Introducción - El inmortal y la esperanza.

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—¿Cómo te llamas?

La voz de un ente ancestral resonó por los fríos pasillos de un palacio celestial. Techos de oro, paredes de cuarzo resplandeciente y extravagantes decoraciones, más allá de cualquier alcance humano, se pintaron como escenario.

La solitaria niña rubia pegó sus inmaduras alas blancas a su espalda y bajó la cabeza, sus manos temblaban y de su mente no salía nada que pudiera decir. El hombre vestido de negro, alzó una ceja; su apariencia humana, creada para ser lo más perfecta posible, reveló en su rostro una expresión de curiosidad. Eso era raro en él.

—¿No quieres responder? —preguntó con el mismo tono de voz apagado, con una presencia autoritaria que resonaba por los pasillos, pero con una indiferencia marcada en sus ojos. Él estaba de visita en aquel lugar, y como tal tenía asuntos más importantes que hacer en lo profundo del palacio, pero el aura dorada que irradiaba la niña había llamado su atención en un instante y lo detuvo de continuar adentrándose. Él quería saber más de la pequeña ángel.

Se agachó sobre una rodilla al no haber recibido respuesta una vez más, la niña incrementó sus temblores como consecuencia. El hombre apartó los mechones de cabello rubio que tapaban la cara de la pequeña cabizbaja y habló de nuevo mirándola a los ojos, a sus hermosos ojos dorados.

—¿Por qué me temes? —interrogó, genuinamente intrigado del porqué de ello, se había asegurado de ocultar su poder lo suficiente para poder evitar ese mismo tipo de problemas.

La rubita al verse incapaz de hacer otra cosa, finalmente casi en un susurro, respondió.

—... me matarás. —Eso fue lo que salió de su boca.

El hombre alto y de cabello blanco, no pudo evitar parpadear de la sorpresa por tal afirmación.

—¿De qué estás hablando, niña? —Sin duda, esa no fue la respuesta que había esperado, menos aún de una infante que no parecía ni haber alcanzado aún el despertar de su linaje ancestral. Cómo mucho le calculaba unos trece o catorce años al ver fijamente el largor de las plumas al final de sus alas, pero para los ángeles esa edad era equivalente a los cinco o seis años de un niño humano normal, cosa que se reflejaba bastante bien con su apariencia.

—No importa cómo intente pelear contigo, no ganaré, moriré.

Pero aún así, la niña seguía diciendo esas cosas. El mayor usó sus ojos para analizarla, y al observar bien, se dió cuenta de que aquella pequeña en realidad ya había despertado su linaje. Tenía una absurda cantidad de poder mágico y además también unos ojos mucho más maduros de lo normal.

—Eso es extraño, ¿por qué quieres pelear conmigo? —El hombre indagó, él debía saciar su curiosidad.

—Mi deber es pelear. —Fue lo que dijo la niña mientras dejaba de temblar, ella quiso encarar al ente que la interrogaba, pero al momento de intentarlo, la niña quedó hipnotizada por los ojos místicos del hombre.

Ojos mágicos que la analizaban, que la atravesaban y que poco a poco le hacían perder el miedo primordial que había adquirido al conocerlo.

—¿Es eso así? —Él usó algo de magia para calmarla, al parecer la niña tenía unos sentidos e instintos demasiado agudos para su edad, lo que le permitió vislumbrar un atisbo del poder del hombre. El peliblanco sonrió levemente ante la mirada atontada de la pequeña, —... aunque eres muy joven, y débil, ¿por qué tienes ese deber?

—Porque soy la única que podrá defender a mi gente del gran mal. —pronunció la niña con gran determinación, apretando los puños y mostrando una vitalidad y valor que hace solo unos instantes no existían.

Resplandor: la historia de una niña celestial.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora