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—Príncipe George ¿donde está el caballero Dream?— preguntó punz con curiosidad.

El pelinegro no supo que responderle, por lo que solo se dedicó a seguir acariciando sus preciosos cabellos rubios platinados.

No tenía idea de porqué Dream había desaparecido tan de repente. Quizás seguía molesto por la pequeña disputa que habían tenido debido a Fundy.

George no era muy fan de tratar de entender sus emociones, pero siempre supo diferenciar cuando estaba enojado. Definitivamente ahora lo estaba, y demasiado. Pero no con Dream.

Intento centrarse en aquellos niños que lo seguían a todas partes para dejar de pensar en el rubio, más no funcionó.

Le daba colera saber que el pelinaranja lo manejaba a su antojo, como si fuera un maldito bebé. Dream ya era casi un adulto y aún se dejaba mangonear por Fundy, quizás era su extrema amabilidad o su propio déficit, porque no tenía otra explicación.

No lograba entender.

—¿Todo bien?

Aquella pregunta lo saco de sus pensamientos, para regresar su mirada hacia su enfermero, quien no dejaba de observarlo con extrañeza.

Al ver que George se negaba a hablar, suspiro con cansancio.

¿Ya estaba colapsando? Y recién había aceptado sus sentimientos, que poca resistencia.

—¿Ya te fastidiaste de jugar al enamorado?

Aquella pregunta logro que George mandara sus ojos hacia arriba con molestia, para dejar de verlo.

Punz jugó con sus manos nervioso al sentir tal tensión en el aire, no lo asfixiaba, pero era un poco tedioso.

Ponk relamió sus labios en un intento por mantener la calma. Nunca tuvo mucha paciencia, pero con George siempre llevaba la guardia baja.

—George, se que puede ser complicado para ti, pero...

—Lo amo— interrumpió George inmediatamente.

Los ojos bicolores del chico brillaban con intensidad, como si pronunciar aquellas palabras hubieran puesto una revelación ante él. Como si antes de decirlo no pudiera creerlo.

Movió sus dedos con nerviosismo para después cerrar sus manos en puños, presionándolos con fuerza.

Ponk ladeó su cabeza mientras intentaba procesar la forma tan abrupta de cambiarle el tema para no andar con rodeos.

Bien, su niño no quería seguir con las platicas de ánimo. El apoyo justo ahora era primordial según dictaminaban muchos sucesos, pero a George nunca le habían importados tales cosas, creaba sus propias soluciones.

—¿Lo amas?

—Más que a nada.

Su voz se escuchaba tan sincera que hasta se asusto a sí mismo.

Sus piernas temblaron levemente al sentir la mirada filosa de Ponk sobre su persona, taladrando en sus pensamientos, como si quisiera entender el cómo se sentía.

—¿Cómo lo sabes?

George estaba dudoso de responder. Era una cursilería.

—Hace que mi estúpido corazón palpite de maneras inexplicables hasta el punto de quitarme todo el oxigeno en una dolorosa y lenta agonía.

Aquel relato dejó estupefacto al enfermero.

Punz solo observaba con emoción a los mayores, se le hacía súper divertido verlos intentar descifrarse mutuamente.

Él ya sabía como terminaría todo. Hasta el pequeño Sam escuchaba entretenido.

—Cursilería, claro...

—¡Soy yo, Ponk!

—Tu lenguaje corporal te delata. Estás loco por ese chico.

—Literalmente...

El enfermero bufo fastidiado, levantándose de su lugar. No le gustaba mucho cuando George se llamaba a si mismo un "loco" incompetente he insensible.

—Tu rostro tiene tantas expresiones que casi no te reconozco.

George abrió los ojos horrorizado, haciendo una mueca de asco. Esta nueva faceta suya lo iba a matar de un infarto.

Aunque ciertamente no le disgustaba mucho, pero le daba vergüenza admitirlo frente al enfermero que prácticamente le había criado.

Se sentía como una adolescente diciéndole por primera vez a su mamá que había conseguido novio.

—Creo que debo irme...

—Que no te de pena.

Aquellas palabras solo provocaron en el menor más gestos inconscientes y varios movimientos de incomodidad involuntarios.

Intercaló su vista por toda la habitación sin saber cómo reaccionar, hasta que escuchó la dulce risa de aquel que consideraba su figura paterna más cercana.

—George, préstame atención.

El pelinegro cerró los ojos para no tener que mirarlo directamente, pero hizo un sonido de afirmación incitándolo a continuar con lo que sea que le iba a decir.

Ponk volteo los ojos con diversión, entendiendo lo que el menor estaba haciendo.

—No te voy a regañar... se que al principio me enoje un poco, quizás no actué como debía, pero yo siempre te apoyaré en todo— explicó de forma delicada para no hacerlo entrar en pánico, cosa que funcionó, pues logro ver como el heterocromatico destapada con lentitud sus lindos ojos bicolores —y sobretodo, quiero que entiendas algo, no tienes porque sentir vergüenza ante un amor tan puro como el tuyo.

George suspiró.

—¿Puro?

—¿No eras tú el incapaz de enamorarse?

La pregunta lo descolocó.

—Supongo.

—¿De quien estas enamorado?

—Dream.

—Ni siquiera dudaste.

Ya entendió. Ambos voltearon hacían Punz y Sam cuando los escucharon reír descontrolados, no sabían que era tan gracioso.

—¡Todo para que al final el príncipe George admitiera sus sentimientos y nosotros siempre lo supimos!— confesó Sam con felicidad.

—¡Es como ver una de mis historias ficticias!— le siguió el diálogo Punz.

Ambos niños provocaron que George estampara la palma de su mano en su rostro, tallándolo con frustración falsa.

Todo el mundo lo supo antes que él porque había sido un ciego en busca de reprimirse.

Feelings? [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora