Capítulo 40: Every Rose Has Its Thorns

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Harrison había pasado un par de semanas estudiando bajo la presencia del Señor Tenebroso. Había pasado semanas aprendiendo sobre magia oscura y sobre varias maldiciones que dejaban a tus enemigos prácticamente rogando por la muerte. Era prácticamente todo lo que había pedido. Por supuesto, no podía pasarse todo el tiempo estudiando bajo el Señor Tenebroso. Pasaba un par de días aquí y allá para visitar a los Malfoys y con frecuencia pasaba las largas tardes y las noches hasta que la luna estaba casi alta en el cielo y regresaba de nuevo a la Mansión Slytherin, para repetirlo otra vez.

Y pronto llegó el último día de julio. No habría sido muy significativo, pues él ya había renunciado a la importancia de su cumpleaños hacía mucho tiempo, y sin embargo, sabía que Draco y Ella seguramente tenían algo planeado para celebrar su cumpleaños. No pudo evitar pensar en todo lo que había conseguido en cuestión de un año.

Desde salir de Azkaban prácticamente el día de su cumpleaños, hasta encontrar la Cámara de los Secretos, investigar el misterio del Señor Tenebroso y volver a tener todo su poder, pero además, conseguir sacar a Ella de Azkaban era algo que realmente deseaba. Ahora, lo único que realmente le faltaba era sacarlas de allí. Pero por ahora, se concentraría en ese aspecto más tarde.

Aclaró lo que pensaba antes de dirigirse escaleras abajo, al comedor para desayunar. Cuando llegó, el Señor Tenebroso ya estaba allí, sorbiendo lo que Harrison supuso que era té caliente. Ya tenía un plato lleno de comida, principalmente huevos estrellados y una tostada aparte, con mantequilla a un lado.

-Buenos días, Harry-, dijo Tom, saludándolo.

-Buenos días-, le devolvió el saludo Harry, tomando asiento en la mesa.

Apareció un elfo y Harrison le dijo lo que quería desayunar antes de que el elfo desapareciera con un sonoro chasquido. En la habitación reinaba el silencio, salvo por el roce ocasional de los cubiertos contra el plato. Ignoró el sonido y se centró en una pregunta que le rondaba por la cabeza.

-¿Qué hay en el orden del día de hoy?- preguntó.

Una elfa apareció con su comida y Harrison dio un pequeño mordisco a sus gofres bañados en sirope.

-Tengo asuntos que atender hoy, así que no habrá nada en el orden del día-, le dijo Tom.

Harrison asintió con la cabeza.

Hubo silencio en la habitación durante un par de minutos. Harrison se concentró en desayunar y estaba a punto de terminar sus gofres cuando oyó que Tom se levantaba de la silla donde estaba sentado y se acercaba a Harrison por detrás.

-Sé que es tu cumpleaños y por eso te doy el día libre-, dijo Tom. -Y he decidido devolverte algo-.

Colocó delante de él un pequeño libro negro de páginas amarillentas, y Harrison casi tuvo que parpadear dos veces para darse cuenta de lo que tenía delante.

El diario.

Harrison prácticamente podía sentir la magia oscura que rezumaba del libro, y sabía que estaba igual que antes de que se lo entregara al Señor Tenebroso, todas aquellas semanas atrás. Pensó que no volvería a verlo, pero, por lo demás, estaba bien. Después de todo, era un objeto del Señor Tenebroso y Harrison no tenía derecho a reclamar el diario. Era bastante extraño volver a verlo.

-¿Me devuelves tu diario?- se preguntó.

-Así es-, confirmó Tom. -He decidido devolverte el diario. Confío en que lo cuides bien por mí. De lo contrario, habrá consecuencias, ¿entendido?- Se deslizó en pársel y Harrison se abstuvo de estremecerse por la amenaza indirecta de sus palabras.

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