Capítulo #2: Calma

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En el pais del sol naciente la noche ya habia caido, se respiraba la calma y la tranquilidad en toda la ciudad de Tokyo.

En medio de un valle, cerca de la mansion Kido, habia una casa de madera, era frande pero modesta, los santos de bronce la habian usado como refugio hace años para ocultarse del santuario. 

Shaina fue a visitar a los ocupantes de la casa, 

—Shaina: Cuanto tiempo sin vernos—Se sentó en una silla que estaba en el porche, y la pelirroja apoyó la espalda en el quicio de la puerta—¿No crees, Marín?

—Marín: Ciertamente ha pasado mucho tiempo—En vez de mirar a la de ofiuco se quedó contemplando la Luna llena.

—Shaina: ¿Por qué usas la máscara si no estás en servicio? 

—Marín: No la llevó todos los días, la uso hoy porque todos los que tocan mi puerta son caballeros.

—Shaina: Pero el Patriarca abolió esa ley.

—Marín: Está es mi manera de apoyar a Atena, y la tuya es uno usarla, no por eso mi manera es incorrecta.

—Shaina: ¿Y cómo está Seiya?—Cambió de tema rápidamente, poniendo las manos en su nuca.

—Marín: Sigue igual, no da señales de que vaya a despertar pronto—Mencionó, ella lo cuidaba todos los días desde hace cinco años—Aunque su cuerpo a veces tiene espamos, pero de resto nada.

—Shaina: Debe ser agotador cuidar a alguien en coma, sin saber si algún día despertará... Solo pensarlo suena devastador.

—Marín: Si no lo cuidaba yo nadie lo haría, eso me queda bien claro.

—Shaina: ¿Por qué no haz dejado de ser caballero? Podrías haberte retirado a tener una vida normal y pacífica.

—Marín: Por la misma razón por la que tú tampoco lo haces; no conocemos otra cosa, no somos personas normales y si usamos nuestros cosmos por accidente en una sociedad normal se nos tacharía de raros. Además, Seiya es lo último que me queda—Agregó con una voz más dulce, más sentimental que su voz serena de siempre. 

—Shaina: ¿Qué quieres decir con eso?

—Marín: Sería más fácil dejar de ser caballero si tuviera familia con la cual quedarme o algo por el estilo, pero no tengo, hace años me quedé huérfana. Y mi hermano menor se perdió cuando era un bebé, incluso si siguiera vivo no me recordaría.

—Shaina: ¿Y que tiene que ver Seiya en todo eso?

—Marín: Cuando Seiya llegó conmigo era un niño muy pequeño, al entrenarlo también termine criandolo... Quiera o no el término convirtiéndose en un hermano menor para mí.

—Shaina: Como Aioros con su disipula, solamente que él se enamoró de Nagisa.

—Marín: Digamos que es algo así—Mencionó con desdén, Nagisa no era de su agrado.

Siguieron su plática trivial, hasta que escucharon un golpe contra algo de madera, lo que hizo correr a las dos santas de inmediato hasta el interior, ya que pensaron que el cuerpo de Seiya habría sufrido un golpe grave.

Cuando llegaron al cuarto vieron algo que jamás se esperaban.

—Marín: ¡Seiya!—Se arrodilló rápidamente, para levantar y acunar el cuerpo de su alumno. Levantó la cabeza para ver si no habría sufrido algún daño. En lugar de verle los ojos carentes de vida vió a Seiya con los ojos llenos de vida, con su brillo característicos.

—Seiya: ¿M-marín?—Tartamudeó confuso y aturdido, no sabía dónde estaba, ni siquiera sabía si era de verdad su maestra quien estaba con él.

Continuará...

Saint Seiya: La Guerra Santa de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora