🌻Capítulo 8☀️

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Mew se sirvió la segunda copa mientras su hermano Yin lo estudiaba con una sonrisa socarrona en los labios. Se sentó en el sillón que había frente a él y lo miró.
   
—No me puedo creer que estés haciendo todo esto.
   
—Es lo que tiene dirigir una empresa. Sacrificios.
   
—Eso no es sacrificarse —replicó Yin—. Eso es estar loco.
   
—Puede ser. —Mew ocultó una sonrisa y bebió.
   
Su hermano lo miró con un interés especial. Cuando le había confesado todo el lío en el que se había metido con Gulf, no lo había creído. Probablemente era lo último que hubiese imaginado de él: que hiciera una locura semejante. Hasta la fecha, Mew siempre había sido correcto y disciplinario. Las pocas reglas que se había saltado habían sido precisamente por conseguir sus objetivos, pero nunca hasta ese punto. Aquel día le había demostrado a su hermano que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para lograr sus metas.
   
—Te has metido en un lío muy grande —repitió Yin.
   
—Lo sé. —Se frotó el mentón con gesto pensativo.
   
—¿Qué vas a hacer? —Yin suspiró hondo.
   
—Nada, seguir adelante, como siempre.
   
—¿Y si se llegan a enterar los de la cadena?
   
—No lo harán. Precisamente por eso me he traído aquí a Gulf, porque no quería dejar cabos sueltos. Necesito que sea creíble para todo el mundo, así de simple.
   
—Esto es preocupante incluso para ti, Mew.
   
Mew suspiró, pero no contestó. Se bebió de un trago el resto del vaso e intentó no pensar en que, en realidad, al ver a Gulf viviendo en aquel barrio y en ese apartamento sin dormitorio, había sentido la necesidad de sacarlo de allí. No sabía por qué. Evidentemente eso beneficiaba sus planes a la hora de fingir que era su novio, pero seguía teniendo ahí la espinita al ser consciente de que no había sido lo único que lo había movido en su motivación.
   
¿Qué le estaba ocurriendo? ¿Desde cuándo a él le importaba alguien más que no fuese sí mismo? ¿Y qué más daba dónde y cómo viviese ese chico al que apenas conocía?
   
Estaba a punto de levantarse cuando llamaron a la puerta.
   
Yin se levantó y un minuto después apareció con Win en el salón.
   
—¿Qué te trae por aquí a estas horas, hermanito? —preguntó dándole un beso en la mejilla. Aunque Win era un chico caprichoso y consentido, para Mew su hermano pequeño siempre había sido su debilidad. También Yin, al que le sacaba un par de años, aunque esperaba que espabilase y fuese más responsable en algún momento.
   
—No podía dormir —dijo simplemente.
   
—Tú nunca puedes dormir —replicó.
   
Era cierto. Mew dormía poco, pero normalmente se quedaba en la terraza viendo pasar las horas hasta que entraba la madrugada y caía rendido en la cama. Esa noche ni siquiera había cenado, aunque eso sus hermanos no lo sabían. Y ya eran las tantas y seguía allí, en el apartamento de Yin como un niño que acabase de huir del suyo, ese en el que había un chico esperándolo. Por primera vez en su vida. Porque no era algo habitual que Mew dejase entrar a chicos en su casa, para eso tenía un edificio entero lleno de pisos. Y varias casas. E incluso acciones en algunos hoteles. Su apartamento era su santuario, ese en el que podía ser él mismo, tener fotografías de su familia, relajarse sin tensiones.
   
—¿No le has contado la historia a Win? —preguntó Yin.
   
—¿Qué historia? —Win se apartó el cabello lacio del rostro y se sentó en el brazo del sillón tras quitarle la copa a su hermano y dar un trago. Hizo una mueca—. Esto sabe fatal, ¿no pueden beber algo divertido como piña colada o limonada?
   
—Tengo novio —soltó Mew.
   
Win estuvo a punto de escupir el trago.
   
—¿Bromeas? ¿Esto es el fin del mundo?
   
—Un novio ficticio —aclaró su hermano—. Pero no veo qué les hace tanta gracia a los dos. —Los señaló mientras ambos reían—. Podría ocurrir. Algún día me casaré y tendré descendencia. Es una de mis metas futuras —añadió.
   
—Suenas como un Lord de la antigüedad. —Win rio.
   
—Para ustedes es fácil decirlo, mientras sigan viviendo en su mundo, sin preocupaciones ni responsabilidades.
   
—No lo haríamos si nos dejases participar activamente en la revista.
   
Mew puso los ojos en blanco al escuchar la voz de Yin. Sus hermanos llevaban meses intentando que él les dejase más libertad para participar en el negocio familiar, el problema era, precisamente, que no confiaba en ellos. Los dos eran irresponsables y poco dados a seguir las normas y los horarios. Mew temía que tirasen por la borda el prestigio de la revista haciendo alguna tontería. Yin se pasaba el día entre mujeres, donceles y fiestas, gastando dinero y divirtiéndose. Win prefería hacerlo visitando tiendas y casi viviendo en el spa.
   
Él, en cambio, había sido el elegido por su padre para sustituirlo en el puesto de director de la revista. No podía permitirse malgastar así las horas ni divertirse de esa manera.
   
Dejó el vaso encima de la mesa y se levantó.
   
—Será mejor que vuelva ya.
   
—Eso, que te estará esperando tu hombre.
   
—¿Lo has llevado a tu apartamento? —gritó Win.
   
—Sí, tenía que resultar creíble —insistió.
   
—¡No me lo puedo creer! —Win volvió a reír.
   
—Ya basta —gruñó Mew sin humor.
   
Después se marchó de allí prometiéndose que sería la última vez que les contaría algo a sus hermanos y subió a su apartamento. Entró intentando no hacer ruido, porque sabía que a esas horas Gulf estaría durmiendo. Le resultaba tan extraño pensar que tenía a un chico en su casa ocupando una de las habitaciones de invitados que apenas podía pensar en ello sin sentir que le estallaría la cabeza. Y lo peor era que todo había sido idea suya, algo que lo desconcertaba. No estaba seguro de cómo volverían a ser simplemente un secretario y el jefe después de aquellas intensas semanas que les esperaban por delante.
   
No se oía nada. Dejó las llaves en la repisa de la entrada y avanzó despacio por el pasillo hasta pasar por delante de la habitación de invitados. La puerta estaba entreabierta. Se quedó paralizado mirándolo y el corazón empezó a latirle más deprisa, aunque no entendió el porqué de esa reacción. Se llevó una mano al pecho sin apartar los ojos de él.

Aunque la cama era casi de matrimonio, Gulf la ocupaba entera, con una pierna estirada por un lado y el brazo hacia el otro. Tenía la sábana enrollada y estaba casi destapado. Mew no supo qué le impulsó a dar un paso hacia delante y colarse en el dormitorio, pero lo hizo. Sacó una manta del armario sin hacer ruido y se la tiró por encima. Gulf se movió, pero no llegó a despertarse del todo y él salió del dormitorio con un nudo en la garganta.
   
La situación podía parecer de lo más normal, pero no para alguien como él. Mew Suppasit Jongcheveevat no se dedicaba en sus ratos libres a tapar a chicos que dormían en la habitación de invitados de su apartamento. Se sentía descolocado y confuso. Fue a la cocina, se sirvió un vaso de zumo y salió a la terraza. Una vez allí, más relajado bajo el cielo oscuro de la noche, intentó quitarse de la cabeza esas preocupaciones sobre Gulf que empezaban a rondarle, pero no lo consiguió. ¿Por qué deseaba saber más cosas sobre él? Sobre todo, teniendo en cuenta lo ocupado que estaba, la cantidad de cosas más importantes que tenía que hacer…
   
Recordó sus palabras: no tengo familia.
   
Al final se puso en pie y fue a por su portátil antes de volver a acomodarse en el sofá de la terraza tras ponerse una chaqueta. Suspiró y le dio otro trago al zumo y tecleó en el buscador el nombre Gulf Kanawut Traipipattanapong, con la esperanza de poder descubrir algo más sobre él porque, de repente, se dio cuenta de que no sabía absolutamente nada. Había mentido al decir su edad cuando entró en la empresa y se suponía que no tenía a nadie, era como un papel en blanco.
   
Y siguió siéndolo durante la siguiente hora, cuando por más que buscó e investigó, Mew no encontró ningún tipo de información sobre ningún Gulf Kanawut Traipipattanapong de veinticuatro años. No tenía cuenta en Facebook ni en ninguna otra red social. No aparecía en el listín telefónico. No había nada sobre el chico que dormía a unos metros de distancia.
   
Cuando cerró el ordenador, lo hizo pensativo.
   
Cuando se acostó en su cama, también.
   
Y cuando al final se quitó aquellas preocupaciones de la cabeza y el sueño lo alcanzó, fue incapaz de evitar que también lo alcanzase la sonrisa de ese intrigante hombre. ☀️🌻

El Secretario y la Bestia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora