Cuando Gulf despertó, el aroma flotaba en la casa.
—¿Qué estás haciendo aquí? —gimió Gulf, aún con el rostro pálido y sin tener buen aspecto. Paseó la mirada por el fuego encendido y por la cocina limpia.
—Caldo. ¿Cómo te encuentras? ¿Estás mejor?
—Un poco, sí. Pero, Mew…
—Dime. —Mew se acercó a él.
Gulf se puso nervioso ante su proximidad.
—Has perdido el vuelo —confirmó.
De hecho, al mirar por la ventana, se dio cuenta de que ya había oscurecido. Mew debía de llevar allí algunas horas y él había arruinado la mayor fusión de la revista con una cadena y, para más inri, había vomitado delante de su jefe. Si es que seguía siéndolo, claro.
—Ahora no pienses en todo eso —adivinó Mew.
—Pero ¿qué les has contado a los Panich? —Tragó saliva, ignorando el dolor de garganta, y lo miró nervioso, con la manta aún sujeta sobre sus hombros—. Tengo una idea, aún estamos a tiempo de arreglar todo esto. Podemos fingir que tuve un ataque de pánico justo antes de subir al avión. Me puse muy nervioso y tuvimos que bajar en el último momento, así que por eso mismo mañana cogeremos un coche e iremos hasta allí y entonces…
—No vamos a ir a ninguna parte —lo cortó.
—¿Se te ha ocurrido algo mejor?
Mew lo miró con ternura y le colocó tras las orejas los mechones de cabello que habían resbalado por su rostro. Le dio un beso en la frente y lo estrechó contra él.
—No más mentiras, Gulf. Les he contado la verdad.
—¿Qué verdad? —preguntó temeroso e incrédulo.
Mew lo miró fijamente a los ojos, sin soltarlo.
—Que eras mi secretario. Que hasta que nos cruzamos esa noche aún confundía tu nombre a menudo, algo que a ti te hacía enojar, y que te pedí que te hicieras pasar por mi novio para conseguir caerles en gracia después de la terrible reunión jugando al golf.
—Dios mío, Mew… Has perdido la cabeza…
—Que a partir de ese momento todo fue una locura —siguió—. Que, la mayor parte del tiempo, empecé a olvidarme de que estaba fingiendo. Que no sé cómo, pero me volviste loco. En el buen sentido. Que pasamos los dos mejores días de mi vida que recuerdo en la casa de la playa y que después de eso te resfriaste y te pusiste enfermo. Y que no iba a dejarte aquí para ir a reunirme con ellos, porque tú eres mucho más importante que eso.
Gulf parpadeó cuando se dio cuenta de que tenía la mirada borrosa por las lágrimas.
—No me lo puedo creer… —murmuró Gulf por lo bajo.
—Y como soy un Jongcheveevat y al parecer llevo el gen negociador en las venas, mi confesión ha servido para ablandar el corazón de Nu New Panich y está dispuesto a darme otra oportunidad. Bueno, para ser completamente sincero, al principio me ha colgado el teléfono, pero ha vuelto a llamarme unos minutos más tarde para decirme que, al menos, se alegraba de que toda esta farsa hubiese desembocado en algo bueno. —Inspiró hondo, inseguro, sin apartar sus ojos grises de él—. Dime algo, bebé, por favor… —le suplicó.Gulf fue incapaz de contestar, porque no le salía la voz, le encantaba ese nuevo apelativo cariñoso. Se lanzó hacia Mew y lo estrechó con todas sus fuerzas, abrazándolo. Escondió la cabeza en su pecho, escuchando cómo le latía el corazón rápido y fuerte. Quería llorar y reír a la vez.
—No me sueltes —le rogó.
—No pienso soltarte nunca, bebé.
—Pero antes tenemos que negociar…
Gulf dio un paso hacia atrás y Mew alzó una ceja en alto, mirándolo incrédulo. Apagó el fuego de la cocina antes de seguirlo hasta el sofá y cruzarse de brazos.
—¿Pretendes negociar nuestra relación? —preguntó.
—Creo que es lo justo. Que todo empiece y termine así.
Mew se ablandó y le sostuvo la mejilla con dulzura.
—Si buscas una oportunidad para aprovecharte de mí, este es el momento perfecto, porque creo que sería capaz de hacer cualquier cosa que me pidieras.
—Bien, porque quiero conservar este apartamento.
—¡No me jodas! —resopló malhumorado.
—Hace que me sienta más seguro, me gusta la idea de poder tener un rincón para mí, incluso aunque pase semanas enteras en tu casa, ¿me entiendes?
Mew se pasó una mano por el cabello, mirando aquel rincón diminuto. Que su secretario del que estaba enamorado le pidiera a uno de los hombres más ricos de la ciudad que lo dejase quedarse aquella caja de zapatos, era casi una ofensa. Pero asintió. Y cedió. Cualquiera de sus enemigos o de los hombres con los que negociaba normalmente se hubiesen quedado de piedra si lo estuviesen viendo en aquellos momentos.
—Está bien. Pero cambiarás la cerradura.
—De acuerdo, creo que es justo —sonrió.
—¿Qué más quieres? —preguntó impaciente.
—Que busques a otro secretario.
—¿Quieres dejar el trabajo? Gulf…
—Buscaré otro. Es más, si al final se lleva a cabo la fusión con la cadena de televisión, necesitarán gente en la ciudad, ¿no? Yo podría mandarles mi currículum. No es por nada y no te ofendas, pero poner en primera línea que fui el secretario de Mew Suppasit Jongcheveevat y lo soporté más allá de los quince días de prueba, ya es suficiente para que muchas otras empresas me contraten sin pestañear. —Mew lo miró ofendido, Gulf se echó a reír—. Lo siento, pero es la verdad. Y he pensado que, quizás, el próximo año podría mandar mi solicitud a la universidad y trabajar tan solo media jornada. Creo que lograría cuadrar las cifras.
—Es una idea increíble. —Lo cogió por las mejillas y lo besó—. Yo lo pagaré. Eso y todo lo que tú quieras. Te daré cualquier cosa que necesites, bebé. Y contrataremos al mejor abogado de la ciudad y conseguiremos ese divorcio, con denuncia incluida. Porque pienso ver a ese tipo entre rejas, te lo aseguro.
Gulf sonrió, porque no podía evitar ilusionarse al oírlo hablar en plural, haciendo planes conjuntos para los dos. Cerró los ojos cuando Mew le puso una mano en la frente.
—No quiero que tengas que pagarme nada…
—Aún tienes fiebre. Acuéstate. —Lo tapó con la manta y le dio un beso—. Ya iremos negociando más puntos, de momento, creo que bastará con que improvisemos.
—No se nos da mal.
—Nada mal, bebé.
Gulf sonrió y se acurrucó contra su cuerpo, mimoso y dijo:
—Y así fué como el secretario se enamoró de la Bestia .
—Y como la Bestia perdió la cabeza por el secretario —contestó Mew
🌻FIN☀️
ESTÁS LEYENDO
El Secretario y la Bestia.
RomanceEl Secretario y la Bestia. 🌻☀️ Hermanos Jongcheveevat, libro 1. Sinopsis: Todo el mundo teme a Mew Suppasit Jongcheveevat, el director de la revista más vendida de Nueva York, al que sus trabajadores apodan como "la Bestia". Es hermético, impertur...