Crisálida - Thorki -

Capítulo 6

Loki no puede recordar cómo Helblindi le habló de su plan en primer lugar, si se lo había facilitado a Loki, o si se lo había lanzado de una vez. Loki había estado en una niebla; sus pensamientos se nublan con el creciente horror de que Helblindi está hablando completamente en serio.

Cuando finalmente puede decidirse a hablar, su voz es poco más que un susurro.

—Lo que estás sugiriendo es absurdo. Imposible. No se puede hacer. ¿Cómo pudiste siquiera...? —las palabras de Loki quedaron atrapadas en su garganta. Loki había aprendido a no esperar mucha compasión de su hermano mayor, especialmente después de lo que sucedió, pero esto realmente está más allá de los límites.

Helblindi suspira.

—¿Qué más puedo hacer contigo? ¿Casarte con ese viejo imbécil de Wastelands, para ganarte la vida en las capas de hielo? ¿Eso es lo que quieres?

Loki se eriza, a pesar de que esto no es una novedad para él. Nadie más lo aceptará, nadie de ninguna posición, de todos modos. Pero Loki está orgulloso y se niega a dejar que la vergüenza lo supere. Aprieta los puños con indignación.

—No pasé los últimos diez años entrenando con el mejor maestro de baile de Jotunheim solo para molerme en el regazo de un anciano como una ramera!

La bofetada que recibe no es del todo inesperado, pero de todos modos duele. Loki se frota la mejilla morada y mira desafiando a su hermano.

—¡Entrenamiento que pagué! —Helblindi ruge—. Así que harás lo que te digo. ¡Miserable orgulloso!

—No iré —dice Loki impulsivamente—. No lo haré.

—Vas a ir —Helblindi—. Es el deseo de Laufey.

—También podrían sentenciarme a muerte! —Loki grita, su compostura se deshilacha. Camina, ansiosa por gastar algo de su ansiosa energía. El rencor de Laufey es profundo, al parecer—. Los Aesir nos odian, han hecho la guerra con nosotros durante siglos. ¡El Padre de Todos nunca caería en tal truco!

—¿Es peor que el destino que de otro modo sufrirías? —Helblindi grita en respuesta. Luego suspira, acercándose a Loki con un arrepentimiento aire de gentileza—. El Padre de Todos es débil y senil. Su mente está embotada. Él es vulnerable. Puede que nuestra especie sea odiada, pero ¿un jotunn runt? ¿Uno tan pequeño y delicado como tú? No, no representarás una amenaza para él. Serás manso, sumiso y dulce. Tú, mi hermoso hermano —Helblindi toma el rostro de Loki entre sus enormes manos—. Le sacarás sus secretos con tu encanto.

Loki se ríe amargamente, esperando que de alguna manera contrarreste la humedad que amenaza con derramarse sobre sus pestañas.

—Querrías que me acostara por nuestro enemigo, para saciar la sed de venganza de Laufey.

Y tú sed de favor real, Loki no dice.

—Hay que hacer sacrificios —dice Helblindi con gravedad—. Por el bien de Jotunheim.

—Entonces yo soy el cordero del sacrificio —escupe Loki, escapándose del agarre de Helblindi. No se deja engañar por el falso patriotismo de Helblindi; ni por un momento. La única persona a la que Helblindi sirve es a sí mismo, y Loki lo odia por fingir lo contrario—. ¿Por qué debería seguir adelante con esto, si solo tú puedes ganar?

—Bueno, para nuestra gente, por supuesto —dice Helblindi, arqueando las cejas—. Por nuestro majestuoso Reino y por la repatriación de nuestro amado Ataúd.

—Gracioso —dice Loki secamente.

Helblindi sonríe, lobuno, como si hubiera tendido una trampa perfecta y Loki estuviera a punto de quedar atrapado en ella.