Achtzehn

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Ojos marrones.

Cabello negro.

Pulseras.

Y una sonrisa tan brillante que te cegaba.

Así eras tú.

Con esa inmensa sonrisa,

que te dejaba tan ciego,

que no podías ver que sólo era,

una ilusión óptica,

que ocultaba las cicatrices.

Entre páginasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora