAL): (PARTE 1)

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Recuerdo estar hablando con Ana sobre el presupuesto de una campaña, y de repente, sentir mis pies flojear y mi visión volverse borrosa. A los segundos, yo permanecía en el suelo, y Ana estaba sobre mí abanicando mi rostro con la mano.
-Voy a llamar a una ambulancia. — Se puso en pie de inmediato.
-No, no — traté de ponerme en pie para detenerla. — No hace falta. Solo ha sido un mareo.
-Kenia, es la cuarta vez que te mareas esta semana.
-Lo sé. Yo... estoy bien. — En el segundo mareo pensé en las posibilidades, pero me negaba a comprobar que mis sospechas eran ciertas. Me aterraba el pensar que podía estar embarazada otra vez. Era imposible, me estaba cuidando. Ella me ayudó a ponerme en pie y me marché a mi oficina. Durante quince minutos estuve dando vueltas pensando en aquella pequeña posibilidad. ¿Qué era lo que realmente me frenaba para comprobarlo? Absolutamente nada. Cogí mi chaqueta del perchero, y decidí tomarme mi descanso para comer.
Fui hasta una farmacia frente a las oficinas. Compré tres pruebas para estar completamente segura, y volví al edificio. Subí a la planta de mi oficina y fui directa a los baños. Me encerré en un lavabo y me dispuse a abrir todas las pruebas. Seguí las instrucciones y coloqué las tres boca abajo sobre la tapa del váter cerrada.
Transcurrió el tiempo de espera, pero me aterraba descubrir lo que había debajo. Cuando me decidí a mirar la primera prueba, habían transcurrido veinte minutos que me había pasado mirándolas. En la pequeña pantalla brillaba una cruz roja, que me hizo maldecir internamente. Me repetía a mí misma que solo era una, que las otras dos podían ser negativas. Respiré hondo y le di la vuelta a la siguiente. El resultado fue el mismo. De repente mi vientre se volvió un remolino. Aparté las pruebas del váter y lo abrí. Vomité durante unos segundos, suficiente tiempo para ver las pruebas esparcidas por el suelo. Las tres marcaban una cruz.
   -Joder. — Me limpié la boca, recogí las pruebas, las envolví con papel y salí al baño. Me observé a mí misma en el espejo, y me resultó casi imposible no sonreír. Acaricié mi vientre y suspiré. — Aguanta ahí dentro, por favor.
Estaba emocionada, pero definitivamente no podía permitírmelo. Temía ilusionarme. Temía ponerle un nombre, amarlo y enfrentarme de nuevo al mismo resultado anterior. Quería a ese bebé pero mi corazón no soportaría otro golpe como ese. Y Christopher... ¿debía saberlo? Le habría encantado saberlo, amaría tanto a ese bebé como yo, pero ¿y si finalmente no había bebé? Necesitaba estar segura de que no corría riesgo antes de decírselo. Necesitaba protegerlo de ese posible dolor.

Me pasé lo que quedaba de jornada deseando llegar a casa, solo pensando en él, solo pensando en acurrucarme en sus brazos, sabiendo que llevaba a su bebé dentro de mí. Me había hecho tan feliz sin ser consciente de ello.

Cuando llegué a casa él aún no había vuelto de trabajar. Siguiendo una receta de YouTube, decidí preparar un poco de lasaña, su plato favorito. Él llegó antes de que la comida estuviera lista, yo esperaba en la cocina, mientras ojeaba el teléfono. Él se deshizo de la chaqueta del traje y la colgó del perchero. Se aproximó a mí y rodeó mi cintura con sus brazos.
   -Hola — murmuró rozando mis labios.
   -Hola — sonreí, mientras me aproximaba para besar sus labios. Nos dimos cuatro besos rápidos, cuando finalmente mostró una sonrisa.
   -La comida huele desde el pasillo.
   -Espero que huela bien.
   -Por supuesto. Un poco a quemado, pero se soporta. — Se rió.
   -No seas malo. — Golpeé con suavidad su hombro. Él besó mi frente.
   -Huele genial, cariño. ¿Qué celebramos?
   -Que me haces muy feliz. — Sonrió y volvió a besar mis labios, esta vez con ímpetu, con pasión...





💜Os leo!!!

PERDIENDO EL ALIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora