Capítulo 1: Llegada al Santuario, Reencuentro de Leo y Sagitario

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Aparecieron, en Casa de Sagitario, admirando el testamento de Aioros expuesto en la pared, la nostalgia  pareció invadirlos, recordando la batalla en las doce casas contra los santos de bronce y la batalla contra Hafes, se preguntaban cuanto habria pasado desde esa batalla: ¿Días? ¿Semanas?  

No podría haber pasado mucho, el templo lucía igual de majestuoso que siempre, y exponía que, a pesar de su ausencia, los caballeros habían protegido las doce casas con su vida. 

El dueño de la novena Casa del zodiaco hizo acto de prescencia, con su capa blanca y cabellos naranjos movidos por el viento, su postura no mostraba debilidad, y su semblante plateado no mostraba compasión ni dulzura alguna.

—???: ¿Quién ha entrado al templo de Sagitario?—Aioria levanto la mirada con miedo, ese cosmos tan ardiente, asustaría a cualquiera. Con un movimientos de su capa todas las luces el templo se encendieron, para ilumar la figura de su guardián—¿Quiénes son? 

—Aioria: —La silueta al pricipio fue difusa, pero luego esa máscara con alas doradas eculpidas en ella le dió la respuesta de quien era ese caballero—¿Nagisa? ¿Eres tú?—Los demás dorados miraban con cierta curiosidad, más figuras color blanco y dorado aparecieron detrás del santo de Sagitario. 

—Nagisa: ¿Aioria?—Se quitó la máscara para poder apreciar la cara del santo de Leo—¿Qué haces aquí?—Le empezó a doler la garganta por contener el llanto, su gestó duro se adornó con una sonrisaal reconocer al santo de Leo. 

—Milo: Nagisa—La pelirroja desvió la mirada para ver a Milocon una sonrisa que se le contagio tambien al escorpión—¿En qué año estamos?—Se puso de puntillas para ver si entre los jóvenes encontraba a los santos de bronce, pero no encontró nada. 

—Estamos en el año de 1992, Milo de escorpión—Informó un hombre con frío semblante, como el de Camus

—De seguro ese es el santo de Acuario—Pensó Milo.

—Ustedes deben ser los santos de la generación anterior a la nuestra, ¿Correcto?

—Mu: Correcto—Asintió—Y ustedes deben ser la nueva generación de santos, ¿Podrían presentarse?

—???: Soy el santo de Aries, Kiki—Realizo la reverencia propia de los santos de Atena, el Muriano se quedó perplejo, no lograba ver en ese joven al niño que había entrenado, ya era un hombre.

—???: Rilianne de Tauro—Imitó a su compañero, fue una sorpresa que el puesto de Aldebarán fuera tomado por una dama.

—???: Eibon de libra—Abandonó la capa blanca que ocultaba su armadura, comrprobandole a Mu que era su amigo de hace tantos años. 

—???: Gakupo de Acuario—Al escorpión le pareció interesante la apariencia de este santo, que resaltaba más su rudeza que su cosmos congelado.

—???: Setsuna de Piscis—Su reverencia fue con gracia, hacía notar que era la sucesora de  Afrodita, el santo más bello.

—Shura: Wow, hay muchos nuevos aspirantes, pero ¿Y los caballeros de bronce?—Frunció el entrecejo.

—Shaka: Asumimos que ellos ocuparían nuestros puestos como santos de oro. 

—Nagisa: El caballero de Pegaso está incapacitado, no ha combatido en años.

—Kiriya: En caso de Shiryu y Hyoga, están entrenando en Lushan y Asgard a unas aprendices de amazonas—Explicó, la figura blanca como la luna, que desprendía olor a muerte. 

—Shura: Kiriya de cáncer—Reconoció al maestro de su amigo Deathmask con sólo oír su voz.

—Kiki: Ikki y Shun están en alguna parte de América.

—Aioria: Un segundo, ¿Y mi hermano Aioros?—Entre los presentes buscaron al nombrado santo con la mirada—No solo mi hermano, ¡No siento tampoco el cosmos de Aldebarán!,  ¡Ni de Deathmask! ¡ni el de Dohko!

—Shura: Ellos estaban con nosotros, ¿A dónde podrían haber ido?

—Milo: Puedo sentir el cosmos de Saga, Camus y Afrodita.

—Aioria: Tambien yo,  ¿Por qué no puedo sentir el cosmos de mi hermano, Dohko y Aldebarán?.. No puedo creerque puedan estar muertos. 

—Milo: ¿Crees que ese destello que vimos en el templo tenga algo que ver?

—Shaka: Eso no era un destello, era un ángel. 

—Aioria: ¿Un ángel? Eso no es posible. 

—Shaka: Lo único certero es que la respuesta la hallaremos yendo al Olimpo, y hablando con esa Diosa misteriosa.

—Aioria: ¡Prometo vengar a mi hermano! ¡Y a todos los caballeros que murieron por ese maldito! ¡Ese maldito ángel!—Entrecerró los ojos con ira.

—Kiriya: ¿Ángel?—Llevó su mano hacia su barbilla—Mi alumna reportó que unos guerreros con alas blancas han estado atacando Japón.

—Nagisa: Podría ser una coincidencia—Se apresuró a responder con gesto de molestia, no se fiaba de la alumna de Kiriya—Solo con palabras, no podemos creer que habla de lo mismo que ellos

—Setsuna: Yo digo que le demos el beneficio de la duda, manden a un santo a averiguarlo—Nagisa no vio por qué no, se retiró para mandar a un santo de plata.

—Eibon: Bueno—Interrumpió el silencio que se había instaurado cuando Nagisa se fue—Ustedes pónganse presentables y vayan a informarle al Gran Patriarca, nosotros debemos cumplir nuestras guardias.



Continuará...

Saint Seiya: La Guerra Santa de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora