CAPÍTULO 13 (EMOCIONAL): "𝐿𝑎 𝑎𝑢𝑡𝑜𝑝𝑖𝑠𝑡𝑎"

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-Eso fue ayer. No has contestado a mi pregunta, ¿a mí también me has echado de menos?
Me quedé callada. Fui tras él y me dirigí al ascensor. Él me siguió. El ascensor se cerró antes de que me alcanzara.
En aquel momento lo único que quería era mantenerme alejada de él. Verlo me haría ceder. Christopher me volvía insensata; irracional.
Subí a mi piso en busca del casco de mi moto. Había ido a buscarlo, y no pensaba marcharme sin ello. Lo encontré en un taburete de la cocina, junto a la puerta. Lo cogí y me dispuse a salir. Abrí la puerta. Christopher me esperaba al otro lado.
Respiraba con agitación, había subido las escaleras corriendo.
-Kenia — Sabía que era una estupidez, pero bastó con oír mi nombre en sus labios. Dejé de en nuevo el casco en el taburete y corrí a sus brazos. Él me sujetó en el aire y sin darle tiempo de decir una palabra, lo besé, con rabia, frustración, miedo... El deseo y la rabia se mezclaron, mordí su labio posterior y sujeté con más fuerza su cuello. Me dejó sobre el suelo.
   -Kenia... — No lo dejé continuar. Volví a buscar sus labios, desabroché su pantalón, e introduje una mano, la deslicé dentro de sus calzoncillos. En cuanto puse la mano sobre su pene, se endureció  Froté con fuerza, mientras tiraba de él dentro de mi casa. Él no se opuso.
Lo conduje al sofá. Mientras él me observaba detenidamente, le bajé los pantalones y los calzoncillos.
Saqué un preservativo de mi bolso y se lo puse. Me deshice de sus bragas. Me senté sobre él, e introduje lentamente su pene dentro de mí.
Lo miraba a lo ojos mientras me movía lentamente.
   -Kenia — murmuró. Agarró con fuerza mi cintura.
   -No. — Aparté sus manos. — Ahora yo tengo el control. — Empecé a moverme más rápido.



   -¡Joder! — Grité con los ojos cerrados. — Christopher. — Mis movimientos eras más frenéticos. Descontrolados. — Di mi nombre.
   -Kenia.
-Otra vez.
-Kenia. — Su voz hizo reaccionar a mi cuerpo. Terminé y mordí con fuerza su labio.
Me puse en pie, busqué mis bragas y volví a ponérmelas. No quise dedicarle ni una mirada fugaz. Aquello había sido un error, y si yo era consciente, él también.
Lo oí levantarse y abrocharse el pantalón. Me acerqué a la puerta y cogí el casco.
   -Espera, ¿te vas? — No contesté. Abrí la puerta y bajé corriendo las escaleras.
Llegué al garaje y me subí a la moto. Me puse el casco y arranqué.
   -¡Kenia! — Lo oí gritar mientras me marchaba.
Salí a la calle y conduje despreocupadamente hasta la autopista, sintiéndome extraña pero relajada, por un momento logré olvidar que Christopher era dolor, que dudaba de sus sentimientos, que no sabía como no extrañarlo.
Conduje sin fijarme en nada que ocurriera a mi alrededor.
Llegué a la autopista casi sin ser consciente. Entonces me percaté de que un coche igual al de Christopher iba detrás de mí. La paranoia me hizo acelerar lo máximo posible. El coche también aceleró.
Corría por la autopista sin prestarle atención a la velocidad. Él venía detrás de mí y yo no pensaba darle la satisfacción de alcanzarme. Apenas había dos coches en la carretera, por lo que no me costó avanzar. A él tampoco le costó.
Seguí un kilómetro más haciendo rugir el motor de la moto, esperando que se rindiera, esperando que redujera la velocidad, pero me pisaba los talones. El sol no me permitía ver con claridad.
¡Maldita sea! Podríamos habernos estrellado.
Entonces frené lentamente la moto y la aparqué a un lado de la carretera, me quité el casco y lo esperé a un lado. El coche se paró frente a mí.
Christopher bajó la ventanilla. Me observó en silencio. Su mirada cristalina era severa. Su mandíbula estaba llena de tensión.
   -Sube al coche — dijo sin más, con un tono áspero; distante. Lo llevaba claro.
   -No pienso dejar mi moto aquí.
   -Sube al coche y llamaré a alguien para que venga a buscarla.
   -¿A quién?
   -Kenia... — cerró los ojos unos instantes. — Por favor, sube al coche — su tono se había vuelto suave, dulce. Entonces abrió los ojos y me observó con una sonrisa. — A veces se me olvida que contigo las ordenes no funcionan.
   -No pienso ir contigo a ninguna parte — afirmé.
   -Tenemos que hablar, y lo sabes.
   -Sal del coche y hablemos.
   -¿En serio? — Me observó sorprendido.
   -En serio.
   -Kenia, estamos en medio de la autopista.
   -Aparca el coche. 
   -Kenia...
   -Yo no pienso ir a ninguna parte contigo — repetí, cortándole.  Resopló y aparcó el coche a un lado de la carretera junto a mi moto. Salió del coche y se aproximó a mí con decisión.
Su cabello bailaba al son del viento cálido que soplaba a nuestro alrededor, el tono dorado del sol hacía que sus ojos brillaran aún más de lo normal. Sus labios, su olor, su mirada... ¡Joder, era débil!
   -Te escucho — dije mirando al suelo, intentando desviar la mirada de sus ojos.
   -No te entiendo, Kenia. ¿Hemos vuelto a esto? ¿A que huyas después de acostarnos? Creí que habíamos superado todo esto. ¡Mierda Kenia, me siento utilizado! ¡Otra vez con lo mismo! — Estaba gritando. Y yo lo comprendía. Esa frustración, esa rabia. Esas ganas de querer soltarlo todo. — Me has utilizado y ni siquiera te importa cómo me haces sentir. Cómo tú... — su voz se suavizó.
Alcé la vista. Él ya no me miraba, se había dado la vuelta, ahora observaba a los coches pasar.
   -Sí te he utilizado. Porque no lo he podido evitar, porque lo necesitaba. Necesitaba sentirte, que me tocaras. — Entonces volvió mirarme. — Pero, a la vez te odio tanto.
   -¿Me odias? — sonrió irónico. — ¿Por qué me odias, Kenia? ¿Qué he hecho aparte de quererte?
   -¡Pues mira, primero dejaste que tu hermana me tratase como si fuera basura, me mentiste sobre tu relación con Eva, y para colmo, la has traído a Madrid y te paseas con ella por todas partes. Te ha importado una mierda como podía sentirme yo, y luego te atreves a acusarme a mi de egoísta! — Solté una una fría carcajada. — Supongo que lo que has hecho es no quererme lo suficiente. — Iba a replicar. Abrió la boca para hablar, pero en su lugar frunció el ceño y respiró con profundidad.
   -Tenlo muy claro, Kenia, siempre lo he dado todo por ti. Habría estado dispuesto a acabar con el mundo entero con tal de hacerte feliz. Aun cuando no había esperanzas nunca dude de que te quería, a ti y solo a ti. Pero esto es más de lo que puedo y quiero soportar, ser tu marioneta, tu títere al que utilizas cuando necesitas saciarte. Estás acostumbrada a que siga siempre tus pasos, a un amor seguro, pero es un amor que no te mereces. No voy a buscarte más, te sugiero que tú hagas lo mismo, porque esto se acabó definitivamente. Y te juro, te prometo, que aunque me cuesten mil vidas olvidarte, lo haré. — Sin expresión alguna en el rostro, caminó de vuelta a su coche.
Yo simplemente me quedé allí plantada. Sin aire en los pulmones, con el corazón saltándose los latidos, y las lágrimas adueñándose de mi rostro.
Definitivamente, las cosas buenas son efímeras.

💜Qué pensáis de la decisión de Christopher?
Os leo!!!

PERDIENDO EL ALIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora