🌻Capítulo 4☀️

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Por primera vez, cuando el sábado se despertó en su diminuto apartamento, Gulf necesitó hablar con otra persona para desahogarse. El problema era que no tenía a nadie. Estaba solo, complemente solo, y de repente se entristeció.

¿Qué iba a hacer? ¿Cómo podía escapar de la situación que se le había presentado? Se sentía dentro de un callejón sin salida.
   
Limpió toda la casa de arriba abajo, pasó el aspirador, lavó las ropas de cama y les sacó brillo a los muebles. Cuando no quedó nada más que hacer, se lamentó y se dejó caer en el sofá. El silencio lo invadía todo. Cogió su teléfono y lo miró durante unos instantes, bajando por la agenda casi vacía hasta que, al final, con dedos temblorosos, se atrevió a marcar el número de Up, que respondió al cuarto tono, justo cuando estaba a punto de colgar.
   
—Hola, Gulf. ¿Qué tal todo? —lo saludó jovial.
   
—Bien, bien. —Carraspeó—. No, lo cierto es que no.
   
—¿Qué te ocurre? ¿Pasó algo anoche?
   
—Por desgracia, sí. Pero… no debería haberte llamado… perdona por molestarte un sábado, seguro que estarás con Kao disfrutando del fin de semana y…
   
—¡No es ninguna molestia! Y no, Kao está en un entrenamiento. ¿Te apetece que quedemos a tomar un café? Puedo llamar a los chicos, si te parece. Nos vendrá bien despejarnos un poco y, quizá, luego, podamos ir de compras.
   
Gulf dudó. Sentía que incluso las sensaciones que él mismo provocaba se escapaban de su control. Al final, aún poco convencido, respondió que sí y quedó con Up media hora más tarde en una conocida cafetería en la que preparaban todo tipo de chocolates calientes, desde con toques de menta y naranja hasta espumosos. Se puso algo de ropa cómoda, unos vaqueros azules y una camisa negra, y se presentó allí a la hora.
   
Los tres estaban ya sentados en una de las mesas.
   
Se emocionó al verlos. La historia que Gulf arrastraba le había impedido tener un grupo de amigos así, algo tan corriente para otros y tan impensable para él. Ahora tenía la oportunidad de disfrutar de aquello. Le encantaba la familiaridad y la confianza que reinaba entre todos, como si pudiesen decir cualquier cosa que se les pasara por la cabeza.
   
Se sentó en la silla que quedaba libre y sonrió. El mero hecho de estar con ellos lo calmó.
   
—Me has dejado preocupado —le dijo Up de inmediato—. ¿Qué es lo que ha ocurrido? ¿Al menos estás bien? De verdad que puedes confiar en nosotros.
   
—Ya lo sé. —Les sonrió—. Primero necesito un café.
   
Pidió uno cuando el camarero se acercó y luego suspiró.
   
—Vamos, Gulf, me estás poniendo nerviosísimo —dijo Mild.

—A mí también. Ya nos dejaste algo descolocados anoche cuando te fuiste —añadió War frunciendo el ceño y clavando sus ojos en Gulf.
   
—La cuestión es que no me fui —confesó Gulf.
   
—No te entiendo. —War lo miró confuso.
   
—Nos encontramos con Boat y con Mew, ¿recuerdas? —le preguntó Gulf a Mild, que asintió de inmediato—. Y después ustedes se fueron a bailar. Y Mild tiene un novio muy besucón. Y entonces… entonces…
   
—Te quedaste a solas con Mew —dedujo Up.
   
—¡Dios mío! ¡No me digas que te ha despedido! —War abrió los ojos enormes—. Si es así, acabaremos con él. De verdad. Nos colaremos en su casa en mitad de la noche y no dejaremos huellas. No me puedo creer que el muy cretino se atreviese a…
   
—No es nada de todo eso, chicos. —Gulf suspiró y no quiso alargar más el momento incómodo—. La cuestión es que me quedé a solas con él y en ese momento aparecieron los jefes de la cadena, esa con la que se iba a fusionar la revista. Casualidades de la vida, se habían quedado un par de días en la ciudad después de la reunión y habían salido a tomar una copa.
   
—¿Y cuál es el problema? —insistió Up.
   
—El problema es que el esposo, Nu New, pensó que era su chico y Mew le siguió el juego. —Los tres lo miraron sorprendidos—. Nos invitaron a una copa y Mew me pidió que fingiera ser su novio esa noche a cambio de un aumento del cinco por ciento del sueldo.
   
—Y aceptaste —adivinó Mild de inmediato.
   
—Sí. —Se tapó la cara avergonzado—. Es que… no sé, fue el momento, todo muy confuso. Eso y que, además, necesito el dinero. Es el único aliciente de ser el secretario de la Bestia, pensé que no era del todo injusto que estuviese un poco más recompensado.
   
—Y tienes toda la razón. Por aguantar a ese hombre, deberían pagarte a final de mes en lingotes de oro —bromeó War, gesticulando con las manos.
   
—Pues ya está, lo hiciste. Seguro que no fue para tanto, no le des más vueltas —dijo Mild.
   
—Oh, espera, espera. —Up lo miró con los ojos brillantes—. ¡No me digas que Mew te besó! ¡Eso tienes que contárnoslo con detalles!
   
—¡No, no me besó! —exclamó Gulf, contrariado.
   
—Qué pena. Seguro que besa como el diablo —dijo War.
   
—¿Y eso es bueno o malo? —Gulf miró a War con una ceja enarcada, sin entender por qué el mero comentario le había acelerado el corazón.
   
—Muy bueno, ya lo creo que sí.
   
—Tiene su morbo —siguió Up—. Ya sabes, jefe inflexible y seductor. Seguro que ata a sus amantes al cabecero de la cama y los hace enloquecer.
   
Gulf tragó saliva. No le gustó la idea de imaginárselo, no. Pero los chicos tenían razón; seguro que en la cama era un cúmulo de potencia, sexualidad y seguridad, todo lo contrario a él. Recordó al chico moreno que había insinuado que acabarían la noche juntos antes de que pudiesen escapar de la sala y salir del local, pero, lejos de parecerle divertido, siguió resultándole irritante. Cosa incomprensible, porque, hasta la fecha, él mismo se había encargado incluso de recordarle cuándo tenía una cita y hasta de seleccionar las flores de regalo.
   
—Es un cerdo —terminó diciendo, sorprendiendo a los demás. Normalmente cuidaba más lo que decía o lo que no, pero estaba molesto—. Y el problema es que, mientras nos tomábamos esa copa con los jefes de la cadena, estos nos propusieron conocernos mejor y que fuésemos a pasar unos días a la casa de campo que tienen a las afueras de Boston.
   
—¡No! —Mild se tapó la boca con las manos.
   
—Sí, de modo que Mew me pidió que siguiese haciendo el papel. Y le dije que no, claro, porque tan solo accedí esa noche y nada más. El caso es que estoy confundido y alterado y necesitaba hablarlo con alguien antes de terminar volviéndome loco.
   
—No me extraña, cielo —se compadeció Up.
   
—¿Y no has pensado en sacar provecho de la situación? Vamos, todos sabemos que Mew Suppasit Jongcheveevat es un estratega, seguro que él también lo haría. Ahora mismo estás en posición de exigir todo lo que quieras. ¿Un aumento del cinco por ciento? Eso es un chiste para él. Puedes conseguir mucho más, Gulf. Y merecidamente. Si ser su secretario es una tortura, fingir ser su novio debe de ser como ir de vacaciones al infierno —opinó Up.
   
—Si tuviese que ir de vacaciones al infierno… pediría llevarme una maleta llena de cosas bonitas —terminó de decir War con una sonrisa que Gulf no entendió.
   
—¿Qué están insinuando? —preguntó.
   
—Insinuamos que, si vas a tener que sacrificarte por el bien de la empresa, lo mínimo que debes pedir es que te traten como es debido —aclaró Mild.
   
—Como a un príncipe. No, mejor, como a un Rey.
   
—Si vas a aceptar el trato, exige un buen aumento. Y una tarjeta de crédito ilimitada. Y todo lo que se te pase por la cabeza —añadió Up—. Los Jongcheveevat están forrados de dinero, podrían empapelar esta ciudad con billetes de cincuenta.
   
—No sé si es muy buena idea… —susurró, aunque, por dentro, el corazón se le aceleró, porque llevaba meses ahorrando para conseguir su propósito y, al ritmo de sus ingresos, tardaría años en lograrlo.
   
—Vamos, Gulf, es un empleo. Exige lo que quieras. Luego depende de él tomarlo o dejarlo, pero, si quiere que lo acompañes a esa casa de campo, qué mínimo que recompensarte.
   
Gulf se quedó pensativo, con un cosquilleo en el estómago.
   
Los chicos tenían razón. Podía negarse a hacerlo, lo que derivaría en dos caminos: seguir siendo su secretario o terminar de patitas en la calle. O aceptar el trato y pedir todo lo que le viniese en gana a cambio de pasar unos días junto a él y ese matrimonio. En teoría, no parecía tan terrible. En la práctica, Gulf sabía que Mew era difícil de dominar.
   
Sin embargo, mientras daba pequeños sorbos a su café y los chicos especulaban sobre qué exigirían ellos si estuviesen en su situación, Gulf supo que la decisión ya estaba tomada. 🌻☀️

El Secretario y la Bestia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora