Capitulo I (Parte 2)

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Nick subió las escaleras de madera, escuchando cómo crujían bajo sus pies, como si fuesen articulaciones envejecidas. Cada paso lo acercaba más a la vieja casera, la señora Susan, una mujer robusta y de carácter difícil, quien controlaba el vetusto edificio. Nick no quería encontrarse con ella. Le debía dos meses de alquiler.

Con cuidado, llegó al final del pasillo, oscuro y estrecho. Pero antes de que pudiera abrir la puerta de su habitación, un chirrido profundo y amenazante surgió del cuarto de la señora Susan. La puerta se abrió de golpe, revelando a la anciana, con el ceño fruncido y el rostro encendido de ira.

—¡Nick! ¿Hasta cuándo me harás esperar por el arriendo? Necesito que me pagues ahora mismo, o te largas a la calle —gritó, con una voz que resonaba como una sentencia.

—Señora Susan, le prometo que mañana tendré el dinero —respondió Nick, tartamudeando y con la voz quebrada—. Mañana saldré a tomar fotos para el periódico, ¡por favor, denme solo un día más!

Ella lo miró con dureza, y luego, con un tono amenazante, agregó:

—Escúchame bien, Nick. Tienes hasta mañana, de lo contrario, tus cosas estarán en la acera. —Dicho esto, cerró la puerta de un golpe que resonó por todo el edificio.

Con la cabeza baja, Nick avanzó por el pasillo. Al pasar frente a las otras habitaciones, notó que las puertas estaban entreabiertas. Sabía que los demás inquilinos habían escuchado todo, y la vergüenza lo aplastaba como una losa.

Llegó a su habitación y trató de abrir la puerta con manos temblorosas. El cerrojo parecía trabado. Con frustración, le dio una patada, logrando entrar. La visión que lo recibió fue desalentadora: ropa desordenada y papeles dispersos por el suelo. La escena era un reflejo perfecto de su vida; caótica, fracasada.

Nick se arrodilló ante el retrete del pequeño baño. El agua en el fondo del inodoro reflejaba su rostro, un recordatorio cruel de lo bajo que había caído. Durante varios minutos permaneció allí, entre la tristeza y la rabia, encontrando una extraña paz en ese lugar sórdido. Era su refugio, su trono en medio del caos.

Finalmente, se levantó y se miró en el espejo. Sus ojos, rodeados de ojeras bajo sus gruesas cejas, le devolvieron una mirada desorbitada, pero, por primera vez en mucho tiempo, vio una chispa de esperanza. Recordó un momento pasado: había salvado a la hija de un psiquiatra de un pozo. El doctor, en agradecimiento, le ofreció su ayuda para cualquier cosa que necesitara.

Esa memoria le dio fuerza. Salió de la habitación, decidido. Por primera vez en meses, sentía que quizás había una salida a su tormento.

La Senda de las Almas, El Espejo Astral.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora