7. Silencio

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Mis manos temblaron. Tenía miedo. No sabía que hacer. Ella me pedía ayuda. Y no se porque.

Vi su rostro desesperado, su mirada ahogada en un mar de lágrimas junto a esa hoja de papel. Estaba asustada al igual que yo, veía el temor en sus ojos pero su rostro intentaba no desvelar nada.

La puerta de mi habitación choco con la pared, era mamá. Enseguida me senté en la cama para fingir que ataba mis cordones.

—Perdón cariño, estaba abierta.

—No te preocupes, mamá. ¿Qué pasa?

—Iré a acostarme un rato. Pero veía que no bajabas así que traje el termo por ti.

«Había dejado el termo en la cocina. ¡Carajo! ¿Cómo mamá no se ha dado cuenta que esta roto?»

—Claro, sí, gracias mamá.

—Esta bien.

«No me pude resistir, tenia que decirlo»

—¿Mamá?

—¿Si cariño?

—¿Ayer hablaste con la mamá de la chica de enfrente?

—No, no he hablado con ella desde que la salude el día anterior a su mudanza. ¿Por qué?

—No, nada, solo tenia esa duda.

—Ok. Ahora si iré a...

—Sí, claro—interrumpí.

Mamá cerro la puerta sin más, yo me quedé quieto sin saber que hacer, no se que creer ahora. No si lo de mamá fue real o solo ocurrió como el día anterior, fue solo un sueño. Me siento perdido. ¿En que momento mi vida se volvió una película de Alfred Hitchcock? ¿En que momento comencé a dudar de lo que veían mis ojos? ¿En que momento dejé de sentirme seguro? ¿En que momento empecé a dudar de mamá?

Gire la mirada nuevamente hacia ella, pero ya no estaba, se había ido. ¿Ayuda? Por que pediría ayuda si hace días he visto que las risas y conversaciones no faltaban en su familia, de que huye ahora, no lo entiendo. Ya no quería ir a casa de Lea, ¿Debía llamar a Ryan y contarle tal vez? O solo debía ir y olvidar lo que acababa de presenciar. Intentaba pensar, intentaba pensar con sensatez. Tome mi telescopio, quería ver más de cerca la casa, así que lo hice, volví a ver a través de la ventana, volví a hacer lo que antes había prometido ya no hacer. Volví a espiar a la familia de enfrente.

Aquella casa, aquella luz que iluminaba toda la calle. Por alguna razón era la única casa de ese color en toda la calle, casi todas tenían colores suaves como el blanco o el crema, nada más de lo esperado. No es un barrio rico pero vivimos con felicidad que es lo importante, al menos para mí, y durante todo esto jamás había tenido una experiencia parecida a la de ahora. Desde hace casi tres años nadie se había mudado a la Casa Roja, el último inquilino fue Conan Kelly. Un viejo que se suicidó junto a su esposa a la que jamás nadie vio.

Ahora están los que mi madre llama Doyle, imagino que ese es su apellido, y ya se que la chica pelirroja es Tara. Pero a hora que, no se que hacer, ahora debo ayudarla pero no se de quien o que. Quiero contarle a mamá, a papá o a Andy, aunque se que puedan creerme loco y pasar de mi. Más vale bien arriesgar a dejar las cosas a medias.

Corro a la habitación de Andy, quiero contarle. Lo llamo susurrando por su nombre, la puerta está entreabierta pero no lo veo. Vuelvo a llamarlo pero no contesta ¿Dónde estará? Me pregunto mientras lo busco en la habitación de huéspedes, pero no, no lo veo por ningún lado. Me rindo con él y paso por mi padre, a mi madre la dejaré de última porque más o menos me imagino su reacción, corro a la habitación de mamá y papá. Tiene la sabana encima con el aire acondicionado muy bajo, pero se siente un poco el frío ambiente en la habitación.

La chica de la casa roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora