Capítulo 41: Unveiling the Shadows

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El verano pasó bastante rápido para Hermione, ya que Agosto pronto empezó a desbordarse y Septiembre parecía estar al alcance de la mano. Probablemente era algo bueno para ella, ya que empezaba a quedarse sin cosas que hacer. Ya había leído y releído sus libros de segundo curso y todos los libros que había comprado en el callejón Diagon hacía un par de días, sobre todo acerca de la cultura mágica, el trato que recibían las criaturas mágicas y todo lo que podía encontrar entre la mezcla de luz y oscuridad.

Tenía que saber por qué todo estaba tan al revés. ¿Por qué el mundo mágico se empeñaba en tratar tan mal a las criaturas mágicas? ¿O el hecho de que todo el mundo estuviera dispuesto a ir de cabeza a por alguien en una posición de poder, sin siquiera cuestionarlo? Sabía que no había nada bueno en idolatrar a alguien, especialmente a alguien con poder, ya que siempre significaba que el poder estaba desequilibrado y siempre traía problemas más adelante.

Sin embargo, el hecho de que nadie estuviera dispuesto a ver los problemas tal y como eran... Hermione era ajena a la cultura de los magos, pero reconocía los problemas cuando los veía. El hecho de que la esclavitud fuera legal aquí, pero que estuviera bien porque eso es lo que hacían y era normal, la puso colorada. Sabía que en el mundo muggle no habían pasado más de tres siglos, sólo de la Trata Transatlántica de Esclavos, y la esclavitud seguía ocurriendo en todo el mundo, pero sólo barrida bajo la alfombra por cosas mucho más grandiosas.

No había nadie que la ayudara a entender las cosas, ni siquiera que la ayudara. Sus padres no entenderían lo que había querido decir, y probablemente desaprobarían el hecho de enviar a su única hija a una sociedad que permitía legalmente el uso de la esclavitud, entre otras cosas. Tampoco el hecho de que dudaran un poco a la hora de descubrir que, efectivamente, era una bruja y que no pertenecían a su mundo. No era como si tuviera amigos a los que estuviera dispuesta a escribir y que pudieran entender su perspectiva de las cosas.

Tenía la sensación de que, después de su hazaña en el cumpleaños de Saeviour, la habían echado de su exclusivo grupo de amigos, y que volvía a ser la sabelotodo que no tenía amigos. Tal vez fuera algo bueno. Quién necesitaba ese tipo de amigos que intimidaban y hacían comentarios sarcásticos a los que no eran como ellos. O el hecho de que, a la hora de la verdad, siempre iba a ser ella la que tuviera que hacerles los deberes porque eran demasiado vagos para hacerlos ellos.

Todavía se sentía como si el cumpleaños de Saeviour acabara de pasar, los recuerdos vívidos y frescos en su mente:

El cumpleaños de Saeviour había sido un acontecimiento que Hermione había estado esperando desde que había recibido una carta para celebrar su duodécimo cumpleaños el treinta y uno de julio. La mayor parte de su emoción provenía del hecho de que le había emocionado recibir una invitación a cualquier cosa -(especialmente a una fiesta de cumpleaños)-, ya que nunca había asistido a una ni había sido invitada durante su estancia en la escuela muggle. Le había sido difícil contener el torrente de importancia y felicidad que la había inundado hasta el día de la fiesta.

El día de la fiesta, la carta de Saeviour había servido de Traslador, que ella supuso había sido creada por su padre, activándose a la una de la tarde. Viajar a través de un Traslador había sido una de las sensaciones más extrañas que jamás había experimentado, especialmente la sensación del gancho cerca de su ombligo. Sin embargo, de algún modo, el salón de sus padres se había desvanecido hasta que el movimiento se había detenido, y ante ella había aparecido una hierba suave junto con una mansión alta y oscura.

La mansión parecía sacada de un cuento de hadas. Enormes enredaderas de un verde brillante envolvían partes del edificio. El exterior se había pintado de blanco, con ribetes negros como contraste. Enfrente se alzaban grandes robles, rollizos y llenos de hojas de un verde brillante que daban mucha sombra bajo un sol cálido y radiante. A lo lejos, había visto unos aros que probablemente correspondían a una pequeña zona de Quidditch.

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