• Capítulo 2 - Un presente brillante.

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[Lunes 8 de febrero del 2049] Doce años después.

—Amali, despierta.

La voz sonó al otro lado de las sábanas. El porte atractivo de un hombre de pelo albino, cual invierno de nieve recién caida, destacó en traje blanco mientras este se apoyaba contra la puerta y le hablaba a su hija, que aún estaba envuelta en la cama. En una de sus manos se encontraba un plato con el desayuno preparado, viéndose muy apetecible un gran sándwich muy elaborado. Con la otra mano sostenía un teléfono que no paraba de sonar al ritmo de su dedo pasando por el teclado.

Por el otro lado, atendiendo al llamado de su padre, la niña abrió lentamente los ojos. Su cabello, dorado como hilos de oro, se había desparramado por la cama durante su sueño placentero y uno que otro mechón había parado en su boca abierta y babosa, haciendo que los escupiera al darse cuenta. Los preciosos iris de la pequeña se revelaron una vez que separó los parpados y el hermoso color áureo se hizo notar al instante, acompañados de un pequeño brillo peculiar que desapareció al mismo momento.

La niña adormecida pateó con una pierna la cobertura que la tapaba y extendió por completo su cuerpo en pijama celeste sobre la cama. Con un bostezo que mostró su hilera de dientes blancos, se llevó un puño a los ojos e intentó pelear con la somnolencia que intentaba dominarla de nuevo. Las lecciones en el dojo le habían pasado factura con lo intensas que se tornaron el fin de semana.

—Mmm, ¿uh?... Espera.—Dejando de lado sus murmullos adormecidos, Amali paró de estirarse en su lugar y de repente abrió los ojos por completo: se había dado cuenta de algo. Levantando el torso de un movimiento, miró sobre el cajón junto a su cama con ligero pánico. Allí lo vio; en el pequeño reloj de mesa que tenía se podía vislumbrar la hora, y marcaba las siete y veinticinco para su horror, era más de quince minutos tarde.

Sus ojos perdieron cualquier rastro de pereza al instante.

—¡Papá! —gritó, saltando de la cama con un impulso de atleta y una cara llena de horror, lanzó su almohada al otro lado de la habitación y apartó sus mechones dorados con apuro. Corrió hacia el armario rosa y lo abrió de par en par sin medir consecuencias—¡¿por qué no me despertaste antes?! —exclamó al mismo tiempo que buscaba desesperadamente algo entre toda la ropa.

El hombre que no apartó la mirada de su teléfono solo se encogió de hombros y dijo:

—Debiste escuchar tu despertador, hija. Te dije que estaría ocupado esta mañana —I
Él ignoró la clara mirada de enojo y desespero que le mandó ésta como respuesta y simplemente continuó hablando—.Oh, ¿y estás buscando tu uniforme? Te lo dejé en el borde de la cama, mira, justo ahí.

Siguiendo la mirada de su padre, que se había movido hacia donde dijo, Amali dejó de moverse con la vergüenza subiendo a su rostro. No se había percatado de eso en lo más mínimo, claramente tenía el sueño pesado. Pero no perdió más el tiempo y rápidamente se apresuró a cambiarse, tirando su pijama a cualquier parte.

—Ey, mocosa, lávate los dientes primero, y ordena eso. —señaló sin mirar donde había terminado el conjunto estilizado de ropa de cama color cielo, de bastante buena calidad como para ser tirado así. Ella se subió la falda escolar y replicó.

—¡No hay tiempo, papá!

Este tenía que ser el primer día perfecto de la pequeña rubia, pero aparentemente sus espectativas fueron arrastradas al mundo de los sueños para nunca volver a ser vistas. Ahora lo único que le quedaba por hacer era al menos llegar a la escuela antes de que terminase el primer periodo. Lastima para ella que su padre no tenía el mismo apuro.

—Soy yo el que te llevará, y no me moveré hasta que vea que te lavaste la cara, doblaste eso y lo pusiste correctamente en su lugar. —comentó casualmente. A lo que ella solo pudo retorcerse por dentro.

Resplandor: la historia de una niña celestial.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora