Capítulo 24: The Lies We Tell

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Poppy Pomfrey había visto de todo durante su estancia en Hogwarts, desde huesos rotos, hechizos fallidos, lesiones de Quidditch, caídas de escobas, pociones que explotaban y objetos malditos, por lo que no le sorprendía que un alumno entrara inconsciente en el ala del hospital. Podía curarlos en un santiamén, a menudo dándoles el alta en un par de horas; un par de días o una semana a lo sumo en los casos más graves.

-¿Qué ha pasado?- había preguntado Poppy mientras colocaba el cuerpo inconsciente en la cama del hospital.

-Lo encontré en el pasillo del tercer piso-, respondió el profesor Dumbledore.

Poppy sabía que algo no cuadraba, sobre todo porque tenía la sensación de que había más en la historia de lo que él dejaba entrever. El profesor Dumbledore no le contó los detalles de nada y ella no se entrometió. De todos modos, no era asunto suyo.

-¿Le has hecho saber al profesor Potter que su hijo ha sido herido?- preguntó Poppy, sacando un trozo de pergamino en blanco.

-Lo haré cuando sepa el alcance de las heridas del señor Potter-, respondió el profesor Dumbledore con neutralidad.

Poppy no dijo nada mientras agitaba su varita, lanzando el hechizo de diagnóstico para conocer el alcance de las heridas del niño que vivió. Era una lista bastante corta (gracias a Dios), algunas de ellas eran bastante menores como raspones, moretones y una muñeca torcida. Esas eran bastante fáciles de curar. Sus ojos escudriñaron hacia abajo, donde todo empezó a empeorar cuanto más leía.

Tenía una profunda laceración en el brazo izquierdo que revelaba el músculo y no había dejado de sangrar, lo que significaba que necesitaba un reabastecimiento de sangre para eso. Sus ojos se abrieron de par en par cuando vio que el chico había estado expuesto a la maldición Cruciatus durante un par de minutos, y que había daños en la parte inferior de la médula espinal, junto con un par de vértebras rotas.

Decidió ir a lanzar otro hechizo sobre su médula espinal y, efectivamente, había daños por la caída sobre algo que tenía la fuerza suficiente para romper un par de huesos en la parte baja de la espalda, y también causar daños en la médula espinal. El lugar de la lesión ya estaba hinchado por la cantidad de nervios dañados alrededor de la médula espinal, lo que iba a hacer su trabajo más difícil. Desgraciadamente, estaba por encima de sus conocimientos para saber, especialmente en lo que respecta a las lesiones de la médula espinal, si había alguna parálisis. De ser así, la gravedad de la misma, si Saeviour Potter sería capaz de volver a caminar o quedaría paralizado.

-Director, está mal. Soy capaz de manejar todo, pero una cosa-, le dijo. -Voy a tener que llevarlo a San Mungo para que puedan encargarse de eso-.

-Poppy, mi querida amiga, estás siendo dramática. Siento haberte despertado a estas horas tan tempranas, pero quizás puedas intentarlo-.

-Señor, con todo mi respeto. No me siento cómodo intentando curar al señor Potter por mí mismo, así que, a menos que usted sea experto en curación, no me dicte lo que quiero hacer-.

Dumbledore permaneció callado y murmuró en voz baja -Tal vez debería ir a decirle a James que su hijo ha sido herido y que será trasladado a San Mungo para un mejor tratamiento-.

Poppy observó cómo el profesor Dumbledore, con su colorida túnica y su barba blanca como una perla, salía del ala del hospital y las puertas se cerraban tras él con un fuerte golpe. No le preocupaba el comportamiento de Dumbledore, ya que Saeviour Potter era más importante. Volvió a prestar atención a Saeviour Potter, curando lo que pudo antes de volver a su despacho y de ir a usar el floo para que otro sanador lo trasladara.

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El parloteo llenó el Gran Comedor cuando Harrison se sentó junto a Draco. Draco lo miró con ojos curiosos, probablemente queriendo preguntarle cómo había ido su aventura nocturna. Ignoró la mirada y, en cambio, comenzó a apilar comida en su plato y desayunó en pequeños bocados.

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