01 | Crisis Existencial.
Iba caminando de regreso a casa con una materia reprobada, dos proyectos a la mitad y cuatro tareas incompletas.
«Solo unos meses más».
Eso era lo único que repetía en mi mente. Estaba a Febrero. Solo Marzo, Abril, Mayo y Junio y ya salgo de vacaciones. Aún me faltaría otro año más para salir de la primaria y por fin conocer la secundaría.
Unos chicos estaban bailando y cantando en la plaza cerca de mi casa. Entre ellos pude ver a Matías.
Matías me miró y sonrió, le dijo algo a una chica y después tomó su mochila y camino hasta mí.
– ¿Eres de la Himno?. – me preguntó al ver mi uniforme en blanco y rojo
– ¿Y tú de la Cinco?. – le pregunté al ver que su uniforme era completamente beige
– Sí. Voy en primero. ¿Y tú?.
– Quinto. – dije sin ninguna expresión
– Puede y que pronto nos veamos en la misma secundaria.
– ¿Por qué lo dices?.
– La Himno está muy lejos de la Cinco. Y vienes caminando sola desde allá, hasta acá. Es posible que vivas por acá cerca. – rodé mis ojos y seguí caminando sin prestarle atención –. Yo vivo en la calle de arriba de la Cinco. La casa celeste más hermosa que hayas visto. – dijo en un susurró cerca de mí oído
– Mi abuela vive en la roja cruzando la esquina de la tuya. – murmuré
– ¡Ajá!. – exclamó –. Lo sabía.
– Aunque yo vivo a unas cuantas casas de la de mi abuela.
– O sea que si vives cerca de la secundaria.
– Tal vez. – volví a murmurar
– ¿Te puedo acompañar?. Se ve muy mal que una niña de... – hizo los cálculos –. ¿11?. – preguntó –. De 11, – confirmo por sí solo –, caminé sola por la ciudad.
– Sé cuidarme, ¿Okay?. No necesito un guardaespaldas.
– Parece que tienes el término "compañía" muy infravalorado. – dijo haciendo las comillas con sus dedos
Fruncí el ceño. No entendía lo que decía. Sabía más palabras que yo —y más porque era francés—. Rodé los ojos y ambos caminamos hasta que llegamos a nuestra calle. Matías camino hasta su casa, pero no entro hasta que entré a la mía y lo perdí de vista.
Cerré la puerta y me dí la vuelta. Garfield estaba acostado en el suelo cerca de la puerta. Dejé caer mi mochila al suelo y empecé a acariciar a mi gatito en el suelo de mi casa. Después de unos segundos, tomé mi mochila y Garfield se incorporó, al igual que yo. Ambos bajamos las escaleras para llegar a la sala. Garfield se quedó cerca de la cocina, en cambio yo, fui a mi habitación.
Al llegar, dejé mi mochila en la cama. Fui a mi clóset y saqué un atuendo cómodo. Me lo puse y salí con rumbo al comedor. Era raro ver a mi mamá en la casa después de la escuela. Normalmente ella salía a las 02:30 p.m. pero llega a la casa casi a las 03:00 p.m.
– ¿Cómo te fue en la escuela, Dani?. – me preguntó
– Normal. – le mentí. Estaba a nada de reprobar –. ¿Cómo te fue en el colegio?.
Mi mamá trabajaba como cocinera de un colegio —para ricos— en el que normalmente los adultos quieren suicidarse por tolerar a los niños mimados.
– Mal. Los de secundaría empezaron una "guerra de comida" en la cafetería y retrasaron el timbre para los de preparatoria.
– Que mal. – fue lo único que dije
– Lo sé. Pero eso terminó. Mañana será otro día. – mi mamá siempre dice eso
Ambas comimos y cada una siguió con sus pendientes. Fui a mi habitación e hice la tarea que me habían encargado, además de que termine uno de los proyectos.
Cuándo no tenía nada que hacer, iba a la cancha a lado de la plaza a ver jugar a los equipos de fútbol que iban. Le avisé a mi mamá que iba a la cancha y ella aceptó. Tomé mi teléfono y algo de dinero y salí de mi casa.
En la calle había varios chicos en bicicletas, entre ellos los cuates —que realmente eran gemelos, pero así les dicen—.
– Hola, Dani. – dijo Marcos provocándome mientas daba una vuelta a mi alrededor
– Sí. Hola, Dani. – lo siguió Chema, su gemelo
– ¿Qué?. – pregunté molesta
– Uy, que genio. – dijo Chema
– Ya mejor cásate. – le siguió Marcos
– Déjenme en paz. – dije
Seguí caminando, pero ellos parecían cuervos volado sobre su presa. Odiaba por completo que hicieran eso. Es más, los odio. Nadie en la colonia los quiere.
Seguí caminando y ví a Matías salir de su casa. Ay, no. Que no se acerque, por favor.
– Hola, Daniel.
– No me digas Daniel. Es nombre de hombre.
– También hay mujeres con nombres extraños.
– Oh, ¿En serio?. – asintió –. Tienes razón. Si existen... Pero en Europa. Esto es América, no espera, esto es México. No, esto es Vical. – dije molesta
– Ya entendí. Entonces, adiós. – dijo Matías con sus manos en los bolsillos de sus pantalones –. ¡Te veo en la cancha de fútbol, Daniel!.
– ¡Que no me digas así!. – estalle de furia
– ¿Quién es él?. – preguntó Chema
– Nadie. – dije y lo seguí
– Sino es nadie, entonces ¿Por qué lo sigues?. – preguntó Marcos
Me dí la vuelta y les enseñe el dedo de en medio. Los dos se quedaron sin palabras a media calle y yo solo seguí a Matías.
– ¿Te gusta el fútbol?. – preguntó Matías y yo negué –. ¿Entonces por qué lo ves?.
– Porque, no tengo nada que hacer. Por eso.
– Por favor, estamos en el 2019. Hay tantas cosas que hacer.
– Bueno, sí. Pero aún está empezando el año.
– Mejor aún, ¿No?.
No le respondí, solo lo miré y seguimos caminando hacia la cancha de fútbol. Por suerte, había un partido. Era de chicos como la edad de Matías. Ambos lo vimos hasta que acabo. Regresamos a casa cuando ya casi se hacía de noche así que solo cene y dormí.
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Miss You
Teen Fiction- No quiero que te vayas. - ¿Cuántas Lunas hay jodiendo a la Tierra cada noche?. - Solo una. ¿Pero, y eso qué tiene qué...?. - me interrumpió - Que si vemos la misma Luna al anochecer, significa que no estamos tan lejos como crees.