🌻Epílogo: Nueve meses más tarde☀️

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Era un día especial. No solo porque se casaba uno de sus mejores amigos, sino porque Gulf por fin se sentía libre, como si las cadenas que hasta entonces lo habían atado acabasen de romperse del todo.

Habían recibido la carta esa misma mañana. Tras casi un año entre juicios, búsqueda de testigos y abogados, por fin se había hecho firme la sentencia del juez: su exmarido cumpliría una condena en prisión de varios años por maltrato, tanto a él como a otro chico con el que se relacionó tiempo después de que Gulf huyese dejando esa vida atrás.

Mew lo abrazó por la espalda y le besó la nuca mientras Gulf colocaba unos mechones de cabello en su lugar mirándose en el espejo del tocador.

―No sabes lo feliz que me siento ―le susurró Mew.

―Todo es gracias a ti. Por ayudarme.

Se giró y colocó una mano en su mejilla.

―No digas eso, Gulf. Lo hubieses hecho solo.

―Sí, pero siempre es mejor que te echen una mano. Durante este año, gracias a los chicos y a ti, he aprendido que puedo hacer las cosas por mí mismo, pero, por suerte, también los tengo a ustedes para que todo sea más fácil. Y les debo mucho.

Mew gruñó bajito antes de cogerlo de las mejillas y besarlo. Adoraba a ese chico delgado y decidido que era capaz de plantarle cara cada día y sacar lo mejor de él mismo. Apoyó su frente en la de Gulf y sonrió antes de mirar hacia abajo.

―Bonito escote. Te queda bien esa camisa.

―Gracias. ―Sonrió y se sonrojó.

―No me digas que aún te pones colorado por mi culpa…

―No todos los días La Bestia se convierte en un gatito haciendo halagos.

―Oye, yo no soy ningún gatit…

Pero antes de que pudiese contestar, sonó el timbre de la puerta.

―Será tu hermano y War.

―Entonces pueden esperar.

―¡No seas grosero!

―Es que te quiero un rato más solo para mí…

Lo abrazó de nuevo y atrapó sus labios con ganas. Llevaban casi un año juntos y, cada día que pasaba, él estaba más enamorado de Gulf. Habían superado juntos numerosos escollos y siempre se habían mantenido unidos, mientras luchaban en los juzgados, mientras conseguían cerrar el trato de sus vidas con una cadena de televisión e incluso en sus discusiones cotidianas, como el día que Gulf le explicó que su idea de tener hijos pronto tendría que posponerse porque lo habían aceptado en la universidad y, al menos, quería
graduarse en los próximos dos años antes de traer al mundo a un montón de
pequeños Jongcheveevat, cosa que Mew deseaba con ganas. Pero entendía las
aspiraciones de Gulf, después de toda una vida reprimiendo sus propios deseos, y quería que fuese feliz. Lo demás podía esperar y, además, no tenían prisa. No cuando Gulf por fin había dicho que sí después de que Mew se arrodillase un mes atrás en la terraza del ático que compartía y le pidiese que
se casara con él y lo hiciera el hombre más afortunado del mundo.

Gulf había dicho que sí, a pesar de que tiempo atrás le aseguró que, después de la experiencia que vivió, no deseaba volver a casarse. Ahora, en cambio, parecía más que emocionado ante la idea de organizar la boda, elegir el traje y las flores, todo a su gusto.

―Vamos, ábrele a tu hermano o se pasará todo el día molesto.

―Tienes razón. Pero solo porque viene con mi pequeña princesa ―dijo Mew.

Fue hasta la puerta y, en efecto, Yin ya tenía una arruga en la frente, una arruga que desapareció en cuanto Mew le hizo algunas caras graciosas a la bebé y se la quitó de los brazos.

―¿Gulf aún no está listo? ―preguntó War.

―¡Aquí estoy! ―gritó el aludido apareciendo por el pasillo―. Vamos, si
mis cálculos no me fallan, llegaremos con dos minutos y medio de retraso.

―¿Dos minutos y medio? ―preguntó Yin en el ascensor.

―Eso he dicho ―recalcó Gulf sonriente.

―Hazle caso, es el mejor secretario que he tenido ―bromeó Mew guiñándole un ojo a su prometido―. Puede calcular una agenda perfecta con todas sus variables.

Yin y war salieron antes del ascensor con el cochecito de la bebé cuestas, así que Gulf aprovechó el momento en el que se quedaron algo rezagados tras ellos para desabrocharle a Mew el primer botón de la camisa y darle un
beso en los labios.

―Estás tan guapo que casi duele mirarte ―le susurró.

―Eso suena a que esta noche nos divertiremos cuando regresemos.

―Ya lo creo que sí. La Bestia y su Secretario se divertiran mucho ―le prometió Gulf.

                       🌻FIN☀️

El Secretario y la Bestia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora