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—Debo irme, Karl.

El castaño asintió, comenzando a guardar el juego de mesa.

—Yo también tengo cosas que hacer, fue divertido— se despidió el de ojos amarillos, marchándose de aquella mesita donde hace un rato estaban planeando las mejores estrategias para ganar.

Acaban de ver a un chico desconocido en la entrada, demasiado extraño teniendo en cuenta que tipo de internado era. Tal vez solo era una visita.

Extrañamente le causó curiosidad, algo muy raro debido a su condición.

—¡George!

Soltó un suspiro cansado tras escuchar aquella voz ruidosa.

—Hola, Dream.

—¿A donde fue el pequeño Karl? Creí que jugabas con él.

—Ambos nos ocupamos— le contesto con su típica voz monótona de siempre, mientras terminaba de guardar la última pieza de ajedrez.

—¿Que harás?

—Ponk me está esperando. Hoy me mostrará cómo puedo canalizar mis emociones.

—Eso ya te lo enseño ayer...

—Y no funcionó.

Empujó al rubio, quitándolo de su camino.

El de ojos verdes abrió la boca con indignación, siguiéndolo a paso apresurado para que no se escapara.

—¡Espera! ¿quieres un chocolate?

George se detuvo unos segundos para mirarlo con confusión, luego continuo con su camino sin responder.

—¡George, no me ignores!

El pelinegro en realidad no detestaba a Dream. De hecho, el rubio ni siquiera lo irritaba, pero le causaba emociones tan confusas que lo hacían querer alejarse.

No quería seguir averiguando lo que le sucedía.

—Bien, ya cállate.

Enseguida que se detuvo, Dream se detuvo también, mirándolo esperanzado.

George extendió su mano, recibiendo inmediatamente un chocolate por parte del de ojos verdes, quien estaba gustoso de compartirlos con el pelinegro.

Ambos se sentaron en el suelo a comerse los caramelos.

A George no le gustaban los chocolates, pero era un dato que no pensaba compartir con Dream.

Unos gritos femeninos los distrajeron, haciendo que los dos desviaran la mirada hacia la enfermera Nihachu.

—Otra vez están regañando a Karl— se burló Dream, dando otra mordida a su caramelo.

—Es ridículo que no lo dejen salir de su habitación.

—Él no es como nosotros, George.

—Nadie es igual a nadie, cierra la boca.

Dream bajo la mirada con resignación, George tenía razón.

—Al menos allá fuera son libres— se quejó el rubio, apoyándose con sus manos en el suave pasto.

—¿No te agrada ser diferente?

—Me gusta ser especial.

George lo observó con confusión.

—Ser especiales fue lo que nos unió en primer lugar.

—¿Y eso es bueno?— pregunto George en un tono de voz quizás demasiado tosco.

Pero eso nunca logro asustar a Dream.

—¡Para mi lo es!

George empezó a jugar con sus manos estresado, frustrado de no poder comprender porque este chico lo hacía sentir de esa manera.

—¡Hola!

Karl venia corriendo hacia ellos después de la tremenda regañada que seguramente le dio su enfermera, pero se veía demasiado feliz.

—Hola, Karl.

—Hola, recordatorios sin espacio.

El castaño le dio un zape a Dream, quien soltó un quejido bajito.

—¡Almacenamiento, no seas agresivo!

—Cállate, chico rubio.

—¡Mi nombre es Dream y nos conocemos hace dos años!

Karl se sentó a un lado de ellos, avergonzado.

—Estas empeorando ¿cierto?— preguntó el heterocromatico.

El castaño solo asintió con la cabeza, extendiendo su mano hacia el rubio, quien rápidamente captó el mensaje entregándole un chocolate.

—Pero eso no es lo importante, conocí a un chico.

—¿El que estaba en la entrada?

—¡Ese!

—¿De que chico hablan?— se metió Dream a la conversación.

—Creo que lo veremos seguido— anunció Karl, señalando con la cabeza hacia su derecha.

Los tres pares de ojos recayeron en un cuarto chico, que parecía estar hablando con un doctor. Quizás su padre.

—¡Te gusto!— acusó Dream, haciendo que los otros dos se rieran, uno más escandaloso que el otro.

—¿El doctor o el chico?— se burló George, provocando ahora también la risa del rubio mientras Karl los observaba con molestia fingida.

Eso fue antes de que todo cambiara.

Antes de que Karl muriera.

Feelings? [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora