ALBA | taegyu TXT

Saltar o volar

Estudiar en un café en Corea del Sur es un gusto que muy pocos estudiantes se pueden dar, es caro y a veces el tiempo que te permiten pasar dentro de las cafeterías es reducido, sin embargo, siguen siendo uno de los lugares favoritos de Sangah. Solía ahorrar lo suficiente durante la semana, así, podía costearse por si misma al menos tres horas ahí, como siempre fue una chica inteligente, medianamente extrovertida y con un carácter suavemente fuerte, -si eso tiene sentido- no le era difícil encontrar trabajos de medio tiempo o trabajos nocturnos, últimamente se encargaba de dar tutorías de inglés a niños pequeños y eso le permitía darse pequeños lujos, claro que era dinero que podía pedirle a sus padres, pero prefería esforzarse por si misma.

Aquel martes por la mañana, su agenda le dio un respiro, por lo que pudo abrirse una hora libre en medio de todo el ajetreo y, aún así, la estaba usando para repasar apuntes viejos mientras bebía un americano bien cargado que lograría mantenerla activa toda la tarde.

Las distracciones estaban fuera, tenía su teléfono en silencio, los tapones para los oídos bien puestos y sus lentes reposaban sobre el puente de su nariz de forma adecuada, pero -aún con toda esa burbuja de soledad- no lograba concentrarse, porque había un tema que la acechaba como un tren pronto a llegar a la estación.

Un tren llamado Choi Beomgyu.

Llevaba varias semanas pensando en su novio, y no de la forma que le gustaría.

Mucho tiempo, Beomgyu acaparó su mente como un jardín de botones, retoñando con ferocidad al mero toque de sus manos, sorprendiéndola con cada pétalo nuevo que dejaba ver su aterciopelado interior. Sin embargo, ahora, ese lugar de paz lleno de aroma florar parecía estarse secando, y -tal como la Bella y la Bestia- sentía que apenas quedaba una rosa de pétalos marchitos que sostenían el tiempo a su definitivo adiós.

Suspiró, dejando caer su cabeza entre sus manos, masajeando sus sienes para tranquilizar sus aturdidos pensamientos, buscando sacar de su cabeza la cara de ese tonto que ya la había mantenido despierta por varias noches.

Sangah estaba empezando a agotarse por no encontrar una solución, sabía que de haber sido otra persona, aquello se habría acabado hacía mucho tiempo, sabe que de haber sido un poco menos perfecto, Beomgyu se hubiera despedido mucho antes. Mas, ahí estaban, ambos, recordando con nostalgia los tiempos donde se deseaban con locura, dónde se besaban con necesidad, dónde se amaban sin parar.

Era difícil aceptar que algo tan bueno estaba dando sus últimos respiros, como cuando pides una limonada refrescante en un día soleado y tan sólo te quedan dos tragos, quizá había tratado tanto de preservar tanto el jugo que ahora que los golpeaba el invierno, no quería beberlo más.

Ahora necesitaba café.

Dió un largo trago a su termo, enjuagando sus ideas en el amargo sabor de aquel americano sin azúcar.

La campanilla del local sonó, dando a entender que un nuevo cliente había llegado. Quizá si Sangah hubiera estado con los oídos despejados, hubiera notando antes que la chica de cabellos rosados que tenía a pocos pasos, era una de sus mejores amigas de la preparatoria.

- ¿Hmm? ¿Sangah? ¿Yoon Sangah? - La chica se acercó a la mesa, mirando a la peliazul sacudir su melena con frustración. - ¿Sangah? - Volvió a preguntar, ahora divertida.

- ¿Eh? - Sangah levantó el rostro, tirando de los pequeños hilos de goma de sus tapones, liberando sus tímpanos para escuchar mejor. - ¿Nayoung? - Achinó los ojos, para asegurarse que no estaba alucinando. - ¡Nayoung! - Exclamó, ahora con seguridad, poniéndose de pie para poder acunar entre sus brazos a su vieja compañera de pupitre.

- ¡Hola! ¡Cuánto tiempo ha pasado! - Dijo ella, con la misma emoción, parándose levemente de puntitas para poder equiparar un poco la diferencia de altura. - ¿Has estado bien? - Preguntó al separarse, sosteniéndola por los antebrazos y mirándola de arriba abajo. - A pesar de estar estudiando medicina te sigues viendo igual de increíble.