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Desde lo más alto del hotel "The Chevallier" ubicado en Hong Kong, el viento hace a mi cabello danzar. Mis ojos aprecian esta vista por última vez. En vez de que mis ojos se humedezcan y las lágrimas se agrupen, una sonrisa se forma en mi rostro.

Después de ir de un lugar a otro desde que era niña, por fin podré establecerme en París, Francia; que es, de hecho, donde nací. Mis familiares están dispersos por todo el globo y mis padres, debido al trabajo, no se quedan en un solo lugar por años. Y, como querían formar parte de mi niñez y no perderse nada, me llevaron con ellos a todos lados. Según me dice mamá, mi abuela paterna pidió una vez que me dejaran con ella en Australia para que me criara y yo pudiera crear amistades duraderas. Sin embargo, mis padres dijeron que no lo querían de esa forma.

Mis primeros pasos, mis primeras palabras, mi primer día de escuela, llegar a casa feliz por sacar una buena calificación, llorar porque me caí al aprender a andar en bicicleta; ellos querían formar esas memorias conmigo. Lo cual siempre les he agradecido. Viajar y crecer junto a ellos me ha convertido en la persona que soy ahora. Aunque... claro que tiene sus desventajas.

Jamás he tenido una amistad en la que nos podamos juntar seguido. Tampoco he podido experimentar una relación amorosa porque, al moverme muy seguido, no se podía mantener algo duradero. He visitado tantas ciudades, pero no recuerdo la última vez que estuve en París. O cuando pasé más de tres años viviendo en la misma casa. 

Hace unas semanas, mis padres que me dijeron que estaríamos dejando Hong Kong después de vivir aquí durante dos años y cuatro meses. Ellos me decían con suma felicidad cómo sería nuestra nueva vida en Singapur. Pero yo no estaba emocionada en absoluto. Así que les pedí establecerme en París. Lo discutieron y dijeron que confiaban en mí lo suficiente como para dejarme vivir sola. Por lo que, después de mucha planeación, mañana me mudaré a Francia.

—¿Cómo puedes cambiar esta vista por una que no conoces?— pregunta Hila, mi kwami, de mal humor. 

—Por eso mismo, porque no la conozco. Además, es el lugar donde nací. Y, si no te conociera bien, pensaría que no te quieres ir porque te gusta Hong Kong. Aunque ambos sabemos que es por el restaurante de carne cerca de la casa— sonrío al ver que intenta ocultar su expresión de sorpresa porque he dado justo en el blanco.

—Esa es solo una de las razones, Nick— dice alterado frente a mí—. Ya viste las noticias, en París están los portadores de los miraculous de la creación y la destrucción. Jamás has interactuado con otros portadores.

—Yo no le veo lo malo.

—Dejaremos a Hong Kong desprotegido— argumenta.

—No— alargo—. Hila, Hong Kong estaba bien incluso antes de que el maestro Fu me diera tu miraculous— le recuerdo mostrando el cuff en mi oreja izquierda—. La policía hace su trabajo, aquí no hay akumas, y lo único que cambiaría es que ya no trabajaremos como vigilantes de la ciudad.

—Creo que, solo no quiero verte tener dificultades al intentar adaptarte a un nuevo lugar— termina por confesar.

—Oye, ¿me conoces?— río—. Adaptarme no va a ser un problema. Y, con tenerte a ti, es más que suficiente.

—Por supuesto, ¿dónde encontrarás a alguien mejor?

—Ah, ahí está el Hila que conozco.

Hila se aclara la garganta—. Ahora me siento incómodo después de mostrarte mi lado vulnerable.

Observo la hora en mi celular. Se hace tarde.

—Anda— me pongo de pie—, tenemos que regresar a casa para dormir bien.

Me doy media vuelta y camino hacia el borde del techo. Abro mis brazos, sintiendo el aire fresco. Sin más, me dejo caer con una sonrisa en mi rostro. Hila se pone junto a mí, esperando a que active el miraculous para que me transforme.

Hyeana || MLBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora