Recuerdos amargos

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— ¿Te vienes? —me preguntó.

—No. Estoy ocupado.

—Si cambias de idea puedes venir.

—No creo que eso pase.

—Por si acaso. Bueno, ya nos vamos. ¡Hasta luego!

—Adiós.

Por fin se habían ido. Ahora estaba yo solo. Había suficiente silencio e intimidad como para pensar un rato.

— ¿Por qué no quiero ir?

—Demasiados recuerdos.

— ¿Eso significa que no lo he superado?

—Eso parece.

—Pero yo ya he pasado página.

—Si eso fuera así, no estarías sentado en medio de tu habitación, deseándole la muerte más horrible, sin disfrutar de la playa, hablando con alguien a quien nadie más ve.

—Tienes razón. Me voy a la playa.

Pequeños fragmentos inconexosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora