Prólogo

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Carolina del sur, Beaufort, octubre de 1978.

—El viento soplaba con fuerza, haciendo que los árboles se movieran con ferocidad—una joven sostenía un pequeño libro entre sus manos el cual se veía realmente viejo, esta leía una historia peculiar de terror a su pequeño hermano— con cada paso que daba dejaba huellas de sangre por doquier, sangre que le pertenecía a su propia madre.

—¿Por qué le hizo daño? — le preguntó el menor a su hermana, la cual se acomodó mejor en la cama y dejó un beso en su coronilla, se le veía asustado, en ese momento una rama golpeó con fuerza la ventana abriéndola de par en par asustando al niño—¡Es él, es él!

Se escondió debajo de sus sábanas temblando de miedo, su hermana soltó una pequeña risita y dejó el libro a un lado para levantarse con cuidado, he ir a la ventana, el viento era fuerte y podía apreciar como los rayos adornaban el cielo oscuro, claramente llovería en cualquier momento.

Cerró la ventana nuevamente y volvió con su hermano a paso lento, su vientre estaba muy abultado, no faltaba mucho para que diese a luz.

—Tranquilo hermano, es solo un cuento para asustar a los niños— lo tranquilizó poco a poco, pero este seguía un poco alterado, se escondió con él debajo de la sábana y le pego a ella siendo cuidadosa, se sentía adolorida.

—Pues ya estoy asustado— le dijo abrazándola con la poca fuerza que tenía, la joven volvió a reír y lo llenó de pequeños besos tranquilizándolo más, se removió en su sitio y la miró—oye Beth, ¿Nuestros padres regresaran por nosotros?, ¿Cuándo nacerá el bebé?

—Sí, lo harán— mintió, el menor aún no sabía sobre la muerte misteriosa de sus padres, con esa respuesta le mostró una sonrisa pequeña y bajó su cabeza cerrando sus ojos, ella mordió su labio inferior sintiéndose realmente mal—nacerá pronto.

Acaricio su cabello negro con delicadeza sintiendo los dedos suaves de su hermano sobre su vientre, una pequeña sonrisa se formó en sus labios mientras bajaba la sábana de su cabeza, hacía un poco de frío en la habitación, suspiró acomodándose mejor para evitar molestia en su vientre, se sentía cansada y asustada, tenía miedo de que naciera y ella no recibiese ayuda necesaria, claramente su hermano no podría asistirla, se asustaría y lloraría.

Estaban solos, solo eran ellos tres y nadie más, agradecería mucho que hubiesen encontrado aquella casa para poder refugiarse en ella.

Los fuertes truenos la despertaron, el ruido que provenía de la ventana le quitó el cansancio con rapidez, suspiró girando su cabeza hacia su hermano, pero al no verlo con ella, se asustó, quitó la sábana que cubría su cuerpo y al sentarse sintió una gran contracción que la hizo quejarse y llevar su mano hacia su vientre, tensó su mandíbula y respiro hondo, sus piernas temblaban debido al dolor, no veía a su hermano ni tampoco podía escuchar nada debido al ruido de la ventana y los truenos.

—¡Alexander! — alzó su voz lo más que pudo con la esperanza de que entrara a la habitación, pero nada, tomó una gran bocanada de aire y se levantó a duras penas, se quejó por el dolor, pero así mismo camino hacia la puerta para buscar a su hermano.

Se sujetaba de las paredes debido a la debilidad de sus piernas, respiraba hondo con cada paso que daba, sentía que el bebé nacería pronto, rogaba que nada malo le sucediera a ella, a su bebé y hermano, siguió con su caminar siendo iluminada por la tenue luz que emitían las lámparas de la pared, al llegar a la escalera su corazón latió con mucha rapidez al mirar un rastro de sangre en cada escalón, tapo su boca y con cuidado bajó los escalones cuidando de no resbalar.

Sus lágrimas mojaban sus mejillas y cada vez más sentía que rompería en llanto, sollozo un poco alto al llegar a planta, el rastro de sangre la condujo hacia la cocina y allí pudo ver el cuerpo sin vida de su hermano menor.

—No, por favor, ¡Alex! — Se acercó como pudo y se arrodilló con dolor, pero lo ignoro, ya que sentía que el dolor de ver a su único hermano sin vida le dolía mucho más—Despierta, por favor hermano.

Suplicó entre llanto mientras abrazaba su cuerpo ensangrentado, cerró fuerte sus ojos y dejó un beso en su coronilla negando sin poder creer aquello, su ropa se llenó también de sangre, pero no le intereso, al escuchar un fuerte ruido en la sala se sobresaltó a tal grado que nuevamente sintió las contracciones.

La luz en la cocina era muy escasa y no podía ver bien la silueta de la persona que se hallaba de pie en la puerta de dicho lugar, se aferró de la isla y se levantó para acercarse a uno de los cajones y sacar un cuchillo, sostuvo el mismo con sus dos manos sintiendo el latir de su corazón en sus oídos.

—¡Era solo un niño! —grito mirando como la silueta se hacía cada vez más clara al acercarse de forma lenta a donde ella se encontraba, tenía mucho miedo, pero el enojo y el dolor de haber perdido a su hermano era mayor.

—Y por esa razón lo asesiné—su voz era gruesa, casi no podía entender bien lo que decía, era como si dos personas hablaran al mismo tiempo— porque el sabor de la inocencia, es exquisito, y cuando se mezcla con el miedo y la desesperación se vuelve aún más deliciosa.

—Tú asesinaste también a mis padres ¿Cierto? — se detuvo en la parte donde la oscuridad cubría la mitad de su rostro, la miró con atención y seriedad, pero luego pudo ver una sonrisa ladina, esta mostró su perfecta dentadura.

—Tal vez, ¿Quién sabe? — vaciló mientras posó una mano sobre la isla, dejándole ver unas uñas grandes y con sangre en ellas, la joven tapó su boca evitando llorar, dejó caer el cuchillo al sentir otra gran contracción y las ganas de pujar.

Grito de dolor sosteniéndose del mesón, mirando la sangre manchar sus piernas, respiro hondo pujando con mucho esfuerzo, su cabeza se hizo hacia atrás y mantuvo sus ojos cerrados con firmeza, al sentir unos dedos rodear su brazo ladeo su cabeza mirando finalmente al hombre.

Ella lo reconoció en segundos, este con sus manos manchadas de sangre y semblante serio la acostó en el suelo y abrió sus piernas, claramente iba a ayudarla a dar a luz, ella no opuso resistencia alguna ante su ayuda solo pujo cada vez más, sentía como su vista se nublaba de apoco, estaba perdiendo mucha sangre lo cual, lo estaba volviendo loco.

Unos cuantos minutos más y con la poca fuerza que tenía, pujo escuchando a lo lejos el llanto de su bebé, alzó su cabeza con debilidad y miró al pequeño en las manos ajenas, era un hermoso niño, sonrió, pero fue lo único que pudo hacer antes de ser abrazada por la muerte.

El bebé se movía y lloraba en las manos del hombre quien lo miraba sin hacer o decir absolutamente nada, él estaba absorto en sus pensamientos, miró a la joven y luego al bebé, se puso de pie y caminó hacia la salida sosteniendo mejor al pequeño niño entre sus brazos.

No sabía qué haría con el pequeño, simplemente caminó sin rumbo fijo debajo de la lluvia cubriendo al niño con su túnica negra, sus pensamientos eran un total desastre, no sabía por qué se sentía tan perdido. Mientras caminaba, dejaba huellas de sangre que eran borradas por la lluvia, y sin más, desapareció con él bebe en brazos, a mitad de la oscura noche.

El hijo de DráculaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora