Guante

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El guante rosa seguía allí. Nadie se había dignado en apartarlo del camino para que no se manchara, o en ayudar a encontrar la pareja, o aquella persona a la que perteneciera.

Esto se debía a que pocos lo vieron. Y de los que sí lo vieron, ninguno le prestó atención. Y el único que sí lo hizo, se dio por vencido antes de empezar a buscar.

Nadie sabía cómo había llegado. Pero allí estaba.

Y allí se quedaría.

Pequeños fragmentos inconexosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora