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Diana.

Dos meses después.

Tres meses han pasado y lo único que me motiva a salir de la cama es mi trabajo y el que soy dama de honor de Amelia, si, la pelirroja se va a casar.

Hablando de ella, aparece en la puerta de mi habitación y hace una mueca al ver con que planeo ir vestida al centro comercial para ver una película y algunos de los preparativos.

—Vamos, bicolor, tienes que volver a ser tu.

—Sigo siendo yo, pelirroja.

—Tú nunca usarías un pants y una sudadera holgada para ir al centro comercial, normalmente te pondrías un top o una falda con una sudadera holgada.

Tiene razón, pero justo ahora lo que menos me importa es mi sentido de la moda.

—Bien, ayúdame a escoger una falda.

Se adentra en mi closet y de él saca una falda tableada blanca, me pasa mis converse negros y unas calcetas cortas blancas.

—¿Has pensado en ir al psicólogo? —pregunta cuando termino de vestirme.

—Si, muchas veces, pero si voy tendría que destapar cosas de mi infancia y ahora no me creo suficientemente fuerte como para hacerlo —me sincero poniéndome un collar y mis anillos.

—Eres demasiado fuerte, es decir, sigues de pie a pesar de todo. Y sí, te has derrumbado, pero siempre te levantas el doble de fuerte.

—Tal vez —es lo único que digo porque justo ahora solo estoy buscando una excusa para renunciar.

—Todo va a estar bien, bicolor —me abraza y lágrimas quieren escapar, pero no voy a arruinar mi delineado, hoy no.

Salimos del departamento, Noemí no puede venir, pues se fue a México a presentar a Gaia con su familia, Eric se fue con ella y su novia con los mismos planes.

Así que sí, he estado sola toda esta semana y aun falta otra, no me molesta; de hecho, me invitaron, pero tengo una campaña para una revista y justo ahora no quiero llorar frente a Day.

Aunque Cerbero ha sido mi fiel compañero, le he preparado panqueques especiales y paletas de hielo, hemos visto atardeceres juntos y me acompaña los domingos a ver la Formula 1; todos los domingos en los que hay carrera está muy atento a la televisión, le prometí que lo llevaría a una carrera y espero sea pronto pues a Eric también le gustan mucho.

Subo a Cerbero al auto y me posiciono en el asiento del copiloto, Amelia conduce hasta el centro comercial y cuando llegamos bajamos los tres en dirección al cine. Varias personas se acercan a pedirme fotos y con gusto se las doy.

Como siempre que salgo miro a todos lados esperando encontrar a ese alemán de ojos grises, pero como es de esperarse nunca está.

Después de dos horas de una extraordinaria película de terror psicológico, nos dirigimos a una sastrería muy famosa, ya que Amelia desea casarse con un traje blanco, mismo que me pidió diseñar y el cual va a mandar a hacer. Ella habla con el sastre y costea su traje, mientras yo recorro la tienda junto con mi pequeño.

Me detengo cuando Cerbero se sienta y levanta sus patitas delanteras quedando sentado solo con sus patitas traseras, esto quiere decir que tiene hambre.

—Yo también muero de hambre, bonito —lo cargo, pues debo aprovechar mientras aun pueda hacerlo ya que es unos meses estará demasiado grande y pesado—. Vamos por unas crepas ¿te parece?

—Pelirroja, voy por unas crepas ¿la misma de siempre? —cuestiono sosteniendo la puerta del local.

—Si, por favor. Espérame en la zona del comedor, ya casi termino.

Paradies [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora