¿Y qué debo hacer...?

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Dos días atrás.

Hueningkai se acercó lentamente hasta Beomgyu, tanteando el terreno para evitar hacerlo sentir incómodo luego de aquella conversación con su... ¿Novia? No habían roto, al menos no de forma explícita, pero era obvio que ya no eran una pareja.

- De alguna forma, esperaba que no sucediera algo así. - Musitó Beomgyu. - Llevo tanto tiempo con Sangah que estar sin ella se para escucha como algo imposible. - Añadió, haciendo un mohín que lo hizo ver cómo un niño pequeño.

- Beomgyu hyung... Soy más joven que tú, pero pienso que quizá tú y Sangah estaban, más bien, un poco encaprichados el uno con el otro. - Respondió el menor, con el mayor tacto posible, sentándose con cuidado a su lado, buscando tener la distancia adecuada para hacerlo sentir acompañado, pero no abrumado. - Desde mi perspectiva como espectador, parecía que querían extender algo que ya no tenía futuro sólo por mera costumbre. - Se encogió de hombros. - Creo que duele mucho aceptar que alguien ya no estará contigo, pero muchas veces es lo mejor para ambos, aunque ojalá hubiera sido diferente. - Frunció los labios, mirando hacia abajo, para después mirarlo por el rabillo del ojo y sonreír levemente.

- Hmm. - Se quejó el pelinegro.

- Lo siento si sonó muy atrevido de mi parte. - Se disculpó Kai inmediatamente.

- No te pago para que seas mi psicólogo. - Con esa burla y media sonrisa en el rostro, Hueningkai supo que Beomgyu no estaba realmente molesto por lo que había dicho.

- Ni siquiera me pagas. - Ambos rieron, hasta que sus risas se agotaron y la sala quedó en silencio.

Ambos miraban al frente, sentados el uno al lado del otro, sintiéndose extrañamente cercanos y a la vez como completos extraños; aunque se llevaban bien, parecía que jamás habían estado juntos por tanto tiempo, al menos no a solas, pero Beomgyu no quería dejarlo ir, se sentía débil, y por desgracia, Hueningkai era la única persona que estaba ahí a la cual podía aferrarse en ese momento.

- Hueningkai. - Habló. - ¿Puedo pedirte un favor? - Lo miró directamente a los ojos.

- Dime.

- Quédate está noche, ¿sí? No quisiera estar solo. - Aquello se escuchó como el ruego de un niño, lo que ablandó el corazón del rubio y le impidió negarse, aunque aquello lo estuviera condenando a algo de lo que después de arrepentiría.

- Sí, me quedaré. - Contestó, acercando su brazo a su hombro para poder acariciarlo.

El pelinegro recargó su cabeza contra el pecho de Kai, dejándose mimar al menos por ese instante.

Hueningkai se sentía culpable, porque estaba ahí, acicalando la nuca de Beomgyu, dándole cariño, aceptándolo en sus brazos, aprovechándose de su vulnerabilidad para poder tenerlo cerca, ¿pero qué podía hacer? Si Beomgyu necesitaba a alguien en ese momento y él estaba ahí, era como si los astros le estuvieran dando la oportunidad de escalar hasta lo más alto del espacio, sin percibir que la caída de vuelta a la tierra sería demasiado catastrófica.

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