Vierzehn

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Sola.

Siempre estuve sola.

Y nunca noté,

a las muchas personas,

que estaban a mi lado.

Pues muy pocos me veían,

como en realidad era.

Con las lágrimas.

Las voces en mi cabeza.

Los cortes.

Y los gritos en la oscuridad.

Pocos veían.

A la chica,

que rogaba que alguien,

caminase hacia ella

y la abrazase.

Le dijese,

que todo estaba bien.

Que le susurrase al oído:

Ese estoy aquí,

que tanto necesitaba.

Pero nadie lo hizo.

Y nadie me salvó.

De ese inmenso abismo.

Que veía diariamente.

Y que me sonreía,

diciéndome,

susurrándome,

que si saltaba,

todo acabaría.

Que él me esperaría al fondo.

Con los brazos abiertos.

Para darme ese abrazo,

que nadie nunca me había dado.

Y tal vez debía creerle.

Tal vez...

Sí, tal vez.

Entre páginasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora