CAPÍTULO 3 (INCONDICIONAL): (PARTE 2)

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Observé a Thiago en la oscuridad de la noche. Su mirada me acusaba. Me juzgaba.
-Me he quedado aquí para relajarme. — Señaló su coche al otro lado de la calle. — Para tranquilizarme. Intentando convencerme a mí mismo de que estaba equivocado. Pero claro, ¿qué tengo que pensar si veo a mi novia corriendo a los brazos de su exnovio? — Soltó una carcajada fría. — Te dije que no me mintieras.
-No te he mentido. Él me ha llamado de repente y ...
-Claro, tú no has podido resistirte. — Me quedé callada. — Vete a la mierda, Kenia. — Me dio la espalda y empezó a caminar hacia su coche. — Me largo de aquí.
Un impulso me hizo correr hacia el y apoyar mi mano en su espalda.
-No ha pasado nada. Te lo prometo.
-Porque he aparecido yo — replicó él.
De pronto escuché el ruido de un motor detrás de mí. El coche de Christopher recorrió la calle con rapidez.
-¡Christopher! — No pude evitar gritar y dar unos pasos en su dirección.
-Kenia — Me giré al escuchar la voz de Thiago. — ¿Qué es lo que quieres? — Volvió a repetir aquella pregunta. Otra vez, no tenía una respuesta.
Él caminó hacia su coche sin dirigirme otra mirada.
Me quedé allí parada, observando cómo se marchaba. Preguntándome qué estaba haciendo.
Me había pasado los últimos tres años extrañando un amor que creía perdido. Añorando cada aspecto de él. La forma que tenía de amarme, lo feliz que me hacía, sus ojos, su calor... Me había pasado tres años al lado del otro hombre extrañando a Christopher.
Pero tres años no pasan en vano. Tres años durmiendo al lado de Thiago, besando sus labios, amándolo y dejando que me amase.
Tres años amándolos a ambos.



Volví a casa y me acurruqué en mi cama. Dormir fue la única solución que encontré para no pensar.

Me desperté con las gotas de lluvia golpeando la ventana de mi habitación. Lo primero que hice al levantarme fue abrir mi armario, en busca de un chándal. Necesitaba desesperadamente correr.

Aun con la lluvia, bajé a la calle y me adentré en el parque. Me puse los cascos en los oídos, busqué una buena playlist, y después de estirar unos minutos, empecé a correr. Las gotas se hicieron con todo mi cuerpo, con mi pelo, mi cara, mi piel... Me venía a la cabeza la voz de mi madre, diciéndome que me iba a resfriar. Pero la ignoraba. Necesitaba saciarme. Que mis piernas acabasen doloridas. Necesitaba dejar de ser consciente de lo mala que había sido. Necesitaba ser clara conmigo misma.
Necesitaba aceptar mis sentimientos.

Corrí aproximadamente cuarenta y cinco minutos que me supieron a poco. Volví a casa dolorida, pero insatisfecha.

En cuanto entré por la puerta pude notarlo. Había algo extraño, pero no sabía qué era. Recorrí el salón en busca de aquello que percibía como diferente. Fui consciente en cuanto vi las llaves de Thiago sobre la pequeña mesa del salón. Volví a observarlo todo, y todo cobró sentido. Había aprovechado que yo me había marchado a correr para llevarse sus cosas. Realmente me conocía demasiado bien.
No estaban sus papeles del trabajo, ni su fotografía en la estantería sobre la televisión, faltaba su bolsa del gimnasio, su chaqueta de traje que estaba sobre uno de los sillones...
Fui directa a mi cuarto. Abrí el armario, y me encontré con la mitad vacío.
De repente, sin remedio alguno, me asaltaron las lágrimas. Mi corazón se encogió como si acabara de sufrir una pérdida. Por supuesto que la acababa de sufrir.
Se había llevado sus cosas sin siquiera avisarme. Sin siquiera darme una oportunidad de explicarme.
Miré el reloj de mi móvil y me apresuré a bañarme, si no me daba prisa llegaría tarde a trabajar.

Llevaba un traje de chaqueta y pantalón azul marino, y por de dentro, una camisa blanca medio abotonada. Ojeaba mi teléfono móvil, asegurándome que todo estuviera listo, hoy tenía una reunión importante con nuevos clientes. Me refugiaba en el interior de mi portal mientras esperaba el Uber. Con la lluvia no podía coger la moto. Debía plantearme seriamente comprarme un coche.
El Uber no tardó en llegar.


Repasaba una y otra vez lo que debía decirle al nuevo cliente. Debía vender la empresa. Dejarle claro que debía trabajar con nosotros y no con otros. Aunque realmente no sabía de qué iba la campaña, ni iba a llevarla yo, sino mi compañera Ana, pero como jefa del departamento, debía estar durante la presentación. Pero por más que intentara concentrarme, en ese momento, mi cabeza solo pensaba en Thiago, en sus cosas, y en lo mucho que debía odiarme en aquel momento.
Cogí mi móvil y me levanté de mi escritorio. Di vueltas por la oficina planteándome si sería buena idea llamarlo o no.
Finalmente decidí llamar. Me puso más nerviosa esperar a que contestara que escuchar realmente su voz. 
   -Hola — dije en cuanto descolgó.
   -Hola. — Fue comprensiblemente seco.
   -Esta mañana he notado que te has llevado tus cosas.
   -Sí.
   -Podrías haberme esperado.
   -No te ofendas, Kenia, pero no tenía ganas de verte.
   -Thiago, ¿podemos hablar las cosas, por favor? Tranquilamente, antes de tomar ninguna decisión precipitada.
   -Kenia, no...
   -Por favor. — Silencio. Largos segundos. Casi eternos.
   -Tengo un par de horas libres hoy durante el almuerzo.  Me pasaré por tu oficina.
   -Genial. — Colgó.
Ya habiendo hablado con Thiago, pude centrarme en mi trabajo.
Quince minutos después me puse en pie para dirigirme a la sala de juntas. Ana ya se encontraba allí, dejando los cuadernillos con la información de la campaña, frente a cada una de las sillas que rodeaban la gran mesa circular que se encontraba allí.
El cliente aún no habían llegado.
   -Buenos días, Kenia.
   -Buenos días, Ana. — Sonrió, pero era más que un evidente que estaba nerviosa; era su primer gran proyecto. Me aproximé a ella , y cogí su mano.
   -Lo harás muy bien. — Ella simplemente asintió. Casi incapaz de pronunciar palabra. — Confió en ti.
Ambas nos sentamos. En cuanto me dispuse a coger uno de los cuadernos, para averiguar de qué se trataba el proyecto, la puerta se abrió ante nosotras. Nos pusimos en pie para recibirlos.
Tuve que agarrarme a la mesa, al descubrir que, uno de los tres hombres que habían entrado en la sala era Christopher.



💜Os leo!!!

PERDIENDO EL ALIENTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora