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Diana.

Te odio Hades Meyer.

No lo haces.

Pero quisiera hacerlo.

Mentirosa.

Dos semanas han pasado desde nuestro reencuentro, y después de que él se fuera sin esperar una respuesta por mí parte, volvió al día siguiente y al siguiente después de ese, no decía nada, no me presionaba solo me traía flores y algunas veces el desayuno, hablábamos como solíamos hacerlo antes, me veía trabajar mientras él estaba sentado frente a mí.

Y eso me hizo recordar lo bien que funcionábamos juntos, lo bien que nos entendíamos y que la conexión que teníamos no esta rota, de hecho, se fortalece con cada día que viene a visitarme.

A la mañana siguiente de que me propusieran matrimonio y yo fingiera el desmayo vino Finn en busca de una respuesta a su pregunta, la cual no fue la que el esperaba, me dolió ver la desilusión en su rostro, pero fue algo que el mismo alimento. Después de un abrazo y agradecimientos por los dos años de relación se fue con el corazón roto, me sentí culpable ya que compartí mucho tiempo con él, pero lo mejor era ser clara y directa.

Y bueno, no faltaron los titulares de las revistas anunciado nuestro rompimiento y como de costumbre notas amarillistas venían en ellas. No me tome la molestia en hablar con los medios, pues cierto alemán mantiene mi mente ocupada.

—¿Qué hago? —cuestiono a los tres pares de ojos que me observan.

—Creo que hablo en nombre de todos al decir que vuelvas con él —habla Dante.

—Espera, ¿no lo odiabas?

—Eso era antes de verlo en persona y de una vez te digo que si tu no lo quieres yo voy seguns.

Rio y él parece alegrarse.

—No tan rápido italiano, yo iba seguns —contesta Eric.

—¿Y tú que quieres? —cuestiona mi mejor amiga.

—No lo se.

—Si lo sabes, pero no quieres admitirlo.

Siempre tiene razón.

Por eso me cae tan bien.

—¿Qué sientes por él? —pregunta Dante.

—No se.

—Ay ajá —murmura Eric.

—Todo sería más fácil si fuera el gato gordo de una señora, solo miau miau, nada de emociones ocultas —murmuro más para mí que para los demás.

—Ahí está —comenta Dante como si acabara de confirmar una de sus teorías—. Tienes miedo, occhi dolci.

—Si, mucho.

—Entonces significa que es lo correcto —me giña el ojo mi mejor amigo.

—Es que, no quiero que se vuelva a ir, no quiero volver a quedarme rota y tener que reconstruirme para que al final vuelva y termine pasando lo mismo, no quiero ese ciclo.

—Eso no va a pasar.

—Él también sufrió cuando se fue.

—Lo sé, es solo que me dolió ¿sí?, lo siento por el egoísmo, pero no quiero que vuelva a pasar.

—¿Por qué? —presiona Eric.

—Porque lo amo, ¡porque nunca deje de hacerlo!

Mierda, ya lo dije.

Paradies [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora