13 - Ellos o yo

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Estaba pasmado en la barra de madera de la escalera, tenía los pies puestos en el suelo fuertemente como una estatua, mientras mamá seguía repitiendo que papá ya no estaba aquí y que debía dejarlo ir, lo repetía una y otra vez mientras lloraba.

—Debes dejarlo ir, Oliver. Debes....

Volvía a llorar.

—Andy... Andy...

—Andy también murió, Oliver. Por eso debemos salir de este lugar, nada de esto te hace bien.

—Yo podía verlos, yo hable con ellos.

—Escúchame cariño, solo escúchame.

Por una parte sabía que era difícil de asimilar, en el fondo sabía que mamá tenía razón, lo sabía con tal certeza que sólo no podía afirmarlo. Algo en mi por alguna razón seguía pensado que ellos estaban vivos.

Silencio.

—Aquel accidente te dejó muy mal. Fuimos al hospital aquella tarde nuevamente.

«Claro, ya lo recordaba. Solo no quería aceptarlo»

Dejo de hablar por un momento, pero yo no necesitaba un momento, necesitaba cada segundo de ese tiempo porque si o sí debía ir a la casa roja para salvar a Tara. Aun no podía quitarme eso de la cabeza, pero también quería que mamá me dijera la verdad.

—Estábamos en el hospital—volvió a decir—. Los doctores me tomaron a mi y me ayudaron a sentirme bien al igual que a ti. Pero hubo algo en ti que cambio, algo que ya había pasado antes pero esta vez fue más fuerte. Ya no estabas bien cariño. Aquel trauma de ver a tu padre y a tu hermano morir te hicieron mucho daño. Y por eso ves cosas que no están ahí, por ello necesito que tomes tus medicinas. ¿Desde cuando no tomas tus medicinas, Oliver?

«Siempre tomo mis medicinas»

—Siempre lo hago mamá.

—No. No lo haces, se que no, porque estas escenas no se dieran si tu no controlarás tu enfermedad con los medicamentos que te recetaron.

—¿Enfermedad? Me habías dicho que...

—Estrés postraumático. Todo pasó después del accidente, tu mente aún no logra asimilar lo ocurrido, tu no logras asimilarlo, para ello están tus medicinas, te ayudan a olvidar.

—Pero no quiero olvidar.

—No lo digo de ese modo, Oliver.

No estaba entendiendo.

—También tienes indicios de poder tener esquizofrenia.

—¿Qué? No.

—Por eso fui al hospital, por eso quiero que nos vayamos de aquí, para que seas tratado en la ciudad. Aún no lo sabemos, pero hay posibilidad y aún podemos tratarlo.

—¡Mamá! —alcé la voz—Esto es mucho para mi. Las personas que padecen esa enfermedad pueden ver cosas que no están ahí. ¿Es eso lo que tratas de decirme? Que estoy loco.

—Por algo lo digo cariño, solo...

—Tara esta en peligro, su hermano está en peligro, y ahora mismo deben estar pasándolo muy mal. Debo ayudarla.

Corro hacia la puerta para salir pero mamá me lo impide.

—¡No! Todo esta en tu cabeza.

—Qué carajos mamá, ¿es enserió?, éjame salir.

—Solo sube a tu habitación, todo estará mejor por la mañana.

—¡No! —mi cabeza comenzaba a dar vueltas—. Te vi, te vi ir esa noche a la casa, ¿Por qué?

—¿Qué? —me miraba confusa.

—Te vi mamá, y no, no lo imagine.

Mamá se quedó en silencio por unos minutos.

—¿Fuiste a esa casa a hablar con esa mujer o no?

—Sí, pero fue por tú bien.

«¿Por mi bien? Esa mujer es una maldita psicópata»

—¿Quién te dio el diagnóstico sobre mi supuesta esquizofrenia? !Eh, mamá!

—Aún no la han dado, por eso debemos ir...

—¿Quién te llevo a esto?

—No estoy entendiendo cariño.

Mamá frunció el ceño extrañada. Pero yo alzaba la voz cada vez más.

—Ella te dijo que hicieras eso, ¿no es así?

Mamá no respondió, parecía pensar. Y aunque mi mente seguía pensando en que estaría pasando en la casa ahora mismo, todavía necesitaba la verdad, necesitaba saber si esos psicópatas habían manipulado a mamá con todo esta mierda de la esquizofrenia, debía saber que le habían dado aquella noche en esa bolsa negra.

—¿Qué te dio esa noche en la bolsa, mamá?—volví a preguntar esta vez más pacífico.

—Medicamentos—respondió por fin.

—Lo sabía.

—Ella es médico, Oliver—me interrumpió—. Ella va a ayudarte a superar todo esto.

«Claro, va ayudar mucho si me ve muerto en estos últimos minutos. Porque es lo que ella quiere»

—Basta de todo esto Mamá, debo ir a por Tara.

—¡No! ¡Oliver!

Veo las llaves en su bolsillo y bruscamente se las quito.
Mamá toma de mi mano temblando, aún pidiendo que me quede en casa, parece asustada. Pero le quito la mano, y la miro a los ojos diciendo:

—Son ellos o yo, mamá.

Y salgo corriendo bajo la lluvia que aún no cesa. Esta vez no llevo ningún impermeable, ni botas, ni nada que me impida esquivar un poco el agua que cae de las nubes. Solo voy yo y aquel cuchillo afilado que he tomado de mi habitación hace un rato, sí, había tomado el cuchillo más afilado de la cocina. Ese cuchillo que me había hecho la cicatriz en la mano hace unos días, esta vez si sería de utilidad, desde que paso lo de la mano lo he tenido bajo mi cajón. Y también llevo la navaja de papá.

Estoy cerca, estoy casi cerca de la casa roja. Después de tanto tiempo volveré a cruzar aquella entrada y aquel pasto verde que me atormentaba desde hace años, por fin lo haré y sin miedo. Porque sí no lo hago ahora, tal vez mañana no pueda contar lo que pasará esta noche.

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La chica de la casa roja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora