Por suerte, Mew tuvo mucho que hacer durante los siguientes días. No era solo que le gustara trabajar, era que necesitaba mantenerse ocupado más que nunca. Cada vez que entraba o salía de su despacho y veía al chico que estaba tras la mesa del escritorio, sentía el impulso de acercarse a él, hablarle, mirar esos labios entreabiertos que empezaban a resultar demasiado tentadores, arrancarle alguna sonrisa a pesar de que él jamás había sido de esos tipos a los que les gusta bromear para hacer felices a los demás.
No estaba muy seguro de qué le estaba pasando.
Según su hermano Yin parecía distraído.
¿Distraído? ¿Desde cuándo alguien usaba un adjetivo semejante para referirse a él cuando era el tipo más centrado y perfeccionista de la ciudad? Y, sin embargo, tenía parte de razón. Había pasado las últimas noches cenando fuera de casa con algunos socios, buscando excusas para no verlo a todas horas porque, cuando lo hacía, sentía que dejaba de ser él mismo. Y no podía permitirse algo así, no cuando el peso de la empresa cargaba sobre sus hombros.
—¿Nervioso? —Yin lo miró mientras se ataba la corbata. Esa noche era la cena de la empresa en la que celebrarían que habían vuelto a batir récords de ventas en el último trimestre y, de paso, anunciarían su noviazgo.
—No. ¿Debería estarlo? —Alzó una ceja.
—No te hagas el duro conmigo —bromeó Yin—. Sé que no es plato de buen gusto para ti esto de fingir que sales con un chico durante más de una semana seguida.
—Mira quién fue a hablar. —Puso los ojos en blanco.
—Yo no escondo mis tendencias.
—¿Tendencias? —Mew lo miró.
—Tendencias a la soltería. —Yin se rio.
—No te preocupes, a él le pago más que bien —dijo antes de salir del apartamento de su hermano y subir hasta el ático, donde esperaba que Gulf ya estuviese arreglado.Por alguna razón, le molestó aquel pensamiento, recordar que aquello era un empleo para Gulf, que habían negociado el precio y las condiciones, como si se tratara de una transacción más. Eso era. Otro trato que él había logrado cerrar con éxito.
Debería sentirse contento por ello, pero no era así.
Llamó a la puerta de su habitación con los nudillos, enfadado sin saber por qué ni con quién. Puede que con todo el mundo en general y con él mismo y Gulf en particular.
—¿Ya estás listo? —preguntó casi en un gruñido.
—Sí, solo necesito un par de minutos más…
—Nada de minutos, llegamos tarde.
La puerta se abrió de golpe y Gulf apareció ante sus ojos, enfadado y con la mirada encendida. Mew contuvo el aliento al verlo enfundado en aquel pantalón de color caqui y una camisa roja con un escote capaz de enloquecer a cualquier hombre con ojos. Apretó los puños para reprimir las ganas que tenía de meterse en esa misma habitación con él, cancelar la cena, los negocios y todo lo demás. A la mierda el resto del mundo, pensó.
Gulf respiró hondo. Aunque estaba habituado a ver a Mew vestido con traje, esa costumbre no le restaba atractivo. Ni tampoco hacía que estuviese menos enfadado con él, porque, desde la noche que habían pasado cenando juntos y conociéndose un poco más, desde esa noche en la que él se había derrumbado ante sus ojos y Mew había entendido más de lo que él quería contarle, Mew se había dedicado a evitarlo. En teoría debería alegrarse por ello y por tener ese enorme ático para él solo casi todas las noches, pero en realidad se sentía ignorado, casi abandonado, un sentimiento que ni siquiera entendía, porque se contradecía con lo que debería querer.
—Me faltan los accesorios —se quejó Gulf.
—Estás precioso así, vámonos —masculló.
Aunque Gulf se estremeció al escuchar ese precioso con su voz profunda, se resistió a seguirlo y volvió a entrar en la habitación. Mew resopló con fastidio y se mantuvo cruzado de brazos en el umbral de la puerta con cara de malas pulgas hasta que Gulf salió por fin.
—Espero que estés preparado para interpretar el papel de esta noche.
—Lo intentaré —dijo y, después, añadió solo por hacerle daño—: Aunque no sé si alguien de esa oficina podrá creerse que me he enamorado de ti, a no ser que piensen que soy masoquista o algo por el estilo. —Las puertas del ascensor se cerraron.
Mew respiró hondo, taladrándolo con la mirada.
Y decidió atacarlo también donde más dolía.
—Tranquilo, me bastará con que piensen que soportas salir conmigo por mi dinero. Al fin y al cabo, es lo más cercano a la realidad —contestó saliendo del ascensor.
Gulf lo siguió caminando con paso firme, aunque estaba tan enfadado que le costaba recordar su papel. Lo peor de todo era que no tenía razones para ello y eso lo desconcertaba. Así que, mientras montaba en el coche, intentó tranquilizarse y se abrochó el cinturón. ¿Por qué le estaba ocurriendo eso? ¿Por qué se comportaba como si él y Mew fuesen amigos o algo más y Mew le debiera algo? No deberían molestarle sus comentarios, ni que lo evitara, ni nada de todo aquello. En realidad, tendría que estar contento. Pero no, no lo estaba. Lo único que sentía era confusión y ganas de hacerle daño y de besarlo al mismo tiempo.
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El Secretario y la Bestia.
RomanceEl Secretario y la Bestia. 🌻☀️ Hermanos Jongcheveevat, libro 1. Sinopsis: Todo el mundo teme a Mew Suppasit Jongcheveevat, el director de la revista más vendida de Nueva York, al que sus trabajadores apodan como "la Bestia". Es hermético, impertur...