capítulo siete

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Se sentía frío, todo el camino al hotel, sus manos que no dejaban de temblar, sus ojos apagados, perdidos ante una lluvia que no paraba.

Luego de aquel baile que aterró todo de ella, bebió una inmensa copa de vino que se le fue entregada de repente, gracioso porque no estaba acostumbrada a beber. Quemaba toda su garganta, pero no importaba. Aquellas palabras que se clavaban dentro de su cabeza una y otra vez.

La inevitable forma de haberse descontrolado en la pista, ¿qué falta de respeto acabó cometiendo? Restregándose contra la entrepierna del novio de su mejor amiga, aquella que la quiso estafar, aquella que la rompió en miles de pedazos y no tuvo la valentía de recoger lo que quedaba de ella. Esa que la miró con ojos sorprendidos, tristes y cargados de una ira que intentaba disimular.

¿Por qué seguía sintiendo que Rosé la amaba a pesar de todo lo que le hizo? Porque era diferente, ella era diferente, le prometió que cambiará aquel día bajo la cabaña dónde frecuentaban en busca de dolor, con ojos llorosos, mirada suplicante.

Pero Lisa no podía decir nada, no podía hablar, tampoco mirarla bien. Solo era un maniquí, mientras que su corazón latía de miedo, de la pequeña esperanza, de que, tal vez, ella haya podido arrepentirse a sabiendas de que le dijo que se lo merecía. Y ahora, no es más que una mentira para poder terminar de acabar con ella, pero esta vez Lisa no iba a dejar que pasará otra vez, a pesar de la tanta decepción que todavía siente cada que la ve, riendo y fingiendo que está feliz de tenerla a su lado, de espantar a las mujeres de su novio.

Gira la cabeza con lentitud para verlo, él sigue con el ceño fruncido, los ojos oscuros fijos en un punto en particular, su cabello negro cayendo en su frente y sus labios decorados con ese piercing que sus dientes mordían. Lisa entrecierra los ojos con dolor, Jeon JungKook no merecía pagar por todo lo que ella está planeando, pero él es la única debilidad de Rosé, es el único punto que conoce para poder romperla así como lo hizo con ella.

La frustración cruza en todo su sistema, porque no puede mover su mano hacia sus muslos musculosos debajo de esa tela negra, no puede acercar su rostro hacia él y oler esa colonia de hombre adictiva. No puede y la enoja tanto, tiene que seducirlo y no hace el esfuerzo de tomar el primer paso.

Porque está claro que él solo la ve como una debilucha, frágil, y poco confiable mujer, que no va a traicionar a su mujer y solo espera a que ella se duerma para poder buscarla y desquitarse con lo que sea. Lisa sabe que eso es lo primero que él puede hacer y eso la enoja, ¿por qué entonces le dijo todo eso en el baile?

¿Solo para provocarla? ¿Humillarla por su fobia al no poder entregarse? Que ridículo. Lo era. Porque Lisa ya no temblaba, ni su corazón latía, ni su respiración fallaba cuando él la tocaba, ese baile, esos besos, esa caricia en su cintura. Si ella lo detestará, lo hubiera empujado y hubiera acabado con todo, pactando lo del contrato y acabando con Rosé así y ya.

Pero, no iba a disfrutar nada de eso.

No iba a disfrutar de ver lágrimas en los ojos de la rubia, esas mismas lágrimas que Lisa le regaló aquel día.

Respira con fuerza, piensa que puede hacerlo por fin, hasta que nota como la limusina se detiene, JungKook es el primero en salir, cerrando la puerta con brusquedad, sigue enojado. Abre la del otro lado, sus ojos son un fuego que no se apaga, le ofrece la mano y Lisa quiere pedirle que no es necesario hasta que ve a los paparazzis escondidos en unos arbustos.

Lo toma de la mano, sus ojos detallan lo grande y venosa que es, al igual que los dedos largos, junto a los tatuajes, ya había rato que se las arranco. Se ruboriza sin poder caer en cuenta de lo avergonzada que está haciendo al admirar las hermosas manos que posee, llenas de anillos, el de matrimonio que se ilumina en su cara recordándole lo que está pasando.

❝the other woman❞ liskook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora