•Introdución: soliloquio de un inmortal.

24 8 23
                                    

Como un personaje de un cuento de hadas que hace mucho terminó, me mantengo erguido en la eternidad. Un errante sin rumbo fijo, incesantemente buscando los rastros de emociones que aún se atrevan a habitar mi alma, buscando razones que justifiquen mi existir.

Mis pies avanzan con determinación, mi mirada penetra los misterios del mundo, y mi ser, inmortal e imperturbable, persiste a través de los ciclos del tiempo.

Más lo que siento es un vacío, mi mente alberga conocimientos que trascienden eras, pero su utilidad se desvanece. Mis habilidades, forjadas en incontables batallas, languidecen en la penumbra.

La era en que nací se desvaneció incluso de la memoria de las estrellas. Mi existencia se entrelaza con la naturaleza misma, una parte indisoluble de lo que perdurará por siempre.

Mis recuerdos narran cuentos que nunca cesarían si los contara. Mi presencia ha tocado cada rincón de estas tierras, como si fueran una extensión de mi propio ser.

He sido testigo del nacimiento y la extinción de innumerables seres, del ascenso y la caída de héroes y villanos. Algunos buscaron el poder supremo, mientras que otros se postraron ante fuerzas inmundas y de temer.

Gigantes y ángeles, elfos y dragones, humanos y muchas más criaturas han cruzado mi camino. Desde el titán que forjó el arma de los dioses y el ángel que la portó, hasta el humano que desafió los mismos cielos con su sola espada y valor.

Yo lo presencié todo.

Aprendí de ellos, crecí viendo sus glorias y tragedias, y su legado se convirtió en mi carga.

Aprendí a luchar, enfrentando monstruos y hombres, perfeccionando mis habilidades hasta convertirme en un guerrero incomparable, enseñado por un humano, me convertí en un dios.

Crecí en sabiduría, sumergiéndome en antiguos tomos y conversando con los sabios más eruditos. Su conocimiento se volvió mi tesoro más preciado.

Aprendí sobre la magia y la tecnología, vi su evolución a través de las eras y dominé ambos. Nadie podía igualarme, mi inmortalidad me hizo invulnerable.

Aprendí a amar y sufrir. Mi corazón se encariñó con una mortal, y la traje desde los mismos cielos para ser mi compañera. Su ausencia posterior dejó una herida que nunca sanaría.

Aprendí a llorar y a proteger, a cuidar de una niña que se convirtió en mi razón de ser. De una mocosa que floreció en una hermosa mujer, en una guerrera de temer.

Aprendí a odiar y a vengar, desatando mi ira contra aquellos que me causaron dolor. Mi ira convirtió la tierra en ceniza y el cielo se fracturó con mi furia.

Me convertí en un devorador, consumiendo todo para crecer. Siglos eran solo momentos, milenios un suspiro, mientras yo persistía, testigo de la interminable creación.

Me llamaron Dios y me llamaron Demonio, un protector y un destructor. Al final, me convertí en un espectador, un ser que observa sin interferir, mi silencio se volvió absoluto.

Ahora, en mi existencia inmortal, continúo mi peregrinaje. Soy un caminante entre eras, buscando el próximo capítulo en mi interminable viaje, viviendo historias que jamás olvidaré.

¿Quién soy, te preguntas?

Soy lo que algunos llaman primordial.

-Soliloquio de un inmortal.

Resplandor: la historia de una niña celestial.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora