infierno blanco

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Los días posteriores al comienzo de esa rutina de besos escondidos entre Mikey y Takemichi, hicieron sentir al rubio que sus días ya no eran tan monótonos.

Sus heridas curaban más rápido, no solo las físicas y quizás, solo quizás, la existencia del pelinegro le aliviaba de cierta forma su propia existencia.

Sentia que por primera vez era importante para alguien, incluyendo el hecho de que podía compartir día a día con su amigo Chifuyu, quien le ha apoyado tanto y Mikey no sabría como agradecerle sin sentir que le debe la vida.

─ Y bien Manjiro, no hemos podido concretar tus sesiones pero hoy te veo animado... quizás puedas contestarme la pregunta que quedó pendiente hace un par de semanas.

Mikey le dirigió una curiosa mirada a Draken, quien lo observaba con un gesto apacible.

─ Yo... mmmh

El rubio luchaba por formular una respuesta.

─ Manjiro te repito la pregunta ¿nunca te has enamorado?.

─ Desearía poder contestarle, pero creo que ni yo mismo lo tengo claro... aún.

Contestó honestamente bajando la mirada hacia sus propios pies.

Draken lo observó un par de segundos y soltó un suspiro de resignación, para luego hablar.

─ Cuando tengas la respuesta házmelo saber ¿está bien?

─ ¿Porqué es tan importante Doctor?

─ Porque solo si has experimentado el amor incondicional hacia otra persona, quizás puedas dimensionar que a pesar de los fantasmas y de las complicaciones uno se aferra a ese amor y siente que podría contra todo... Solo ahí podrás comprender a lo que quiero llegar cuando te digo que te ames y te aceptes, porque el amor hacia otra persona no es ni la mitad de satisfactorio que cuando te amas a ti mismo.

(...)

Chifuyu sacó la pequeña caja que escondía dentro del guardarropa de su habitación e introdujo una carta que pasó escribiendo los últimos días, luego dejó la caja sobre su cama.

Sonrió pero de una forma triste.

¿Era eso posible?

Si que lo era, el podía.

Caminó sigilosamente por el largo pasillo del hospital, llegando hasta el área de las escaleras de emergencia, tiró de la puerta y esta se abrió.

Volvió a sonreír.

Quizás hoy es mi día de suerte.

Murmuró mientras subía por aquella oscura escalera.

Al llegar al final y frente a una gran puerta metálica, cerró los ojos estirando sus manos para empujarla.

Y se abrió.

y Chifuyu se quedó estático mirando como la luz del exterior ahora iluminaba el sombrío lugar donde estaba parado, observó la azotea del hospital de forma casi idílica y avanzó, casi contando cada paso que daba, hasta llegar a la orilla de aquel gran techo.

Sin darse cuenta ya un par de lágrimas habían escapado de sus ojos y caían rodado por sus mejillas, las quitó con su mano y soltó una risa casi silenciosa.

No vengas a llorar ahora cobarde.

Dijo en voz alta, auto reprochándose por dudar ahora, de lo que estaba tan seguro hace días, cuando minuciosamente logró encontrar las llaves de aquellas puertas que lo llevaron a aquella azotea, en la oficina mientras se encontraba vacía, ya que todo el personal estaba asistiendo a raíz del colapso de Mikey.

Juntó sus manos sobre su estómago, estaba nervioso, estaba dudoso y sobretodo... estaba cansado.

Chifuyu se sentía alejado totalmente de cualquier posibilidad de cambiar la situación en la que estaba, no encontraba ninguna solución, ninguna salvación para el mismo, si no era de la forma en la que él actuaría ahora.

─ No soy un cobarde... y perdóname Mikey... por favor.

Murmuraba mientras terminaba de avanzar los últimos pasos, hasta que sus pies se posicionaron cerca de la orilla.

Desde ahí podía apreciar todo el jardín del hospital, incluso mas lejos podía ver una carretera con un par de autos cruzándola, podía ver luces de edificios, a un par de pacientes que llegaban a la clase matutina de meditación al aire libre y de pronto lo vio, sentado en el banco en el cuál habían compartido tantos momentos juntos.

Baji Keisuke en ese banco solo y Chifuyu solo podía pensar en cada uno de los momentos que pasaron en ese lugar.

─ Te besé ahí Baji Keisuke y estoy tan enamorado de ti, solo espero que tú también me perdones, pero no tengo nada bueno que ofrecerte, no en esta vida.

Un nudo en su garganta causó que sus lagrimas comenzaran a salir de forma abundante, llevo una de sus manos a su boca ahogando el llanto y miró el vacío que yacía bajo sus pies.

─ Te voy a extrañar... tanto.

Cerró los ojos e hizo dos puños con sus manos.

Tomó la ultima bocanada de aire.

Soltó un último llanto Y dejó su cuerpo caer al vacío.

(...)

Baji Keisuke se dirigió al Jardín en busca del pequeño rubio que le quitaba el sueño últimamente, sonrió ante la posibilidad de besarle nuevamente.

Es que nunca en su vida Baji dejó que alguien tocara sus sentimientos, pero estaba seguro que esta vez se dejaría ser vulnerable.

Solo por esta vez.

Se sentó en el mismo banco de siempre, esperando que Matsuno apareciera en aquel lugar, miró a su alrededor con una mueca de impaciencia.
Increíblemente lo extrañaba a pesar de verlo a diario.

De pronto ve en lo alto de la azotea del gran hospital, una persona de blanco... siente su propio cuerpo congelarse, corta su respiración ante la idea de que sea quién piensa.

─ No Chifuyu, no por favor.

Y se levanta rápidamente caminando de forma errática pero de prisa.

─ Fuyu no hagas estupideces, chico tonto.

Corre pero ante sus ojos, solo pudo observar el cuerpo del rubio cayendo inevitablemente al vacío y estrellándose en el área de estacionamiento.

─ Chifuyu no...¡AYUDA PORFAVOR!...¡AYUDA!

Baji Keisuke grita y corre tan fuerte, solo para golpearse con la realidad de que no puede acceder al área de estacionamientos.

Rompe en llanto y corre dentro del hospital gritando, se desploma frente a la puerta de salida que se encontraba totalmente asegurada, con Airimi corriendo tras de él.

─ Chifuyu, mi Chifuyu... él...

─ ¡Baji-san! ¿que sucede? ¿donde está Matsuno-san?

─ Llame a una ambulancia, Fuyu cayo de la azotea, el necesita que lo atiendan... señorita Airimi p-por favor.

Y Baji Keisuke siente su garganta y su mente colapsar por sus lamentos, sus manos sangrar a causa de los reiterados golpes a la puerta metálica y llora desconsoladamente, y se niega a decir en voz alta lo que acaba de hacer su Chifuyu.

Airimi horrorizada da aviso a los demás enfermeros y corre al estacionamiento solo para encontrarse con la más desgarradora escena.

Saca su celular y digita el número de emergencias.

─ Emergencias...

─ En el hospital psiquiátrico...

─ ¿Necesita asistencia?

─ Un... suicidio.

─ ¿Cual es el estado de la persona?

─ Él... él falleció en el acto.

𝗌𝗎𝗂𝖼𝗂𝖽𝖺𝗌 ; 𝘁𝗮𝗸𝗲𝗺𝗮𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora