capítulo catorce

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Eran las una de la mañana, y ya han pasado siete horas desde que JungKook se fue, dejándola sola.

Ha intentado dormir, pero las pesadillas la amenazan junto con el increíble mal presentimiento que su cabeza tortura constantemente. No deja de sentarse en la cama, escuchando todavía el sonido de los autos andar, la noche fría al igual que viento dándole más pesadez a todo su sistema.

También había ido a buscar a Park JiMin, disculpándose por todo lo sucedido. Pero cuando lo encontró de frente en ese bar, de espaldas, solamente recordó al hombre solitario que cada vez que lo encuentras, no deja de lamentarse por todas las malas decisiones que tomo durante toda su vida. Dejar el trabajo, serle infiel a su esposa, y luego tomar como un maníaco.

JiMin le recordó a ese tipo de hombre, que es retratado varias veces en películas y en pinturas, con cara demacrada y ojos hinchados, pero nunca llorando. Sin embargo, era más triste ver que las mejores personas, son las que reciben el golpe más duro. Y no hay razón para que un hombre tan bueno como Park, este sentado en ese bar, como si fuera él el culpable de todo.

Y la suya propia, fue la que la arraso más. Aun así Seon Joy le estaba siendo infiel a Park JiMin, ambos vivían bajo una máscara de felicidad que no se rompía por nada del mundo, él era feliz con su esposa traicionera, y ella hacía todo lo posible para actuar como si lo amara, dándole todo tipo de cariño.

Ahora estaba arruinado, esa gran obra depresiva de teatro, por culpa de su esposo, y por ella misma, pues fue la que puso las tablas al revés durante el ajedrez.

No pudo verlo a la cara, no podía, era la primera vez que ocasionaba algo así.

Algo que no golpeaba directamente a ella, que no era hacía ella, que no trataban de hacerla sufrir a ella. Corrió escaleras arribas sin tomar el ascensor, e ignoró a todos cuando entró a su habitación, lamentándose como aquella mujer que lanzó sus hijos al río.

La habitación que compartía con JungKook estaba vacía, copas en la mesa transparente y hecha de vidrio, las sabanas de la cama completamente desordenadas, la piscina fría, los muebles poco acomodados—gracias a gran bofetada que aquella mujer le había dado, su cuerpo cayo entre uno de esos, tan débil como un palo—. No pudo comer ni tampoco quedarse quieta, paseaba de un lado para otro, a veces, bajando para ir a la cocina del hotel y pedir por favor que la dejaran cocinando. Ya era la tercera vez que se lo pedía a un hotel, y nadie le hacía caso.

Todos creían—bajo el pensamiento de Lisa—, que de seguro ella tenía problemas de ansiedad, o una dependencia a su marido muy decepcionante, por eso no hacían nada más que sonreírle y pedirle disculpas, de todas formas no podían actuar groseramente con una mujer tan famosa como ella.

La realidad es que, Lisa nunca ha tenido que depender de nadie, menos de él, y mucho menos de Rosé. Pero de seguro eso era lo que la gente veía en ella por poseer un rostro decaído, un cuerpo débil, una fobia aterrorizante y una tartamudez humillante.

Su teléfono estaba allí, Lisa lo había tomado para ver y saber. Algún mensaje, alguna llamada perdida que se pasó de largo. Se regañó a sí misma por tener el deseo incluso, de ella mensajearle.

¡No había razón absoluta! Lisa lo que quería era paz, disfrutar y cumplir con su plan, no hacer personas llorar, no querer que nadie la defienda.
Porque no se lo merece.

¿Y sí JungKook se arrepintió? Para nada, no solo sabía el orgullo que ese hombre cargaba encima, si no su terquedad. Si hubiera sido así, quizás hubiera vuelto, enojado, pero vuelto. La cama seguía vacía con ella sentada, sola, como siempre ha estado. De solo imaginar a un hombre tan peligroso como él planeando hacerle la vida imposible a alguien, le ponía los pelos de punta.

❝the other woman❞ liskook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora