4. Ella

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Ayer me quedé despierto casi toda la noche para ver si ocurría algo, pero no paso nada. Debía decidirme en que momento quería bajar y tocar la puerta de su casa para hablarle, no era tan difícil, pero tampoco tan fácil.

Sin embargo, el único obstáculo que debía enfrentar era el miedo por esa casa, debía hacerlo, para así poder enfrentarla y decirle lo mucho que me atraía. Aunque eso no era lo que diria. Ahora que lo pienso, su cabello es idéntico al color de la casa, que coincidencia.

Si tan solo pudiera...

Si tan solo...

—¡Oliver! —Grito mamá desde la habitación de Andy.

—¿Sí?

—Puedes sacar la basura, por favor.

—Claro, enseguida bajo.

Di un suspiro y baje de mi cama. Coloque el telescopio que había vuelto a encontrar bajo mi cama y lo puse dentro de el armario. Miré la hora en mi celular, eran casi las tres de la tarde, el tiempo estaba pasando como nunca, parecía que hoy fuera algún fin de semana pero no, era viernes. Y aunque no había ido a clases por el aniversario del colegio, me sentía como sí hubiera estado todo el rato sentado observando a esos odiosos profesores.

Este año no hicimos nada por el aniversario del colegio, y no porque no quisiéramos o porque no hubiera que hacer, si no porque el director está en el hospital y uno de los profesores falleció en un accidente. Según yo querían dar algo de respeto, porque el director es el que organiza todo siempre y como está vez no se encontraba, decidieron no hacerlo, cosa que me parece muy tonta. Pero bueno, ellos tendrán sus debidas razones.

Al bajar de las escalares vi a papá caminando hacia su despacho, le sonreí aunque él no me vio. Estos días había estado muy apegado a su trabajo, y no lo culpo, es muy bueno en eso.

Segundos después abrí la puerta trasera con fuerza sosteniendo en mi mano derecha la bolsa de basura, tendría que tirarla en el bote que estaba al frente de casa cerca de la calle. Todas la casas tenían uno. Cerré la puerta con mi pie izquierdo y me dirigí de mala gana hacia el horrible bote de basura.

La puerta de la casa de enfrente se abrió, puede escuchar murmullos, y en ese preciso instante mi corazón se detuvo, se paralizó como el día que tuve ese sueño. Mis ojos se hicieron más grandes de lo normal al igual que mis pupilas, parecía un tonto desquiciado, pero sí, puede verla más de cerca por fin.

Babear por su belleza me hacia enloquecer de repente, pero ella ni siquiera me había visto. No supe que hacer, tenía el corazón casi fuera de mi, pero no de miedo si no de nervios. Casi siempre pasa cuando veo a una chica linda. Aunque no se exactamente si ella me gustaba, y como dije antes no soy de esos que se ilusionan fácilmente, pero es que su cabello, sus ojos, su sonrisa, no puedo más.

El bote de basura cayó a un lado cuando creí haberlo puesto donde era, ella giro la mirada directamente hacia mi, apuntadome con esa fina y hermosa nariz.
Me quedé anonadado al verla tan de cerca, no pude decir nada, quería fingir que todo este tiempo jamás la había visto.

Era tonto porque el día de la mudanza cruzamos las miradas también.

Obviamente que ya sabía más o menos de ella, porque la había observado estas dos noches desde mi ventana. Le sonreí, pero ella no respondió a mi acción. Tenía aún la bolsa de basura en el suelo, y la bote a un lado.

«Lo estoy arruinado»

Lo levante como puede, intentando que ella no me viera como un completo idiota. Pero creo que si me vio así, lo deducía por como me miraba intentado irse lentamente por lo incómodo que era. Mas yo seguía intentado arreglar lo extraño que me había comportado. Ya había dejado la bolsa de basura en su lugar, ella también lo había hecho. Se estaba marchando lentamente al igual que yo, pero no me contuve y lo hice, la salude.

—Hola —dije. Alzando la mano a la altura de mi hombro. Y me sentí como un tonto.

Ella no respondió.

«¿Qué hice mal?»

La vi marcharse desconcertada, porque sí, era entendible, un chico de quince años la acababa de saludar extrañamente mientras ella tiraba la basura al igual que él. Como un completo idiota. ¡¿Qué había hecho?! No podía creer aún lo mal que había sido nuestro primer encuentro. Hasta puedo jurar que el encuentro de ella y Lea fue mucho mejor que el que acaba de tener conmigo.

Entre a casa corriendo a mi habitación enojado. Todos me vieron, pero no vinieron a decirme nada, absolutamente nada, y sí, fue lo mejor, no quería que nadie me molestara después de lo que había pasado.

Cerré las cortinas, me escabullí en mi cama y grite entre las sábanas. Parecía un niño cuando mamá no le compraba lo que quería. Pero no lo podía evitar, quería quitar mi vergüenza y enojo en silencio.

Una hora después mamá tocó mi puerta, traía el termo y un poco de comida. Me había dormido entre mi agonía, no me pregunto qué me pasaba, y solo me abrazo dándome un beso en la mejilla. Creo que sabía de que iba todo lo que había hecho, por eso no dijo nada.

—Todo a su tiempo cariño—me dijo antes de salir con una sonrisa. Y se marchó.

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La chica de la casa roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora