Capitulo I (Parte 6)

101 13 1
                                    


Cuando la plaza quedó vacía y el público se había dispersado, Nick notó a un hombre despojado en el suelo, llorando. Su cuerpo, delgado y vencido, parecía un trapo viejo abandonado sobre el cemento. Conmovido por la escena, decidió acercarse.

—Hola, me llamo Nick. ¿Te ayudo con tus cosas? —ofreció con una sonrisa amigable.

—¡Hola! Sí... ¡Gracias, Nick! —respondió el hombre, aún entre sollozos—. Me llamo Fred, mucho gusto.

—Fred, quiero decirte que nada está perdido. A veces tenemos que mirar hacia adentro para encontrar nuestra fuerza, nuestro lado positivo. Así podemos descubrir nuevas formas de hacer las cosas, maneras diferentes de lograr lo que queremos. No soy el mejor para dar consejos, mi vida también ha sido un desastre —añadió con sinceridad—. Pero una vez un médico me dijo que a veces nuestro yo interior nos puede sorprender.

Fred lo escuchó en silencio, agradecido. Aquel inesperado consejo llegó justo cuando más lo necesitaba, y aunque las palabras de Nick fueran simples, encendieron en él una chispa de esperanza.

Cuando se despidieron, ambos siguieron caminos opuestos. Nick, sin embargo, ya no era el mismo. Algo había cambiado en su mirada; caminaba con más firmeza, con la vista al frente, repitiéndose a sí mismo que todo mejoraría. Pensaba en las fotografías que tanto ansiaba capturar y en su sueño de verlas publicadas en la portada de un diario.

La noche cayó sobre la ciudad, envolviéndola en una oscuridad densa. En algunos callejones, los focos quemados aumentaban la sensación de un ambiente lúgubre y opresivo. De repente, Nick sintió unos pasos tras de él. Nervioso, giró la cabeza con lentitud, pero no había nadie.

Aceleró el paso, cada vez más inquieto, sintiendo una extraña presencia que lo seguía de cerca. Sus pasos resonaban en el silencio del callejón, rebotando como el eco de una pelota de baloncesto en un gimnasio vacío. El miedo empezó a invadirlo; sentía el sudor frío recorriéndole la espalda mientras su respiración se volvía agitada y su aliento salía en densas nubes de vapor. Sin pensarlo, comenzó a correr, buscando refugio en la luz de una calle cercana.

Al llegar al edificio antiguo de la señora Susan, subió las escaleras chirriantes con prisa hasta su habitación. Una vez dentro, cerró la puerta y, al fin, pudo sentir cómo su cuerpo volvía a la normalidad. El ritmo frenético de su corazón disminuyó y la adrenalina poco a poco fue cediendo. Finalmente, estaba a salvo.

La Senda de las Almas, El Espejo Astral.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora