CAPÍTULO 2 (INCONDICIONAL): (PARTE 2)

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De repente fui consciente de que volver a verlo fue una felicidad momentánea. ¿De verdad esperaba que en tres años no hubiera vuelto a enamorarse?
Poco tenía que reprocharle, al fin y al cabo yo estaba con Thiago.
Quizá aquella era la señal clara de que nuestra historia había acabado. De que no había retorno.
Él apareció minutos después.
   -Perdona, era mi mujer, Sonia. — Aquel fue el primer golpe. Me dejó paralizada, sin aire en los pulmones y odiando profundamente mi realidad. — ¿De qué hablábamos?
   -Nada. Nada importante. — Agaché la cabeza avergonzada. Porque me había permitido soñar.  — No creo que me quede mucho más. Thiago me espera.
Lo miré. No había reacción alguna. La decepción se convirtió en dolor rápidamente.
   -Así que Thiago. Me alegro mucho por los dos. Os ha costado pero al final lo habéis superado todo.
   -Sí — murmuré. — Encontramos la felicidad el uno con en el otro. — Sonrió ampliamente.
-Siempre quise que fueras feliz.
Aquel fue el segundo golpe. Dolió más que el primero. Fue un recordatorio cruel de que la culpable de aquella situación era yo. Solo yo.
-Gracias. — Intenté ocultar el dolor y sonreír. Lo intenté. Pero no se puede tapar el Sol con un dedo. — Voy un momento al baño. ¿Dónde está?
-Al fondo a la derecha. Al final del pasillo.
Caminé lo más rápido que pude para alejarme de él. Entré en el baño y cerré la puerta con el pestillo. El cuerpo me pedía llorar. Porque él y yo habíamos merecido otro final. Por los últimos años en los que lo había añorado. Porque no era así como esperaba que fuera nuestro reencuentro. Porque me había permitido volar sin sopesar la caída. Y había caído desde lo más alto. Pero no podía permitir que él notara mi aflicción.
Me observé en el espejo y traté de respirar hondo. Intenté tranquilizarme.
   -Vamos. Tú puedes — me dije a mí misma. — Solo sal ahí y sonríe.
Me lo repetí como unas seis veces antes de sentirme con la suficiente fuerza como para salir.
Volví al salón. Atrayendo de la mirada inmediata de todos los presentes.
Observé a Christopher desde el umbral de la entrada. No me había visto, o quizá no le importaba si había vuelto. Hablaba animadamente con otro hombre mientras se bebía un vaso de cerveza.
Estaba tan absorta mirando cada uno de sus movimientos que no vi al hombre que se dirigía hacia mí. Él tampoco me vio, porque miraba hacia atrás hablando con alguien, cuando se chocó conmigo.
   -Perdona. — Se disculpó con una sonrisa.
   -No pasa nada.
   -Creo que tú y yo estuvimos hablando en el último cumpleaños de Rubén. No te acordarás porque íbamos muy borrachos. — Volvió a sonreír, tratando de mostrar una sonrisa seductora.
Simplemente asentí. Estaba segura de no haberlo visto jamás, y aquel era el primer cumpleaños de Rubén al que acudía. Pero Christopher nos estaba mirando. No sabría decir de qué modo lo hacía, pero lo hacía, y eso despertó cierta esperanza en mí. Definitivamente era masoquista.
   -No recuerdo tu nombre — dijo el hombre.
   -Kenia. ¿Y el tuyo?
   -Manuel.
   -Encantada de volver a verte, Manuel. — Me dio dos besos en las mejillas.
Cuando quise volver a encontrarme con su mirada, él ya no estaba. Recorrí la mirada por toda la sala, pero no lo encontré.
   -Pero no te quedes aquí sola. Únete al resto. Ya los conoces.
De repente, volvió a aparecer como una ráfaga tras Manuel. Nos rodeó a ambos, y deslizó rápidamente su mano por mi cintura.
   -Kenia — murmuró. Sentí el roce por apenas un segundo, pero el calor se extendió por toda mi piel. Mi cuerpo entero me pedía más. Anhelaba su fuego, su olor, su forma de tocarme, sus labios abriéndose camino por mi cuello, por mis labios, entre mis muslos...
Necesitaba salir de allí.
Me decidí a buscar a Janet.
   -Voy a buscar a una amiga. — Volví a recorrer el pasillo, pasé el baño y me acerqué a lo que supuse que eran las habitaciones. Se oía la voz de Janet en una de ellas.
   -Me voy a llevar a la niña.
   -Todos los fines de semana con la misma historia. Se queda conmigo — contestó Rubén con firmeza. — A pasar el fin de semana con mi madre.
   -Pero ha llorado cuando la ha cogido en brazos.
   -Es porque no la conoce. Y eso solo ha sido al principio, luego han estado jugando tan normal.
   -No sé. Creo que la niña estaría más tranquila en su casa. 
   -Esta también es su casa — replicó él.
   -Pero...
   -Janet, podemos seguir así un rato más, pero ambos sabemos que la niña se tiene que quedar y punto. — Se dio un prolongado silencio, conociendo a mi amiga sabía que estaba asimilando la situación. Que había perdido.
   -De acuerdo. Cuídala bien, por favor.
   -Es solo un fin de semana. No dramatices.
Lo siguiente fueron pasos acercándose a mi.
   -¿Todo bien? — Janet me miró con sus grandes ojos marrones y negó con la cabeza.
Empezamos a caminar de vuelta al salón.
-No quiero dejarla.
-Ya lo hemos hablado, es su padre y tiene derecho a estar con ella.
-Ya lo sé. Es que, ¿y si la pasa algo?
-No la va a pasar nada.
-Eso no lo sabes.
-Tú tampoco — repliqué. — Además, está con su padre y su abuela.
-Ellos no son invencibles, Kenia. Mi hija está en peligro.
-Estás preocupándote por algo que no ha pasado, algo irreal.
-Prefiero prevenirme a lamentarme. Le he dejado un móvil a Bela en la mochila, por si ocurre algo que me llame.
Me paré en seco, y la miré.
-Vale, espero que eso no se lo hayas dicho a ellos, porque empiezas a parecer una loca. Bela tiene tres años, no sabe cómo funciona un móvil, si la ocurre algo, lo máximo que hará será llorar.
-Bela es muy lista.
-Sí, pero sigue siendo prácticamente un bebé. Tienes que relajarte porque a Rubén se le puede pasar por la cabeza que no estás bien como para cuidar de su hija y al final te la intente quitar.
La expresión de su rostro cambió, se volvió dura; severa.
-Que ni se le pase por la cabeza porque acabaré con él. — De repente dejó de mirarme y volvió la vista a la habitación. — ¿Nos vamos? — Pareció leerme la mente.
-Sí, por favor.
Seguimos caminando. Mientras recorríamos aquel pasillo, yo me planteaba si despedirme de Christopher. Sabía que sería una maleducada, pero no tenía fuerzas para enfrentarme de nuevo a él.
-Por cierto, ¿qué ya pasado con Christopher? — Janet me sacó de mis pensamientos.
-Te lo cuento en el coche, pero larguémonos antes de que nos vea. — Yo empecé a caminar con rapidez hacia la puerta, ella me miró extrañada pero me siguió.

En el coche, durante el trayecto a mi casa la conté con lujo de detalles lo que había ocurrido con Christopher.
-¿Estás bien? — Me preguntó cuando acabé mi relato.
-Sí. Es que no me lo esperaba. Y me he sentido tan extraña, y tan celosa, y tan...
-Enamorada. — Agaché la cabeza y guardé silencio durante el resto del viaje. No estaba bien cómo me había sentido al verlo. No era justo para Thiago.


Abrí la puerta de casa. Thiago estaba sentado en el sofá, concentrado, escribiendo algo en su ordenador. Me miró en cuando oyó la puerta cerrarse.
-Hola cariño — me saludó con una sonrisa. — Has vuelto pronto.
-Janet quería marcharse ya. — La utilicé como excusa. Estaba mal. Todo aquello estaba mal. — ¿Qué haces?
-Terminar una declaración del trabajo.
-¿Es urgente? — Empecé a quitarme el vestido lentamente bajo su atenta mirada.
-No importa. — Deslizaba la mirada por todo mi cuerpo mientras caminaba hacia él únicamente en bragas, me deshice de ellas en cuanto llegué al sofá.
-Fóllame — murmuré. El se puso en pie, me cargó en el aire y me tiró sobre el sofá. Se desnudó con rapidez, y empezó dando pequeños mordiscos en mi cuello, mientras me abría las piernas. Yo cerré los ojos y me deleité imaginando que era Christopher quien me poseía.



💜OS LEO!!!

PERDIENDO EL ALIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora