Capítulo 18

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Muchas veces tenemos un concepto erróneo de la palabra "final", lo adjudícamos a "concluir/acabar/desaparecer e incluso la muerte de una cosa", pero a veces solo es el comienzo de otra.

Verla salir de la casa que ambos compartían desde hacía tiempo ya, le destrozó hel alma, "¿En qué momento permití que todo esto pasara?", se preguntaba a sí mismo, y es que muchas otras veces pecamos de inocentes, aunque eso nos pueda costar lo mal valioso que tenemos.

Ella subió en aquel taxi indicándole al chofer que condujera lejos, tras muchas preguntas sin respuesta por parte de la morena el conductor detuvo aquel vehículo para preguntar, "señora ¿dónde la llevo?", aquella pregunta que la hizo volver a su horrible y tenebrosa realidad, pronto le indicó la dirección del único ser humano en quien podía confiar en esos momentos, Najwa.

Veía como pasaban los edificios frente a ella, yendo cada vez más lejos de la ciudad y de aquel "hogar" donde había vivido por un tiempo, estaba algo desorientada, sentía como si hubiese caído desde el décimo piso de un edificio y se hubiera estrellado contra el asfalto con tanta fuerza que había quedado hecha pedazos.

Mientras todo aquello pasaba, en casa de Álvaro la situación era completamente distinta, aún de pie en la acera que separaba su residencia de la calle principal, veía como el coche se alejaba cada vez más con la mujer que amaba en él. Le tomó unos minutos volver en sí e ir por la causante de todo el caos que ahora atormentaba su vida y su relación.

-¡Eugenia! -gritó una vez dentro dando un portazo.

-Pero ¿cuál es el escándalo Álvaro? Tenés que calmarte mi amor...

-¡Cállate de una buena vez! -le miró con su rostro tenso y enrojecido- te quiero fuera de mi casa... ¡Ahora! -alzó la voz una vez más al ver cómo ella no se movía.

-Ya, no tenés que gritarme que te estoy escuchando.

-¡Que te largues de mi casa ya mismo, no quiero verte en mi puta vida!

Ella tomó sus cosas y con una lentitud agonizante ponía cada una de sus prendas, hasta que su cerebro pensó en soltar un bomba del tamaño de Argentina en aquella habitación.

-Ves que ella no te ama, al primer problema, ¡Chaz! -chasquea los dedos- se va...

Esas palabras fueron suficientes para que él la tomara del brazo y aún sin su camisa puesta la sacara de la habitación.

-Póntela.

-Pero Álvaro, yo no quiero irme, no podés sacarme así...

-Solo lo dire una vez más, ¡Ponte la maldita camisa y fuera de mi casa!

Ella le miró bastante sorprendida por sus palabras y decidió obedecer y vestirse antes de salir de la casa guiñándole a Jordi y a su fotógrafo, su plan había sido algo así como un "éxito", solo sería cuestión de tiempo para que él cayera en su red y así ella habría ganado la partida.

Al cerrar la puerta y mirar hacia dentro de la casa, la tristeza y un dolor intenso como el que siente una persona a la cual le han golpeado el pecho con un bate de baseball, cayó recostado en la puerta dejando salir una parte de su dolor en forma de lágrimas y un grito ahogado. Todo su mundo se había derrumbado y ya no había vuelta atrás.

Aquella tarde de agosto el taxi en que viajaba Itziar después de unos cuantos minutos se detuvo finalmente poniendo el freno de mano para hablarle. "Hemos llegado señora", le dijo el conductor, ella respondió moviendo su cabeza de arriba abajo rápidamente en un acto automático, le entregó el dinero y agradeció por el viaje. Ahí frente a la casa de su amiga dejó salir un fuerte suspiro no lista para verle aún, pero segura de que ese lugar y esa persona serían su refugio, llamó a la puerta un par de veces sin respuesta, sus ojos se llenaban cada vez más de lágrimas deseando estallar de una vez y dejar salir todo lo que hacía una enorme presión en su pecho, cuando la puerta de pronto se abrió.

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