14 - Abre los ojos

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Mis pies tiemblan por el frío al igual que yo, pero eso no me impediría abrir la puerta que esta enfrente de mi. Había cruzado por fin aquel pasto y subido aquellas escaleras de madera para poder estar en la puerta principal. No escucho absolutamente nada que no sea la lluvia caer sobre el techo sucio y rojizo de la casa.

Observo la ventana que esta cerrada, pero la cortina desde cerca es más visible ya que es un poco trasparente. Jamás he entrado a la Casa Roja, y creo que hoy será la primera vez que lo haga y tal vez también la última.

Oigo un grito desesperado en la habitación de arriba. En tan solo ese segundo puedo sentir un escalofrío en mi cuerpo, se que no esta bien, nada de esto, pero debo entrar a como de lugar, no quiero que le sigan haciendo daño a nadie, y menos a Tara.

Doy dos pasos hacia atrás, veo el suelo mientras la lluvia cae por mi hombro, debo tomar una piedra y romper esa ventana. Así que lo hago. Tomó la piedra, me impulso lo más que puedo y con toda la fuerza que me queda en las manos golpeo la ventana. Hago ruido, pero para ser sincero ya no me importaba nada.

—¡Oliver! ¡No! —Grita mamá detrás de mí.

—¿Mamá?

Alguien abre la puerta repentinamente y me hace entrar a la fuerza dentro de la casa. No puedo ver de quien se trata, así que estando en suelo dentro, intento levantarme. Aquella persona cierra la puerta con fuerza, pudo ver que trae un pantalón negro y una chaqueta marrón oscuro.

—¿Qué tenemos aquí? —me dice con una voz grave pero suave.

Es un hombre.

—Tú pesadilla—respondo.

Y con un pie golpeo su entrepierna. El hombre grita de dolor y llama a una mujer llamada "Lauren", creo que ya estoy entendiendo todo esto. Estos son los locos que se hacen pasar por los padres de Tara. Que curioso porque no los veía de esta manera desde mi ventana.

Corro hacia la escaleras porque se que arriba esta Tara, puedo oír un grito diciendo: —déjenme en paz— y otro que insta a que se calle. El hombre toma mi pie cuando intento levantarme y vuelvo a caer pero esta vez en las escaleras, cosa que hace golpearme fuertemente la quijada. Me retuerzo de dolor, estoy sangrando la nariz y también la boca, pero aún así intento que eso no me impida seguir. Ya me paso anteriormente.

Me gira con toda su fuerza en las escaleras y con una pistola me amenaza apuntando a mi cabeza.

—No te muevas o te vuelo los mástiles sesos —me dice.

No respondo.

Pero obviamente no me quedaría ahí esperando a que me asesinara, claro que no. Porque durante el tiempo en que aquel hombre intentaba recargar el arma yo tenía mi mano a un costado intentado sacar el pequeño cuchillo que me había marcado la mano hace unos días, pero ahora el daño no seria hacia mi, si no hacia el hombre que tenía delante de mí.

La puerta principal de la casa comenzó a ser golpeada una y otra vez por mi madre.

—¡Déjalo, déjalo por favor! —gritaba.

—¿Quién es ella? Tu mami—reía a carcajadas mientras lo decía, y yo aún sentía el arma en mi frente—, creo que los dos tendrán que ir al funeral.

—Creo que tu serás el primero en estar allá.

Con la mano derecha gire el arma hacia la izquierda para que no pudiera dañarme. Y con esa misma mano tomé el cuchillo que ya estaba casi fuera para cortarlo, para asi seguidamente tirarlo por las escaleras, pero mi mano fallo. No pude obtener la fuerza necesaria que hizo que el cuchillo cayera.

La chica de la casa roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora