Gulf se separó de Mew jadeando agitado.
—No deberíamos… lo siento…
—Ni se te ocurra arrepentirte Gulf…
Volvió a besarlo y se convirtieron en un montón de suspiros entrecortados mientras Mew encajaba la llave en la cerradura de la puerta y abría de un empujón. Lo alzó entre sus brazos y lo llevó hasta su dormitorio al tiempo que Gulf le mordía el cuello.
—Quítate la ropa —le gruñó con impaciencia.
—¿No quieres tomar una copa antes?
—Solo quiero follarte. Hacerlo lento —susurró en su oído. Gulf tragó saliva en respuesta; alterado, excitado y también atemorizado, todo a la vez—. Te necesito ahora.
Así que así era Mew Suppasit Jongcheveevat en la cama: controlador y autoritario, como en todo lo demás; seguro de sí mismo e impaciente. Tan atractivo aún vestido con ese traje de chaqueta. Ninguna persona en el mundo podría resistirse a Mew, ninguna excepto él.
—Quizás estamos yendo un poco rápido…
Mew dejó de besarlo. El pulso le latía acelerado y casi le dolían los dedos de las ganas que tenía de arrancarle la ropa y acariciar su piel. Era la primera vez en su vida que se había sentido inseguro con un chico; un rato antes, cuando lo había besado durante la cena y había confundido su temblor con el desagrado. Y ahora otra vez, porque nunca lo habían rechazado ni le habían negado algo que quería: y él quería a Gulf. Desesperadamente. Fue consciente en ese momento de que, si se había alejado durante los últimos días, había sido para evitar que ocurriera aquello; porque sentía una conexión extraña cuando lo tenía cerca, y el deseo y las ganas de conocerlo más. No solo de desnudarlo por fuera, sino también por dentro, descubrir todos esos secretos que Gulf guardaba tan bien.Y aquello era nuevo para él. Se sentía como un niño pequeño delante de algo que no sabía cómo manejar. Estaba acostumbrado a que las cosas eran a, más b, más c. Mew acababa con un chico en la habitación, los dos se desvestían y pasaban unas horas juntos. Fin.
Pero el chico que tenía delante lo miraba suplicante.
—Nunca haremos nada que tú no quieras —le dijo cuando consiguió calmarse y luego lo abrazó al darse cuenta de que temblaba. Le dio un beso en la mejilla y se quedaron en silencio en medio de la habitación oscura, fundidos en aquel abrazo—. ¿De qué tienes tanto miedo, Gulf…? —le preguntó en susurros al oído.
—No, no tengo miedo… —mintió Gulf.
Mew suspiró y se separó de él.
—Vamos a tomar esa copa —dijo antes de abrir su armario y sacar una chaqueta deportiva que le puso a Gulf por encima de los hombros, porque hacía frío para ir solo con la camisa.
Gulf lo siguió cuando él recorrió el pasillo hacia la cocina. Aún le dolía la tripa de los nervios que había pasado durante toda la cena y los que le siguieron después en el ascensor. Ver a Mew así, dolido y pensando que él odiaba la idea de besarlo, lo había hecho bajar todas sus defensas y buscar esos labios enloquecedores.
¡Quién se lo iba a decir! Gulf, que huía de los hombres.
Y sin embargo con Mew, a pesar de toda su fuerza, de su fachada dura y de su mirada fría, se sentía más seguro que en ningún otro lugar. Entre sus brazos, tenía la extraña sensación de que no podría ocurrirle nada malo y ese sentimiento era lo más bonito que había experimentado en meses, pero también lo asustaba.
—¿Qué quieres beber? ¿Te gusta el licor de fresa?
—Sí, eso estará bien. —Lo miró mientras Mew sacaba del armario superior dos vasos y los rellenaba con el licor rojizo. Se había quitado la chaqueta del traje y la camisa blanca se ajustaba a sus hombros y a esa espalda que era todo un espectáculo. Todo en él era llamativo, seductor; era imposible que entrase en una estancia y pasara desapercibido.
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El Secretario y la Bestia.
Roman d'amourEl Secretario y la Bestia. 🌻☀️ Hermanos Jongcheveevat, libro 1. Sinopsis: Todo el mundo teme a Mew Suppasit Jongcheveevat, el director de la revista más vendida de Nueva York, al que sus trabajadores apodan como "la Bestia". Es hermético, impertur...