CAPÍTULO 4 (INCONDICIONAL): (PARTE 2)

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Me arrepentí en cuanto lo dije.
Quise huir. Esconderme en el lugar más recóndito de la tierra y que él no me encontrase.
Soltó una carcajada que me desconcertó.
-El amor es así ¿verdad? No se puede forzar... ni evitar. Soy un idiota por haber permitido que me hicieras daño otra vez.
   -No te merezco. — Él clavó la mirada en mí. Había dolor.  Quizá rabia. Quizá ambos.
   -Sí me mereces, Kenia. Pero no soy yo lo que quieres.
   -Sí te quiero, te quiero en mi vida. Te quiero conmigo. Joder, Thiago han sido tres años contigo, no puedes crees que soy tan fría que me da igual si desapareces.
   -Entonces, ¿qué es lo que quieres? Que me quede a observar cómo eres feliz con Christopher.
   -Quién dice que vaya a estar con él. Está casado.
   -Claro, por eso no has corrido aún a sus brazos.
   -O porque siento algo por ti.
   -Y ¿qué es lo que sientes?
Callé unos segundos, pensado, mirando sus ojos. Buscando una respuesta.
   -No lo sé. Sólo se que quiero estar contigo.
   -Yo no quiero estar con alguien que dude de lo que siente. Quiero a alguien que solo quiera estar conmigo. Que no tenga que compartirla con un fantasma del pasado. Que no tema amarme, que lo haga sinceramente. — No repliqué. Él merecía algo más de lo que yo le ofrecía. — Llámame cuando seas esa persona.
Se dio la vuelta, abrió la puerta y se marchó.
La lágrimas saltaron en cuanto la puerta se cerró.
Lo estaba perdiendo y estaba aterrada por ello.

Aquel día me marché pronto a casa con la excusa de encontrarme mal. Necesitaba pensar y en la oficina no lo conseguía. La lluvia no había cesado, pero tenía la necesidad de correr otra vez, y así lo hice, esta vez sin auriculares, no quería ninguna distracción, solo pensar.
Torturé a mis piernas más que nunca. Terminé exhausta, pero satisfecha.
Subí a mi casa y me di una larga ducha. Decidí preparar un poco de café, llené una taza con miel y me senté en el sofá, necesitaba relajarme un poco. Escuché mi teléfono móvil sonar dentro de mi bolso, sobre uno de los sillones, lo saqué y sorprendida por quien llamaba, contesté la llamada.
   -Hola mamá.
   -Hola, Kenia. — Llevaba sin escuchar su voz desde hacia tres años, cuando viajé a San Tomé y Príncipe a conocer a mis padres biológicos. Lo último que me dijo era que necesitaba un tiempo para asimilarlo todo.
Ambas nos quedamos en silencio.
   -¿Qué tal estás?
-Bien. Todo bien. ¿Tú qué tal?
   -Bien. La semana que viene viajo a Madrid con Daniel. Me gustaría que nos viésemos.
   -De acuerdo. — Otra vez se hizo el silencio. Un silencio que aguardaba dudas y miedos.
   -Bueno, ya nos veremos. Adiós, Kenia.
   -Adiós, mamá. — Colgó el teléfono.
Aquella fue una de las conversaciones más breves y extrañas que habíamos tenido.
Cuando volví de aquel viaje en el que conocí a mi padre, quise hablar con ella, contárselo todo, lo contenta que estaba, pero ella no quería hablar de ese tema, llegamos a tal punto que dejo de contestarme el teléfono. Era evidente que tenía miedo, pero no me dejó explicarla que no tenía por qué tenerlo.

Salí de casa a reunirme con Christopher, dispuesta a aclarar las cosas, aunque ni yo misma sabía cómo hacerlo. Estaba claro que solo buscaba formas para satisfacer ese deseo irrefrenable que tenía de verlo.
A las nueve lo esperaba en el mismo portal donde me había llevado para mostrarme sus fotografías.
Estaba nerviosa, a pesar de que el frío lo cubría todo, mi cuerpo estaba ardiendo. Me quité el abrigo, lo cargué sobre mi brazo y di vueltas intentando perder la noción del tiempo.
   -Ya veo que hay cosas que no cambian. — Antes si quiera de que pudiera fijar la vista en él, Christopher se aproximó a mi y apartó mi mano de mi muslo. Estaba haciendo garabatos con el dedo. — Dime que no soy yo quien te pone tan nerviosa.
   -Nunca se me ha dado bien mentir. — Sonrió. — Sigues exponiendo tus fotos aquí.
   -Sí. Casi ya no me queda sitio en las paredes.
   -¿Puedo verlo?
   -Si me prometes una cosa.
   -¿Qué cosa?
   -Que me dejarás hacerte todas las fotos que quiera.
   -A mí.
   -Mi cámara te ha echado de menos.
   -¿Y tú? ¿Me has echado de menos? — Entonces eliminó la distancia entre nosotros. Alzó la mano y acarició lentamente mi rostro.
   -Aunque te dijera que sí no cambiaría nada. El destino decidió por nosotros y tenemos que aceptarlo. — Volvió a retroceder. Me dio la espalda para abrir la puerta. Entró en el interior del portal y fui tras él.
Subimos hasta el piso guardando una distancia prudente. A ninguno se nos olvidaba que estaba casado.
Abrió la puerta para mi, y me invitó a pasar. Todo estaba casi igual que como lo recordaba, solo que entonces las paredes estaban desbordadas, y en el medio de todo había un sofá azul. Rodeé la sala observando las nuevas fotografías. Observé animales, niños jugando, a su madre, alguna de él mismo tomada de forma artística frente al espejo, del mar... Aquello siempre me parecería hermoso.
   -Te está quedando precioso.
   -Gracias, aunque en algún momento tendré que elegir las que menos me gustan para hacer hueco a otras. Todas me gustan demasiado.
   -No las quites. Pega una sobre otra. Solo en la franja de arriba para que puedas levantar la de encima y ver la de abajo.
   -Me alegra que hayas querido venir aquí. — Se sentó en el sofá. — Porque eso significa que este lugar también es especial para ti.
Me senté en el sofá junto a él.
   -Aunque nunca te lo creíste del todo, fuiste especial para mi.
   -No abramos viejas heridas. Las cosas fueron como fueron. — Apartó la vista de mi y observó sus fotografías en silencio, se perdió en ellas durante un rato, mientras yo lo observaba, deseando retroceder el tiempo.
   -¿Eres feliz, Christopher? O simplemente te has acostumbrado a lo que según tú te ha dado el destino. — Volvió a centrar su atención en mi.
   -¿A que te refieres?
   -A que ¿cómo sabes si eres feliz o simplemente te gusta la paz que te da esa persona? Yo creí que era feliz con Thiago, hasta que volviste a aparecer en mi vida, y me di cuenta de que vivía en modo automático, simplemente dejándome llevar por la corriente. Echaba de menos la excitación, los nervios, los roces cargados de electricidad... todo lo que conlleva el sentir. Tú me haces sentir, Christopher, y no sé cómo luchar contra eso.


💜Os leo!!!

PERDIENDO EL ALIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora