Capítulo #10: Equeelus vs Cure Beauty

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—Honoka: No es mi responsabilidad matar a Pegaso, eso te lo ha puesto tu diosa. Yo cumplí con lo que debía, matar a los Santos dorados.

—Icaros: Dejaste a varios con vida.

—Honoka: Planeaba perseguirlos y terminar con eso—Mencionó calmada—Pero mi Dios me ordeno permanecer en el Olimpo, que ellos le servirán para cumplir su objetivo. Por lo que si concluí con mi trabajo.

—Icaros: Mataste a Aioros, ese era uno de tus objetivos, deberías estar extasiada de felicidad ¿Por qué estás tan impacible como siempre?—Preguntó extrañado.

—Honoka: Mi maestro me enseñó a expresar mis emociones de manera inteligente y prudente.

—Icaros: Un guerrero es mejor si se separa de toda humanidad.

—Honoka: Pues si quieres hacer un buen trabajo sí, Icaros—Se puso a pensar en lo que hace unos días le pidió Icaros, por lo que preocupada decidió preguntar—¿Por qué me pediste algo tan peligroso como él Sakenna? ¿Acaso no te basta tu fuerza para matarlo?

—Icaros: Yo debo matar a alguien que no es Pegaso—Soltó con un tono grave, sombrío. A él lo caracterizaba un tono monótono, pero sonaba oscuro en esta ocasión— ya que Apolo se fijó en un humano que puede ocupar una Glory muy importante en su templo.

—Honoka: ¿En serio? ¿Cuál Glory? ¿Por qué no me lo ha pedido a mi si soy su ángel de confianza?!—Preguntó con un poco de rabia.

—Icaros: No me ha dejado saber por qué, Honoka. Ni me ha dicho que Glory ocupará ese humano.

—Honoka: ¿Pero por qué matarlo? ¿No le sería más simple traerlo al templo del sol?

—Icaros: Un cuerpo decadente en descomposición es más fácil de manipular. Pero de todas formas eso es algo cobarde viniendo de un dios.

—Honoka: Ese hombre en cuanto a joder no tiene dignidad—Comentó acomodando sus ropas.

—Icaros: ¿Y tú a dónde vas?

—Honoka: Nuestro gran señor quiere que ataque junto a una precure a una escuadra de los santos de Atena. Busca como matar a ese tipo—Lo golpeó cerca de la espalda baja.

—Icaros: Todo a su debido tiempo.

Honoka se retiró, con sus alas descendió del Olimpo junto a sus soldados rasos, habían llegado a la Saint Academy, lugar de reunión para las Saintias. En el lugar descansaba un pequeño grupo de damas de compañía, la razón por las que ella vino.

—Honoka: Tomen a la que quieran, yo las auxiliare si algo pasa, ¿Entendiste, Miyuki?

—Miyuki: Como diga, señorita Honoka—Juntó las manos, con los dedos formó un corazón, concentró su cosmos hasta que se hizo gigante—¡Happy Shower!—Manteniendo el gesto movió las manos hacia atrás, y las dirigió hacía las Saintias provocando una fuerte explosión.

—Kyoko: ¡Cuidado!—Dio un salto antes que la explosión la tocase, mientras las demás no tuvieron el tiempo de reaccionar a tiempo.

—Reika: Yo pido a la más fuerte—Con su cosmos creo dos espadas de hielo—¡Beauty Blizzard!—Fue directamente contra Kyoko, trataba de atacarla con la espada, pero la rapidez de la Saintia hacía que fuera difícil tocarla.

—Kyoko: ¿Quién eres tú?—Preguntó, no parecía de ningún ejército que ella conociera—¡Dame tu Fuerza, Equeelus!—Derribó a Reika con dificultad, a decir verdad los santos de oro le habían dado más pelea a primera instancia.

—Reika: —Ni corta ni perezosa uso sus brazos para impulsarse y ponerse en pie, no se iba a dejar vencer por una sucia Saintia—Nada mal, caballera—Soltó su espada, empezó con una ráfaga de golpes a la velocidad de la luz.

—Kyoko: —No descansaba, ella se cubría la cara y atacaba a las piernas, se cubría al torso y atacaba a su cara. No tenía el tiempo suficiente para reaccionar y tapar los golpes—¡Ahhh!—Gritó de dolor cuando Reika la mando a volar con un gancho a la barbilla.

—Reika: ¿Por qué te acuestas a dormir? ¡QUIERO DIVERTIRME UN POCO!—Cuando Kyoko trató de incorporarse recibió una patada en su cara que la estrelló contra unas piedras.

—Kyoko: M-maldita sea—Con toda la fuerza de voluntad que tenía se puso en posición defensiva, con las piernas heridas por la afilada piedra—¿C-crees que me rendiré tan fácil?—Recibió un puñetazo en el estómago que no pudo ni ver—¡Cough!—Escupió sangre, muy asqueada por ese sabor a hierro y la textura.

—Reika: ¿La potra no tiene fuerzas ya?—La pateó en la quijada, el impulsó hizo que la Saintia tuviera otra vez la cara contra el suelo—¡Son tan incompetentes como para proteger a Atena!

—Mii: ¡KYOKO!—Gritó tirada en el suelo, extendiendo la mano pidiéndole ayuda a su amiga, llena de heridas—¡Kyo–...—Una Cure rubia termino con su vida aplastandole la cabeza.

—Kyoko: ¡¡MII!!—Chilló entre lágrimas al ver el destino de su amiga, sentía que al ver esa escena vomitaria—¡SON UNAS MALNACIDAS!—Impulsada por su rabia se puso en pie para atacar a la rubia, golpe tras golpe sin descanso, ¡Necesitaba hacerla pagar!

Continuará...

Saint Seiya: La Guerra Santa de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora