CAPITULO 3

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– a dónde vamos ahora? – pregunto la rubia al subir al carruaje junto a Sherlock

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– a dónde vamos ahora? – pregunto la rubia al subir al carruaje junto a Sherlock

– Mansión Basilwether – hablo fuerte para que el cochero pudiera escucharlo también

– creí que no habías tomado ese caso

– no lo hice, pero creo que Enola también irá allá

– por qué iría ahí?

– sospecho que el otro chiquillo con el que estaba es el desaparecido Vizconde de Tewkesbury – ella abrió mucho los ojos

– como deduciste eso?

– asta donde se, se sospecha que el Vizconde abordo el mismo tren que Enola, ella solo estaba huyendo de nosotros no tiene sentido que se aventara del tren

– amenos que alguien los estuviera persiguiendo – completo – pero no dijiste que se habían separado?

– recuerdas el cuchillo que estaba junto a la tela? – ella asintió – alguien la atacó, probablemente la misma persona que los persiguió en el tren, y si llegué a conocer en algo a Enola en el tiempo que la volví a ver, se que es demasiado buena como para no pensar en ayudarlo

– pero eso significaría que quien los busca lo hace a muerte, no solo para llevarlo de regreso con su familia – la rubia trago duro

– así es – Sherlock sonrió al tener a alguien con quien poder hablar y entenderse tan bien – parece que este caso es más interesante de lo que pensé

  Después de un rato por fin llegaron a la increíble e importante mansión Basilwether, Sherlock entró con su imponente figura llamando la atención y admiración de los presentes, mientras Jen caminaba a su lado completamente feliz de ser parte de un caso, para ella era como cumplir un sueño, su niña interior se encontraba eufórica

– Sr. Holmes! – hablo Lady Tewkesbury, una mujer rubia muy bonita, parecía muy amable – no creí que fuera real, pensé que la chica mentía, lo siento, no deje que preparará las cosas para cuándo usted mismo viniera

  Ambos sonrieron al darse cuenta que en efecto, Enola estuvo ahí

– no se preocupe, yo mismo me encargaré de eso. Ella es mi compañera, Jen Whickman – ella lo miro y sonrío de oreja a oreja, acababa de presentarla como su compañera cuando para nadie era un secreto que prefería trabajar solo

– un placer señorita. Acompañenme por aquí – señaló y ambos la siguieron, en el camino se les unió la que sería la abuela del chico

– mi nieto venía aquí seguido – señaló la casa de árbol

– se ve que es un alma libre – le sonrió Jen, mientras Sherlock revisaba las pistas en la casa del árbol, ella intentaba sacar alguna información de la anciana

– creo que es igual que su padre, nunca se enfocaba en lo que era, siempre se trataba de lo que podía ser

– me parece un buen pensamiento

– tal vez suene bien, pero no ayudan al bien y seguridad de nuestra nación, solo causan desorden – Jen se le quedó viendo sin comprender, pero antes de poder refutar algo, Sherlock bajo

– ya vi suficiente, le informaré cuando tengamos un avance – para Jen era obvia la incomodidad de la mayor hacia Sherlock, parecía que no lo quería cerca. Claro que sabía disimularlo muy bien, pero para una experta en el lenguaje corporal como Jen, era algo imposible de ocultar. Lo que no sabía era ¿Porqué?

– espero lo encuentren pronto. Y denle mis saludos a la señora Mey Bitoni Spouse – ambos se quedaron un momento en blanco, ¿Y esa quien era? El primero en reaccionar fue Sherlock

– de su parte, claro que sí – Jen parpadeo un par de veces asta que entendió y le sonrió a la mujer

– encontraste algo? – pregunto una vez estuvieron en el coche nuevamente

– si, tenía muchas pistas, pero demasiado obvias. O intentó encubrise con eso para desviarlos o es muy estúpido – Jen carcajeó

– entonces a dónde iremos ahora?

– por hoy ya es tarde, te llevaré a tu casa, mañana paso por ti para seguir buscando

Ella asintió – me parece bien

  El sol ya había dado paso a la luna para cuándo llegaron a casa, todo estaba obscuro únicamente alumbrado por algunos faroles. Sherlock la acompaño asta su puerta

– quieres tomar un café? – pregunto ella invitándolo a pasar

– eso suena bien, pero necesito pensar, me urge tocar mi violín – desde niños Jen sabía que si algo podía calmar y ayudar a liberar los  pensamientos de Sherlock era tocar el violín

– entiendo, será otro día – le sonrió, no quería cerrar la puerta, no quería que Sherlock se fuera. Y aún que ella no lo sabía, Sherlock tampoco quería irse en realidad

– antes de irme quería agradecerte, por ayudarme con todo esto, has sido de mucha ayuda – su rostro transmitía indiferencia y seguridad, pero el ligero temblor en sus manos que intentó disimular pasándolos por detrás de su espalda, y el constante movimiento de rodilla apenas perceptible, la hizo darse cuenta de que se encontraba nervioso

– ah sido un placer Sherlock, además gracias a ti eh experimentando la sensación de ser detective, aún que sea poco tiempo – le sonrió calida, intentando trasmitirle que con ella podía dejar de fingir que nada le importaba realmente

– serías una estupenda detective, podría decir que incluso podrías quitarme el trabajo – Jen rió ante sus palabras

– superar al mismísimo Sherlock Holmes? – hizo una pausa fingiendo pensar – si creo que podría hacerlo

  Ambos rieron sintiéndose realmente bien, pero cuando sus ojos se encontraron la risa paro, seguían sonriendo, pero se perdieron el uno en el otro, Sherlock miró los labios de Jen y ella sintió las manos frías, como si todo se detuviera y de pronto le faltará el aire. Por su parte, Sherlock vio aquellos labios rosados y carnosos sintiendolos de lo más tentadores

  Se acercó y acaricio su mejilla, sintió a la chica templar ante su toque, le pareció hermosa, realmente angelical, la manera en que unos cabellos rubios quebradizos caían en su rostro, como esos ojos esmeralda lo miraban brillantes, como sus labios se entreabrian buscando aire

  Pero entonces un golpe de realidad lo golpeó, no estaba bien, no era correcto, el estaba casado con su trabajo, no quería romances que lo distrajeran de su labor, no podía simplemente ilucionarla con un beso que aún que deseaba como jamás había deseado algo en su vida, sería su perdición, pues muy probablemente después de encontrar a su hermana simplemente desaparecería de la vida de la rubia, se iría y no la buscaría más. No podía ser tan egoísta

– buenas noches – se despidió con un hilo de voz, dejando a una rubia sin aliento y manos temblorosas

  Por su lado el subió al coche sintiéndose asfixiado

  Maldijo por lo bajo. Aquella noche ni siquiera el violín logro hacer que la imagen de cierta rubia dejará su mente, no pudo concentrarse en el caso, no pudo concentrarse en otra cosa que no fue Jen Whickman.

𝐒𝐡𝐞𝐫𝐥𝐨𝐜𝐤 𝐇𝐨𝐥𝐦𝐞𝐬 - 𝙴𝚗𝚘𝚕𝚊 𝙷𝚘𝚕𝚖𝚎𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora