El pasajero

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La cabeza de Beomgyu estaba un poco aturdida, llevaba más o menos cinco minutos despierto y no se atrevía a girarse sobre la cama por el miedo de encontrarse cara a cara con Kai, porque, aunque no recordaba muchas partes del día de ayer gracias a su crisis nerviosa, tenía muy presente lo que había hecho.

Sentía que su cara estaba sudando, y sus manos, aferradas a la sábana para evitar destaparse, empezaban a humedecer los dobladillos.

Tomando aire y con una decisión algo vaga, volteó su cuerpo rápidamente, quedando cegado unos instantes gracias al rayo de sol que pegaba directo desde su ventana.

Miró a su alrededor, tratando de acostumbrarse a la luz y buscó a su compañero de habitación -al menos por esa noche- por toda la pieza.

- ¿Hueningkai? - Preguntó, confundido, en voz alta, sin recibir una respuesta.

Se rascó detrás de la cabeza, se sentó con cuidado y echó un segundo vistazo, ¿se había ido? Es decir, no lo culparía, después de ayer, quizá se sentía demasiado incómodo para seguir ahí, además, aún eran días de escuela, puede que simplemente haya ido a clases, pero era extraño que no lo haya despertado, al menos para despedirse.

Despacio, se deslizó hasta el filo de la cama, buscó con sus pies sus pantuflas a la orilla de la base y con cuidado de no marearse se puso de pie.

Se dirigió hasta la puerta de su habitación, dispuesto a bajar a la cocina por algo de agua, pero una vez que abrió, un olor a huevos fritos y pan con mantequilla invadió sus fosas nasales, abriéndole de inmediato el apetito, haciendo que su estómago rugiera como un motor.

- ¿Kai? - Volvió a preguntar, a medida que se acercaba a las escaleras y empezaba a bajar lentamente. - ¿Eres tú? - Añadió.

Antes de llegar al último peldaño, la inigualable presencia de Hueningkai, acompañada de una enorme sonrisa y una tasa de café, se pintó justo frente a él.

- Hola, me asustaste. - Musitó Kai sin dejar de sonreír. - Que bueno que despiertas. - Añadió, mientras extendía la tasa y esperaba a que su hyung la tomara.

Beomgyu se quedó pasmado por unos segundos, hasta que sus manos reaccionaron y de afianzaron a la bebida que le entregaba. Hueningkai era realmente un caso, podría jurar que ese chico brillaba cada que hacía acto de presencia.

- Hola... - Suspiró, sacudiendo un poco sus cabeza, con la intención de poder acomodar sus ideas. - Creí que te habías marchado. - Musitó Beomgyu.

- No, me levanté temprano e hice de desayunar para ambos. - Lo tomó por la muñeca, llevándolo hasta la barra de la cocina, donde reposaban dos platos con dos huevos estrellados y una rebanada de pan cada uno, además de dos pequeños bowls llenos de fruta picada con miel y granola. - Tuve que asaltar tu alacena, espero no te moleste. - Se disculpó el menor, haciendo una reverencia.

- No, no me molesta. - Beomgyu lo miró. - Pero pudiste avisarme para ayudarte aunque sea un poco, al fin y al cabo eres mi visita. - Dijo, algo apenado de tener que ser atendido por Kai como si se tratara de una maid que complace los deseos de su amo.

- No fue nada hacerlo solo, te avisé ayer que lo haría, además, quería que descansaras, fue un día demasiado largo, dime, ¿dormiste bien? - Aquella inmensa a inigualable sonrisa, hicieron que Beomgyu se sintiera bienvenido, incluso estando en su propia casa.

La compañía de Hueningkai era demasiado agradable, su persona inspiraba paz, tranquilidad y calidez. Todo él era como el retrato perfecto de un lugar seguro.

- Sí, fue bastante reparador. - Musitó el pelinegro. - Me sentí mucho más tranquilo sabiendo que te quedaste, muchas gracias por eso. - Hizo una reverencia, que fue interrumpida por los brazos del rubio, que lo hizo enderezarse enseguida.

ALBA | taegyu TXTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora