[Domingo][Ella]
Pensó que estaba yendo por buen camino, trató de no incomodar, se resistió a tratar de pegarse a él, intentó aprender a mantener una conversación fluida, hasta recibió elogios por parte de él, sin embargo el chico ya no la quiso en su casa.
— Mañana…
Aunque no lo dijo literalmente era lo que ella comprendía, prohibió las visitas a su casa hasta la próxima semana, explicó sus razones y fue muy amable al hacerlo, sin embargo al estar sola sus pensamientos solo asumían que ella había hecho algo mal, que en realidad era un peso que se aferraba a él y que por eso la distanciaba.
Sus pensamientos iban cada vez más en picada y si no fuera porque tenía otro tema en mente estuviera en un agujero más profundo.
El día de mañana sería su primer día de clases en la nueva escuela.
Compró todo con antelación, revisó, contó, enumeró y ordenó sus útiles escolares de tantas formas posibles que ya no podía crear una nueva forma extra, por el simple hecho que todas las variables habían sido realizadas solo para mantener su mente ocupada.
— Escuela… —Con su mirada fija en el reloj miró el segundero moverse.
Su cuerpo no podía descansar esperando aquel día, sus noches se volvieron largas por sus dudas y sus largas caminatas por el vecindario una forma de despejar su mente, pero a la hora de dormir solo podía esperar el día siguiente.
Y con un pequeño golpe de las tuercas el segundero terminó de dar la vuelta completa empujando así los demás engranajes para dar inicio un nuevo día.
— Ya es Lunes…
Sus párpados de repente se sintieron pesados y su conciencia se alejó de su cuerpo.
[Lunes]
Ya tenía una rutina para ir al colegio, levantarse temprano, darse un baño, vestirse, recoger sus cosas, salir de su casa y caminar al colegio.
Todo estaba yendo según su rutina, pero en el camino se encontró con un pequeño puesto de comida en una esquina. Una señora vendiendo sánguches con distintos rellenos, además de grandes baldes con jugos, avenas o refrescos para acompañar. Antes compartió un puesto similar de comida con el sujeto del paraguas.
No tenía hambre y le era extraño comer tan temprano, sus únicas comidas eran almuerzo y cena, claro que había días que se fusionan o no comía, pero siempre que su estómago le rogaba comida ella lo saciaba con algún que otra cosa.
Compró un par de sánguches y regresó a su recorrido.
Miraba a todos lados intentando encontrarse con el sujeto, pero era demasiado temprano y sus casas no estaban tan cerca. Debería esperar hasta la noche para poder verlo, claro, si reunía el valor para ir al punto de encuentro.
Su mente fue un lío hasta llegar a la entrada del colegio, este tenía paredes de dos metros y medio de altura pintadas de color azulada con columnas blancas, sobre estas rejas puntiagudas y una señal de peligro eléctrico. Un gran portón azulado con sus dos hojas abiertas permitía el ingreso de los alumnos. Como le es costumbre llegó una hora de anticipación, apenas si había estudiantes llegando junto con ella, pero los auxiliares ya estaban esperándolos en el mismo portón, sus miradas se posaban en ella de vez en cuando lo cual la sacó de sus pensamientos previos.
Era nueva pero revisó varios folletos del colegio, reconocía los pabellones de este y sabía el camino que debía tomar hasta llegar a su aula.
— Pabellón B, segundo piso… número 203 —Repitió para sí misma hasta encontrar su aula.
Estaba silencioso pero su mente era una marea de inseguridad y preguntas. "¿Será lo mismo que su anterior colegio? ¿El nivel académico será más alto? ¿Ella estorbará? ¿Podrá hacer amigos?¿Entrará a un grupo de amigos?¿Los profesores la escucharán?" Esas y más preguntas impedían que sostenga la manija para abrir la puerta.
— ¡¿LLEGUÉ TARDE OTRA VEZ?!
— ¡HUEEEEE!
— ¡KYAAAA!
Sin comprender lo sucedido se agachó y cubrió su cabeza con su maleta.
— Mi- lanesa… ¡Qué susto! Jeje ¿Oye estamos tarde?
Después de unos segundos de formar su escudo-maletín comprendió de manera vaga lo sucedido. Bajó su guardia y recobró su compostura.
Suspiró— B-buenos días —Trató de no levantar mucho su voz.
— Buenos días… Qué raro… —Miró a los lados.
La chica en su delante con su pálida piel, cabello crema trenzado, grandes ojos brillosos y adornos por doquier, la iluminaban y representaba en su cara ser una chica viviendo al máximo su adolescencia.
Apenas tenía maquillaje pero las curvas de su rostro, largas pestañas, ojos que no solo reflejan la luz sino que parecen brillar, era suficiente para resaltar y ser el punto de enfoque.
No solo eso, el uniforme celeste asentaba y daba forma a su figura añadiendo años que no tenía.
— ¿Me confundí de aula?
— E-esta es-
— No, esta es mi aula, hola ¿vienes a ver a algún amigo tuyo?
La interacción fue tan rápida que le costó seguirle el paso y pensar una respuesta, pero no debía de preocuparse, su "tío" le explicó lo básico de una conversación, solo debía ejecutarlo.
— ¿He? Un… mío, no…
Por lo menos en su mente salió mejor.
— Lo bueno es que no llegué tarde esta vez, si llegaba tarde hoy no me liberaría de la papeleta. —Secó su frente con el dorso de su mano— entremos, quiero sentarme.
Abriendo la puerta, la arrastró hasta el fondo del aula, apenas acomodaron sus mochilas en la parte baja de sus asientos la conversación continúo.
— Me llamo Lía, ¿Tu eres?
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Dos desconocidos
RomanceEl amor a primera vista no siempre es posible, aveces debes de esperar a que las dos partes se den cuenta de lo que sienten, a veces meses o días. Pero siempre hay que saber esperar ese momento.