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Sentado en la banca del parque, mirando a las nubes grises que hacían del día algo fresco al obstruir un poco el paso de los rayos del sol, Izuku esperaba con una sonrisa en el rostro.

Era domingo por la tarde y había llegado temprano a su cita que originalmente había sido planeada para el sábado. Al parecer era más puntual de lo que que mismo se esperaba.

El pecoso, a cualquiera que le preguntara, podría decirle que se encontraba feliz y emocionado, pues aquella -a pesar de no tener planeado hacer la gran cosa- era probablemente la cita que más le había emocionado en su corta existencia; y es que, aún se sentía un poco irreal que las cosas que en algún momento solo se imaginó y tachó como una locura, por fin estuvieran sucediendo.

Aprovechando que una vez más había llegado antes de tiempo a su encuentro, sacó su teléfono de su bolsillo y después de colocarse los auriculares, se recargó en el asiento y cerró los ojos para dedicarse a sentir con mayor detalle la suave brisa que le acariciaba el rostro con un gesto delicado y la gustosa melodía que le brindaba alegria.

Pronto una presencia se sentó a su lado y bastó con percibir el olor de su colonia para saber que se trataba de aquella persona a la que llevaba un rato esperando.
Aún sin abrir los ojos, ensanchó su sonrisa y giró un poco el rostro.

—¿Llevas mucho esperando?—Escuchó que le preguntaba, advirtiendo que el otro sabía que se había percatado de su presencia.

—Sólo un poco—contestó solo para después abrir los ojos y buscar los iris rubí que tan bien conocía—. ¿Qué tal el camino?

—Ha estado bien—respondió, desviando la mirada para no verse sonrojado a causa de la deslumbrante sonrisa del nerd de su lado—. ¿Qué hay de ti?

—También ha estado bien—devolvió—. ¿Cómo está Mayu-san?

El rubio le había contado, por supuesto, de sus motivos para invertir el día de sus planes. Él no conocía bien a la abuela del cenizo, apenas tenía memoria de haberla visto una o dos veces durante sus tiempos de estudiantes de primaria, pero se suponía que era una mujer amable y cariñosa, justo como lo era Masaru; y por ende, no había hecho más que sentir curiosidad al saber que era el motivo por el que sus planes habían cambiado un poco.

—Está bien. Ha venido a ayudarme a hablar con la vieja bruja—explicó, ocultando sus manos en los bolsillos de su abrigo y mirando al nublado cielo. Internamente se enorgulleció de haber mirado el reporte meteorológico antes de salir y traer consigo un paraguas lo suficientemente grande para dos personas.

—Oh... ¿y qué tal ha salido?

Cuestionó con cautela y a la vez, un tanto sorprendido. Él no se esperaba que Kacchan le contará a sus padres de manera tan pronta y mucho menos se esperaba que hasta su abuela resultará enterada, y aunque le alegraba, también le generaba ciertos nervios.

—Mejor de lo que esperaba. Resulta que solo había mal entendido un par de cosas.

Kacchan le contestó con una calma inimaginable, una con la que sólo pudo sentir una calidez indescriptible en su pecho y esperar a que su acompañante siguiera hablando.

—Resulta que a pesar de todo, no tiene problema alguno con esto.

—Me alegro tanto de saberlo, Kacchan.

—Pero dime algo, ¿desde cuando le dijiste a tu madre acerca de...?

—Desde hace meses—contestó, sabiendo que el rubio a su lado tenía algo de dificultad para decirlo en voz alta, y  siendo consciente, de que, ciertamente él tampoco quería decirlo—. Ayer me dijo mamá que habló con Mitsuki-san, por lo que me imaginaba que hablarían... me siento tranquilo al saber que ha resultado bien.

Invasión Mental || KatsudekuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora