Interludio: La caída de las hadas.

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El horror estaba presente en el bosque más mágico de antaño hace mucho, gritos de agonía y lamentos de locura de niños atormentados se escuchaban en una tierra devastada por fuerzas de miedo.

Árboles caían, quemados y destrozados por tropas de seres grotescos. Demonios de cuatro brazos y tres cabezas hacían temblar el suelo con sus pisadas, se alzaban enormes, sus rugidos fueron la desesperación de los habitantes del antes hermoso mar de vegetación, del ahora extinto paraíso armónico.

-¡Volad, iros lejos, dispersaros de aquí! -gritaba una pequeña voz dentro de todo el caos, profundamente agitada y rota por el dolor. El destello de las alas de cientos y cientos de hadas multicolor se veían difuminando el cielo nocturno, solo para que ese brillo mágico fuera incinerado por pilares de fuego solo segundos después. Desde tierra, los invasores no mostraron el más mínimo apice de piedad.

Las consecuencias de la gran guerra habían caído sobre el hogar de las protectoras de la naturaleza. La comandante de las fuerzas de resguardo veía horrorizada la destrucción de su bosque, desesperadamente intentaba aminorar la masacre que se estaba llevando a cabo contra su gente. Corría salvando a quienes podía, comandaba sus tropas que minuto a minuto iban disminuyendo en número.

-¡Maten a todos los insectos!, ¡consumanlos!, ¡ganen poder de sus vidas, tropas mías! -El grito y la risa maniaca del líder enemigo resonó entre los árboles en llamas. Miles de alaridos infantiles, provenientes de las hadas restantes, hicieron eco una vez que los demonios se movieron siguiendo sus órdenes.

Pedazos de tierra como montañas se movían para repeler a los invasores, ramas gigantes crecieron de la magia de las hadas para defender sus vidas, enredaderas les ganaron tiempo, enfriaban sus cuerpos con hielo mágico para no morir. Lagos enteros flotaron en el aire, para luego caer, intentando desesperadamente apagar el fuego imparable que seguía consumiendolo todo. Pero las llamas no cesaron, el enemigo tenía la ventaja en la batalla desde el inicio.

-¡Estas tierras, este bosque, todo será envuelto en mis llamas! -gritó el comandante enemigo. Pero un maso de rocas tan grande como una colina interrumpió su discurso, mandandolo a volar.

Del cielo llovieron estacas de hielo, como obeliscos de cristal invernal, chocaron contra el demonio intacto. El bosque entero pareció moverse para restringir al invasor, mientras que este quemaba todo lo que se encontraba a su paso con una rabia imparable.

Contra el demonio primordial, peleando contra el principe de la Ira Original, Zarión, estaba el último Gran espíritu del bosque, este era el único que quedaba de los siete guardianes de las hadas.

Con su cuerpo de madera, su arma forjada de una montaña y con el bosque respaldandolo, le hizo frente al demonio negro de seis brazos y cabellera de fuego.

***


-¡Ayuda, ayudenme! -una driada herida rogaba por apoyo mientras uno de los demonios consumía su brazo frente a ella.

-¡Duele, duele mucho! -gritó la joven hada a la que le habían arrancado las alas, sufría en agonía tirada en el suelo, apunto de ser devorada.

-¡Escapen, vuelen! -gritaron las guerreras a sus retoños, dando sus últimos alientos de vida mientras peleaban.

-¡¿Dónde están los demás guardianes?! -La desesperación inundaba los corazones de los duendecillos del bosque.

Ya solo unas pocas hadas se veían capaces de enfrentar a los demonios berserkers que las atacaban, muchas más solo huían o intentaban salvar desesperadamente a los suyos que habían caído en la magia enemiga.

El santuario de las hadas había sido violado, las barreras habían caído, sus protectores fueron derrotados.

-¡Comandante Valerie! -Una única hada brilló en el cielo sobre las sombras enemigas. La pequeña que portaba una armadura de madera y una sola espada, levantó ambos brazos al aire en vista de toda su gente.

En los ojos de Valerie se veía el reflejo del infierno.

Sus hermanas eran devoradas vivas por monstruosidades diez veces más grande que ellas, muchas morían en agonía siendo aplastadas en sus garras. Los demonios corrían por los árboles incendiados, trepaban a las copas prendidas en fuego como si no tuvieran ningún peso, y saltando atrapaban en el aire a las hadas que intentaban escapar, otros usaban su extraña magia para incapacitar y matar a cuánta criatura mágica encontraban, nada se les escapaba.

Valerie no lo soportó por más tiempo, sus ojos lagrimeaban de impotencia, rabia y dolor. Su alma y espíritu estaban rotos.

-Lo siento... -se disculpó con sus aliados que quedarían envueltos en su ataque. Ella salvaría a cuántos pudiera... sin importar el costo.

-[Fulminis] -recitó como sentencia.

El cielo rugió furioso. Acompañando a un destello blanco que cubrió el área, un enorme pilar electrico descendió a la tierra. Un rayo de dimensiones cataclismicas barrió el sector del bosque en segundos.

Temblores agrietaron la tierra, los arboles, las hadas, los demonios y las bestias mágicas en el rango de un kilómetro fueron alcanzadas, toda vida fue instantáneamente calcinada por la onda eléctrica y el suelo se cubrió de cenizas.

Los gritos de horror se escucharon una vez más.

El pequeño cuerpo de la comandante Valerie se secó y cayó del cielo volviéndose polvo. Ella había usado su vida como coste en su último intento de proteger.

El demonio de la Ira, Zarión, se rió como un desquiciado al ver aquello, mientras que a sus pies se volvía cenizas lo último que quedaba del espíritu guardián, con ese, cuatro en total habían caído ante él.

***

La princesa de las hadas sollozó en su vuelo desesperado. Veía a lo lejos como su hogar, sus súbditos y su amiga se desvanecían en la masacre.

Quedaban solo doscientas y pico de hadas siguiéndola, todas jóvenes y niñas que estaban profundamente dolidas y en shock. Ella no tenía ni idea si eran las únicas que habían logrado escapar, pero no podía preocuparse por eso en ese momento.

Necesitaban un lugar en donde refugiarse. Esos seres las perseguirán, es lo que cada una de las hadas tenía en mente. Miedo, dolor e impotencia dominaba en sus corazones.

Y en su momento más bajo, las hadas escucharon una voz desconocida que retumbó repentinamente en el espacio.

-¿Niñas, necesitan ayuda?

Todas se detuvieron, congeladas en su lugar, horrorizadas.

La princesa de las hadas, Eveline, miró hacia arriba asustada.

Como un firmamento oscurecido, negras escamas cubrían una parte del cielo estrellado y una colosal figura las miraba con sus cuatro ojos dorados, como imitaciones de estrellas que las alumbraba.

Resumaba una presencia que las paralizó del terror. No sé imaginaban que con sus capacidades ninguna se percataría de que tal ser se acercaba a ellas.

Era enorme.

Era imponente y magníficamente aterrador.

Aquel ente era familiar para la princesa, ¿y cómo no?

Pues ese era...

-El Rey dragón... -susurró abatida, Eveline, la última de la familia real. Que sin saberlo estaba viendo...

A su única salvación.

Resplandor: la historia de una niña celestial.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora