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Sapnap siguió yendo todos los días.

Y todos los días, Karl lo espero.

—¡¿Alguien a visto a Karl?!

Los gritos desesperados de Nihachu lo sobresaltaron.

Se sintió un poco mal por ella, pero no traicionaría la confianza de Karl, así que simplemente fingió no saber nada.

La vio alejarse corriendo, mientras buscaba algo ansiosa al chico.

Miro a la lejanía como un pelinegro y un rubio lo observaban en silencio. Como si ellos supieran todos los secretos que guardaba.

No lograba recordarles.

¿Los había visto antes? Cree que no.

—Pss.

Volteo rápidamente cuando escuchó que alguien lo llamaba. Karl estaba ahí, haciéndole señas desde los arbustos.

Cuando regreso su mirada hacia donde estaban los chicos, estos habían desaparecido.

Algo confundido se dirigió hasta Karl.

—¿Que sucede?

—Olvide donde queda el almacén.

—¿De nuevo?

—Sí.

Sapnap tomó con cierto cuidado las manos del castaño, para después agarrar la libreta que tenía entre ellas. Con suma paciencia busco una pagina en específico y se la mostró.

—Acá tienes un croquis, Karl— explicó con delicadeza para que el oji-amarillo comprendiera.

El castaño parpadeó, procesando la información.

—Tú específicamente marcaste con plumón la zona donde está el almacén— señaló, guiando con su dedo el breve camino que debía seguir.

—¡Gracias, te adoro!

Karl lo abrazo con fuerza, casi tirándolo al suelo. Solo atinó a corresponder el abrazo.

Últimamente el contrario estaba muy olvidadizo.

—Nihachu te está buscando.

—¿Y qué hago con esa información?

—¿Ir a decirle que estás bien?

Karl hizo una mueca pensativo, mientras miraba sus alrededores. Sapnap inmediatamente captó que sucedía.

—Olvidaste quien es Nihachu ¿no es así?

El castaño lo observó con vergüenza.

—Es tu enfermera, Karl.

Cambio de página en la libreta, mostrando algunos escritos de ambos y una foto de la chica antes mencionada.

Los ojos amarillos del otro parecieron iluminarse, recordando algunas cosas.

—¡Cierto! Lo lamento, hoy no logré tomar mis pastillas.

—¿Tan necesarias son?

—Eso parece.

—Vamos, debes tomarlas.

Sapnap lo tomó de la mano para llevarlo hasta la oficina de Nihachu. Aquello ya no era un problema, de tantas veces que pasaron por ahí había memorizado el camino.

Karl solo se dejaba guiar gustoso. No importaba a donde fueran o donde estuvieran, si el pelinegro permanecía a su lado, él era feliz.

La forma en la que Sapnap se preocupaba por él, la manera en que lo cuidaba, lo mucho que intentaba ayudarlo, hacían que su corazón se acelerara un tanto fuera de lo normal.

¿Así se sentía ser amado?

¿Sapnap se sentiría igual que él?

—Ten— Sapnap le entregó una pastilla en la mano, guardando el frasco en sus bolsillos, desde ahora se encargaría de que Karl las ingiriera todos los días sin excusas.

Descolgó la mochila de su hombro, buscando entre sus pertenencias su termo de agua, para después pasárselo al castaño.

Karl observó ambas cosas con ilusión. Claro que Sapnap también lo amaba.

Sus ojos comenzaron a escocer debido a las lágrimas que empezaban a acumularse.
Sapnap se espantó, nunca había visto a Karl llorar.

—¿¡Sucede algo!?

Se acercó rápidamente a él, sus manos titubeando sobre si tocarlo o no, hasta que finalmente terminaron en los hombros del contrario, con preocupación.

—¡Estoy muy feliz!

La respuesta de Karl y aquella dulce sonrisa que tanto lo caracterizaba lo confundieron.

—Lo siento, es que...

El castaño rápidamente limpio sus lágrimas, tomándose la pastilla en el proceso. Suspiro aliviado.

Estar juntos se sentía tan bien.

—No se que haría si no te tuviera, Sapnap— intento explicar, devolviéndole el termo.

Nunca antes se había sentido así con nadie.

Nunca había sentido la necesidad de hacer amigos, hasta que vio a Sapnap aquel día en la entrada del internado.

Tampoco esperaba encariñarse con él, pero sucedió, y ahora no sabía cómo lidiar con ello.

Estaba por volverse a disculpar cuando el pelinegro lo abrazó.

—Karl, gracias por existir.

Aquellas palabras lo sorprendieron.

—Me haces muy feliz.

Sapnap se separó del abrazo para poder mirarlo a los ojos y sonreírle, llevando sus manos hasta las muñecas del castaño.

Las mejillas de Karl comenzaron a arder. Nunca antes se había fijado en las lindas facciones del contrario. Tal vez se quedó demasiado tiempo observándolo.

Sapnap noto aquello y se rio con cierta burla, jalándole las muñecas para acercarlo más hacia su persona.

Karl solo lo miraba en silencio. Su respiración empezaba a ponerse irregular.

—¡Karl!

Aquel grito los obligó a separarse.

Se dieron una última mirada y ambos corrieron a lugares diferentes.

Sapnap procesando lo que paso y Karl sintiendo su corazón apunto de estallar.

Memories? [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora